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“Los de abajo, en vez de pelearse con los de arriba, se pelean entre ellos”

El periodista Bru Rovira se aventura en la novela negra con ‘Matar al director’, un sentido y doloroso homenaje en negro a una digna profesión que mantiene poco de lo que fue mientras lucha a duras penas por sobrevivir en medio de fuego amigo

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análisis

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El periodismo que fue y ya no es, ese que desbocaba la tensión al borde del infarto en redacciones atestadas de gritos, celos, egos, humo, incluso alcohol y mucha pasión; porque, ilusos, se podía llegar a pensar que otro mundo posible y mejor nos aguardaba a la vuelta de la esquina gracias al trabajo ímprobo de informar en busca de la verdad oculta de las cosas. Ese periodismo, en definitiva, es el que homenajea el reportero y escritor barcelonés Bru Rovira en Matar al director (Navona), una intensa y nostálgica novela de perdedores que, con el armazón del género negro, da un exhaustivo repaso al mundo de los periodistas y del periodismo y los medios de comunicación, donde se dice de todo pero no todo, porque para algo el periodista de verdad sabe callar para no otorgar.

Un periodista novelando sobre periodistas. ¡Peligro! ¿O no tanto?

Peligro asegurado.

¿Por qué ha elegido el género de la novela negra para ajustar cuentas con su profesión? ¿Por pura diversión o porque es el que más se puede ajustar a lo que ha visto durante su dilatada trayectoria profesional en redacciones?

Para evitar intelectualizar demasiado lo que es un cambio radical de este oficio. No quería hacer una novela ensayo. Así que me inventé una trama que permite cierta ligereza, distancia y la posibilidad de ir introduciendo distintas capas, las relaciones laborales, el poder, la trata de personas, los migrantes que viven entre nosotros, los perdedores, el pensamiento like del asesino tan presente en el debate ideológico de hoy…

Me apropio de unas palabras del genial Martí Gómez que usted plasma en su novela: No hay nada como un largo silencio del entrevistador para que el entrevistado empiece a cantar como una cotorra y termine por decir lo que había decidido callar”. Aproveche, desahóguese sobre lo que ve hoy en el mundo del periodismo o sobre lo que vio y nunca quiso contar…

Siguiendo los consejos de Martí Gómez, prefiero callar.

Volviendo a su novela, el trágico final del polémico director de periódico sobre el que gira la historia de Matar al director, ¿es una metáfora del periodismo en toda su dimensión actual y pasada?

El director podrían ser múltiples directores. Y no necesariamente de un periódico. Su manera tóxica de dirigir, su autoritarismo, su posición de poder que nada tiene que ver con un reconocimiento profesional, con sus méritos, hace que sean muchos los que desearían matar al director, al puto amo. Puesto que se trata de una novela negra, el autor decide asesinarlo.

“’Matar al director‘ podría haberse titulado matar al jefe. La novela tiene esta estructura vertical, los de arriba y los de abajo. En la vida y en el periodismo”

En esta obra hay misterio –por algo es una novela negra–, pero sobre todo mucha melancolía, desencanto e ironía a raudales. ¿No deja el más mínimo hueco para la esperanza de un futuro algo mejor que el que vivimos en esta profesión actualmente?

La esperanza está en los propios personajes de la novela. Se supone que su protagonista, Matilda Serra, es crítica con lo que está cambiando por el amor que le tiene al oficio, y se supone que su idealismo escéptico de entonces debería mantenerse idealista y escéptico en los nuevos tiempos. La letra impresa va desapareciendo, la ideología se vuelve consigna, el pensamiento crítico creencia, la información un producto comercial regido por las leyes de la oferta y la demanda, lo que pide la gente, lo que indica el algoritmo. Constatarlo es un aviso para navegantes, y un punto de partida imprescindible para la esperanza.

Además de una crítica nada velada al mundo del periodismo, su novela es una concienciada llamada de atención sobre las malas artes del poder, político sobre todo. Pero qué duda cabe que estas malas artes del poder también se ejercen dentro de las mismas estructuras de las empresas periodísticas. ¿No es así?

Así es. Matar al director podría haberse titulado matar al jefe. La novela tiene esta estructura vertical, los de arriba y los de abajo. En la vida y en el periodismo. Uno de los personajes dice, citando a Primo Levy: “el último contra el penúltimo” y así está ocurriendo: los de abajo, en vez de pelearse con los de arriba, se pelean entre ellos.

¿Cómo ha intentado huir de los personajes acartonados y arquetípicos, pese a que en la profesión periodística era, y es, muy difícil salirse de los clichés establecidos por el cine, la televisión y el propio gremio en sí mismo?

Supongo que con la ironía y la autoironía, tratando que más allá de los arquetipos, los personajes tengan algo de nosotros mismos, el factor humano, como diría el citado Martí Gómez.

El periodista, ¿lo es para hacer de este lugar otro mundo posible algo mejor o simplemente para sobrevivir, que no es poco? Dígale algo a un joven estudiante de periodismo.

Disfrútalo. Qué te mueva la curiosidad por vivir, conocer y explicar. Y a ver cómo te las arreglas para enfrentarte a la manipulación y las falsas noticias que están contaminando nuestras sociedades.

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