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Mares y océanos al límite

El agua se calienta y tiene efectos devastadores para la vida marina. Pero los gobiernos también deben hacer más frente a la galopante contaminación provocada por la industria y los residuos de todo tipo de productos que arrojamos al mar sin contar con sus impactantes efectos nocivos sobre los hábitats de numerosas especies marinas

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análisis

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El cambio climático con el notorio calentamiento global, la pesca ilegal más la sobrepesca y la imparable contaminación causada por la mano del hombre están poniendo en peligro la salud de todos los mares y océanos, tan importante para la vida del planeta. No hay más que retrotraerse a este verano en el que, en algunas zonas, el agua de nuestras costas ha rozado los 30º, batiendo todos los registros conocidos.

El agua se calienta y tiene efectos devastadores para la vida marina. Pero los gobiernos también deben hacer más frente a la galopante contaminación provocada por la industria y los residuos de todo tipo de productos que arrojamos al mar sin contar con sus impactantes efectos nocivos sobre los hábitats de numerosas especies marinas. Por eso no se entiende que los gobiernos miren para otro lado e intenten limitar las acciones ecologistas.

Huracanes y tifones son cada vez más frecuentes y destructivos, con rabiosas tormentas, tal como ha ocurrido hace escasos días con el huracán Idalia, que asoló las costas de Florida, con vientos de 200 km/h, y se adentró en Georgia y Carolina del Sur, causando graves inundaciones. Es un hecho que el cambio climático ha intensificado la fuerza de las tormentas tropicales, como ha ocurrido días pasados en Japón, asolado en su costa oriental por los tifones, siendo el noveno del año el Saola, que también ha batido trágicamente las costas chinas, convirtiéndose en la tormenta más potente en la zona de los últimos 70 años.  O aquí en España, con una impetuosa DANA que ha puesto fin a un calurosísimo verano que ha mantenido alerta a una gran parte del país, con fuertes tormentas y lluvias torrenciales, causante de inundaciones que nos han retrotraído a las que se produjeron en la costa mediterránea en 2019. Perturbaciones atmosféricas que deberían mantenernos alerta antes los cambios que se vienen produciendo en este Planeta Azul que habitamos.

No es normal que las boyas instaladas en alta mar, que monitorizan la temperatura de las aguas atlánticas, indiquen que la temperatura media de este océano supere por primera vez los 21 º C, desde que en la década de los 80 del pasado siglo se empezaron a recoger estos datos. O que en el Mediterráneo las aguas hayan rozado los 30º C, lo que supone la media más alta de los últimos 40 años. Y en el Caribe la temperatura del agua ha llegado incluso a los 38 º C. En definitiva, el calentamiento global nos afecta a todos de forma directa, tal como ha alertado el Servicio Europeo de Cambio Climático Copernicus, que ha concluido que los meses de junio y julio, y los preliminares de agosto, han sido los más cálidos registrados en todo el planeta desde 1850.

La reducción del oxígeno, por este calentamiento, afecta directamente a la biología marina, hasta el punto de que muchas especies marinas huyen de sus habituales hábitats, cambiando sus ciclos biológicos y poniendo en peligro su propia supervivencia, lo que podría llevarlas a su extinción. Muchas cambian sus zonas tradicionales para sobrevivir, lo que hace que se detecten especies invasoras de otras latitudes.

Ya hace 250 millones de años, durante el periodo Pérmico-Triásico, desaparecieron más de dos tercios de los animales marinos, lo que según los científicos podría volver a ocurrir ante este calentamiento, que todos hemos notado sensiblemente el pasado verano. Desaparecen los corales y los hielos de los polos y glaciares se derriten a más velocidad, elevando el nivel de mares y océanos. Efectos negativos, cuando son precisamente las aguas de mares y océanos las que nos protegen del calentamiento global, al absorber “más del 90 por cien del exceso de calor atrapado a causa de los gases de efecto invernadero (GEI)”. Los científicos indican que, entre el 20 y el 30 por ciento de las emisiones de CO2 han sido absorbidas por los océanos en los últimos 40 años.

La pesca ilegal y la sobrepesca y los enormes efectos contaminantes que soportan mares y océanos agravan el problema sin que se vislumbre una clara voluntad política por combatir tantos desatinos. Este verano fui testigo de cómo la rotura de los colectores (emisarios submarinos) de una ciudad turística como Jávea contaminaban la playa de El Arenal, la más conocida y concurrida, sin que las autoridades se atreviesen a poner la bandera negra, que bien le correspondería para señalar los efectos nocivos sobre los bañistas y otros usuarios de deportes náuticos, a la vez que al lado aparecían muertos miles de peces, en el canal de La Fontana, sin que se obtuviera una respuesta clara por las causas de tamaña y repentina mortandad.

Justamente, en esa misma playa, la organización sin ánimo de lucro en defensa de la fauna y hábitats marinos creada por el exactivista de Greenpeace Paul Watson, Sea Shepherd Conservation Society, tenía instalada una carpa informando sobre la labor que desarrolla, desde 1977, protegiendo los océanos y la vida marina, bajo el paraguas de tres objetivos: Defender, conservar y proteger los océanos, con una clara misión, “acabar con la destrucción de los habitas y la matanza de la fauna salvaje en los océanos de todo el mundo, con el fin de conservar los ecosistemas y las especies”.

Jesús del Olmo, coordinador de esta organización para el Levante español, atendió a Diario16, señalando que los cambios de temperatura en el mar afectan a todos los animales marinos, por lo que muchos están desapareciendo al no poder emigrar a otros habitas.

Reconoce que las cofradías de pescadores se están tomando muy en serio las consideraciones del cambio climático, ya que se han reducido sensiblemente las capturas que antes tenían, tanto por la subida de la temperatura del agua como por la gran cantidad de residuos que se acumulan en el fondo marino, “de hecho los pescadores de Santa Pola  (Alicante) se están quejando de que sacan del mar más plásticos que pescados, lo que nos indica que estamos en un momento crítico en la salud de nuestros mares”. Lo corrobora el centro de la Fundación para la Conservación y Recuperación de Animales Marinos (CRAM), de El Prat de Llobregat (Barcelona), que ha detectado que el 90 por ciento de las tortugas que atienden han ingerido plásticos, “todo un indicador de la salud de nuestros mares y una prueba del estado del ecosistema marino”. Restos de bolsas, el trozo de un vaso o simplemente la etiqueta de una botella son algunos de los objetos encontrados en las tortugas que les llegan. Organizaciones ecologistas como Greenpeace y WWF sostienen que entre el 60 y el 80 por ciento de los residuos marinos son plásticos. Desde el CRAM, en su último informe, se apunta a que 1.300 especies marinas han interactuado con restos contaminantes, haciendo que su ingestión amenace a 134 especies.

A finales de agosto, con motivo del Día del Medioambiente, 60 voluntarios retiraron, en solo cien metros de playa, más de 3.000 kilos de residuos y basuras de una zona dunar del Paraje Natural de las Marismas del Río Piedra y Flecha del Rompido, en Huelva. Restos de redes y otras artes de pesca, cuerdas, garrafas vacías de combustible, tablones, envases desechables y residuos plásticos formaron el grueso de esta recogida. Y en otra zona de España, en el Parque Nacional Illas Atlánticas, el Club Buceo Ons, como hacen tantos otros en el litoral español, retiró 70 kilos de plásticos de los fondos de la playa Beluso, con el objetivo de concienciar de la necesidad de no arrojar estos residuos al mar. La revista Nature Geoscience publicó recientemente un estudio en el que se estimaba que hay 3,4 millones de toneladas de plásticos flotando en los océanos, aparte de los que están en el lecho marino. Es un realidad que el plástico inunda todos los mares y eso afecta gravemente al medio marino.

No es el único problema que soportan los mares. Jesús del Olmo, de Sea Shepherd, recuerda cómo esos mares soportan además una sobrepesca indiscriminada, ya que se pesca más de lo que consume, tirándose al mar mucho sobrante y ni siquiera el comercio es capaz de asumir todo el pescado que le llega, “mermas que en tres o cuatro días terminan en la basura”. Lo corrobora Mari Carmen Torres, quien ha trabajado en la pescadería de un gran supermercado, apuntando también que mucho pescado sobrante se congela para su venta a la fábrica de piensos para abastecer a las piscifactorías y otros animales. Nos advierte del consumo de plásticos detectados al abrir algunos pescados y que llegan a la cadena alimentaria. También apunta Torres que no entiende cómo en España se importa pescado que aquí está prohibido. Toda una contradicción, cuando en España se prohíbe su pesca, pero no su consumo. “Falta control -advierte Mari Carmen- y se echa en falta que no haya medios en las aduanas para comprobar estas importaciones, cuando vemos, incluso en las latas de conservas, que llevan sardinillas o mejillones que no dan el tamaño exigido”.

Del Olmo, mirando hacia la playa de El Arenal, que estaba siendo desalojada de bañistas, me advertía de que no es inusual y que “cada vez se cierran más playas por contaminación de aguas fecales, ya que las depuradoras no son completamente eficientes y algunos emisores están muy deteriorados y no cumplen su función”. Este activista insiste en la grave salud de los mares, “por las pesquerías irregulares e indiscriminadas, que esquilman los recursos y hace que muchas especies estén a punto de desaparecer. Tan masificada está la pesca que ni siquiera se respetan los necesarios ciclos de apareamiento, ni los tamaños, con lo que la procreación de muchas especies y su renovación están en peligro. Si a eso le añadimos, como estamos viendo aquí, en El Arenal, vertidos sin tratar de residuos fecales, invasión de plásticos arrojados sin ninguna consideración o productos pesticidas contaminantes sin control (caso del Mar Menor) estamos empeorando las cosas, hasta el punto de que los mares están peor que nunca”. Jesús no se extraña de que cada verano tengan que cerrarse más playas por contaminación e incluso responsabiliza al turismo, ya que por ejemplo Jávea pasa de 30.000 a 300.000 habitantes en verano, fallando algunas infraestructuras, lo que hace que las playas estén más contaminadas cada verano. Las depuradoras no dan abasto y si se estropean causan estragos en la época de mayor afluencia de turistas a nuestras playas. Las aguas fecales arrojadas sin ningún tratamiento son directamente responsables por contaminación de microorganismos de muchas de nuestras playas.

Jesús del Olmo apostilla que la subida de las temperaturas en mares y océanos está afectando irremediablemente a todos los animales marinos. “Ahí están las miles de navajas que aparecieron muertas en la playa de La Lanzada (O Grove), en el mes de julio, y que los científicos relacionan con las altas temperaturas del mar registradas de hasta de 25 º C. También se recogieron conchas muertas de otras especies. O también en julio, las 55 ballenas aparecidas muertas en las playas de la isla escocesa de Lewis. Capítulos recientes de cómo peligra la vida marina”. 

“Estamos en contra de los delfinarios -dice Jesús-, que acortan la vida de los delfines que no están en su medio natural y permanecen enclaustrados, así como de la pesca de ellos, como ocurre en las Islas danesas de Feroe, donde los calderones, a pesar de estar en peligro de extinción, son matados por miles en base a una tradición ancestral del siglo XIII. Ahora mismo nuestros barcos están participando en varias campañas internacionales, como la Operación Sola Stella, en colaboración con el gobierno de Liberia, contra la pesca ilegal y furtiva; o la Operación Albacore, en el Golfo de Guinea, también contra la pesca ilegal, con el apoyo de los gobiernos de Gabón y Santo Tomé y Príncipe; o en el Océano Indico, en las costas de Tanzania, sin olvidar las campañas que desarrollamos sobre tierra, con el objetivo de defender todas las especies marinas y ecosistemas. Hacemos acciones directas y eso en algunos países no les interesa, por lo que nos intentan poner trabas. Pero tenemos buenos ejemplos, como en Gabón, que nos pidió ayuda para detectar los barcos pesqueros furtivos. Y allí estamos, incluso le hemos donado un barco. Con el MY Ocean Warrior, ayudamos al ejército a que puedan abordar los buques y controlen la pesca que llevan, identificando las capturas y liberando especies que no pueden pescarse. Actualmente son las empresas chinas las más activas en pesca ilegales, lo hacen sin autorización e incluso cuando faenan apagan el sistema de identificación de los barcos para no ser detectados. Nosotros actuamos con financiación altruista privada y no admitimos subvenciones oficiales de ningún gobierno”.

Y sin embargo, a pesar de la labor de concienciación que realiza Sea Shepherd, con voluntarios tanto en tierra como embarcados, en la actualidad no desarrolla ninguna campaña específica en España.

“Lo que ocurre es que tenemos un contencioso judicial con la empresa Vidal de Vigo, la tercera empresa del mundo exportadora de aletas de tiburones. Tenemos denuncias cruzadas por amenazas y está pendiente el juicio y por ello ningún barco de nuestra organización puede atracar en España ante el peligro de que un juez mande detenerlo. Nosotros somos una organización sin ánimo de lucro, mientras Vidal es una empresa familiar potente que intenta lavar su imagen ante las denuncias que hemos realizado, ya que poseemos imágenes que demuestran que delinquen en sus pesquerías realizando pesca ilegal con barcos abanderados en otros países, como Panamá. Además -dice Jesús- hay que cuidarse de los políticos que intentan limitar las acciones ecologistas”.

De hecho, desde 2016, ningún barco de Sea Shepherd entra en España para campañas, con la excepción de si necesita repararse, abastecerse o cambiar de tripulación, por lo que solo tocan puerto para uno o dos días. “Y eso que en nuestro ideario tenemos como base cumplir con las leyes internacionales para la conservación contenidas en la Carta Mundial para la Naturaleza de las Naciones Unidas”.

Juan Carlos Muñoz, un reciente activista de esta organización, nos habla del Mediterráneo, de nuestras costas y de la necesidad de su defensa. “Los animalistas no somos tontos, entendí que hay organizaciones activas como Sea Shepherd, que hace campañas tan comprometidas con la defensa de mares y océanos, por eso decidí dar un paso adelante. Creo que es un buen momento social para que la gente se anime a participar. Existe un movimiento, cada vez más activo, contra el cambio climático, la sobrepesca y el expolio indiscriminado de los recursos y Sea Shepherd, aunque es poco conocida en España, muestra un discurso muy coherente con lo que se debe hacer ahora. También tenemos que cambiar la forma de consumir si no queremos perder este planeta”.

Jesús del Olmo, sentado frente a la playa de El Arenal, en Jávea, donde hay días que se amontonan algas y plantas, y señala uno de los problemas de nuestras costas. Aborda la necesidad de proteger la conservación de la Posidonia, la planta esencial para la oxigenación de la vida marina y que como planta tiene raíz, tallo, hojas y florece bajo el agua. Una planta que necesita los rayos del sol para absorber CO2 y convertirlo en oxígeno, lo que facilita la respiración de peces y otros organismos. Sin embargo, los actuales niveles de altas temperaturas, la contaminación de nuestras costas y los arrastres y anclajes de barcos que arrancan la planta, no ayudan a mantener el necesario equilibrio para producir la oxigenación de nuestras aguas. “La gran masificación náutica, tal como observamos desde nuestra costa en las zonas turísticas, está destrozando los grandes bancos de Posidonia, matando el fondo marino y eso hace que las plantas arrancadas con los temporales acaben en nuestras playas”. Ahí está el biólogo marino Manu San Felix, dedicado a la protección de esta planta, quien sostiene que “las praderas de Posidonia suponen el sistema natural más eficiente del planeta, al absorber CO2 por la acción de la fotosíntesis”. Y recuerda que un metro cuadrado de Posidonia absorbe tanto CO2 como quince metros cuadrados de la selva amazónica, “a lo que hay que añadir que supone además el hábitat del que dependen cientos de especies”. Crítico con la explosión turística sin planificar que ha hecho que se vierta al Mediterráneo enormes cantidades de aguas sin depurar o deficientemente depuradas que afecta negativamente a las praderas de Posidonia.

Del Olmo apostilla: “El Mediterráneo es un mar pobre, en el que predomina la pesca local, dedicada al congrio, la morena, el mero, los dentones, las doradas, lubinas o rayas, por eso es necesario un mayor control. Vemos, por ejemplo, que el pulpo del Mediterráneo está regulado por un parón biológico de seis meses, que son respetados por las cofradías de pescadores, pero hay muchos pescadores furtivos que se saltan ese parón biológico. También hay que hacer hincapié en el consumo in crescendo de especies como la lubina y la dorada, por lo que está proliferando la creación de piscifactorías en nuestra costa que abaratan el pescado que consumimos. Y tenemos las especies invasoras que nos llegan pegadas a los grandes buques que hacen largas travesías y que se dispersan muy rápido colonizando nuestras aguas. Tenemos invasiones de algas de otras latitudes, o como en Canarias, donde vemos la proliferación del erizo de púa larga negra, que ha llegado desde las costas africanas. Y claro, también están las corrientes que arrastran algas o traen medusas, que podemos detectar en cualquier sitio”.

Los siete barcos de los que dispone Sea Shepherd intentan que sus campañas sean de incógnito, para así hacer más afectivas sus acciones directas, por lo que se ha ganado la animadversión de empresas pesqueras, gobiernos y hasta de otras organizaciones ecologistas. En total, han llevado a cabo 33 campañas en todo el mundo, la mayoría en el mar, para lo que han contado con siete barcos. Insiste Del Olmo en que “antes de hacer una campaña realizamos una profunda investigación y elaboramos un informe y a partir de ahí se decide si abrimos o no una campaña y hacemos una acción directa, siempre dentro de la legalidad internacional y respetando las leyes de cada país. Lo que vemos es que se incumple sistemáticamente el convenio CITES, la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres, que entre otras cosas implica un control de la pesca en todo el mundo. Vemos cómo se continua con la pesca ilegal de ballenas, calderones, delfines, tiburones, tortugas y tantas especies. Nosotros, por ejemplo, llevamos a cabo con voluntarios la Operación Jairo, para la protección de tortugas y evitar el robo de sus huevos por furtivos, que los venden como delicatessen. Nosotros trasladamos los huevos a una zona más segura, porque entendemos que las delicatessen de algunos es la ruina de la especie”. Más radical se manifiesta el fundador de Sea Sepherd, el capitán Paul Watson, quien afirma con rotundidad: “Si los océanos mueren, morimos todos”.

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