La crudeza de las imágenes que llegan desde Gaza no admite interpretaciones edulcoradas. Familias enteras huyendo sin rumbo, cadáveres bajo los escombros, niños que mueren de hambre en un territorio arrasado por el ejército israelí. Ante este panorama, el Gobierno de España ha dado un paso que incomoda a Tel Aviv y al Partido Popular: ha prohibido la entrada al país de dos de los principales responsables de la ofensiva, Itamar Ben Gvir y Bezalel Smotrich, ministros del gabinete de Benjamín Netanyahu.

El gesto diplomático no es una mera formalidad: es una denuncia directa contra quienes promueven y justifican la matanza sistemática del pueblo palestino. Sin embargo, mientras el Ejecutivo español toma esta decisión, la derecha española, encabezada por Alberto Núñez Feijóo, Isabel Díaz Ayuso y Cuca Gamarra, sigue evitando pronunciar la palabra clave: genocidio.
Heartbreaking: A young girl weeps after losing her tent, destroyed by the Israeli army, having already lost her father and brother earlier, she is now left without a shelter. pic.twitter.com/5V3Q33Kjln
— TIMES OF GAZA (@Timesofgaza) September 9, 2025
Testimonios desde el infierno
Shoroq Al Hams, de 35 años, lo resume entre lágrimas mientras abandona su casa en el campo de refugiados de Al Shati: “Nos vamos pero no sabemos adónde”. Sus padres ancianos no pueden caminar y su hermano ha conseguido un coche destartalado para transportar a ocho personas y unas pocas pertenencias. En la llamada “zona humanitaria” no cabe ya nadie más.
Maryam, madre de seis hijos, escribe por mensajes: “Aquí estamos ya todos muertos. Es solo cuestión de tiempo”. No tiene gasolina, no hay mantas ni medicinas, y cada desplazamiento forzoso es un salto al vacío. Las cifras hablan por sí solas: más de 64.000 muertos, dos millones de desplazados y una hambruna provocada por el bloqueo israelí. La llamada “zona segura” de Al Mawasi es solo una farsa: una franja de tierra sin servicios, bombardeada repetidamente, en la que apenas se puede respirar. Este es el rostro del genocidio. Un plan calculado que reduce a escombros la posibilidad misma de un futuro palestino
La firmeza de España
El ministro de Exteriores, José Manuel Albares, lo expresó con contundencia: “España no puede permanecer impasible ante tanto muerto inocente”. Recordó que el Gobierno siempre ha condenado los atentados de Hamás y ha exigido la liberación de rehenes, pero subrayó que la respuesta de Netanyahu se ha convertido en una maquinaria de exterminio.
El mensaje es claro: el derecho del pueblo israelí a vivir en paz no puede ser la coartada para la aniquilación del pueblo palestino. España exige un alto el fuego real, el fin del bloqueo y el reconocimiento de Palestina como Estado viable.
El PP y su vergonzosa tibieza
Mientras tanto, el Partido Popular se coloca en una posición de cómplice por omisión. Cuca Gamarra acusó a Pedro Sánchez de usar la tragedia en Gaza “como cortina de humo” para tapar problemas internos. Una frase mezquina frente a las decenas de miles de vidas segadas en la Franja.
Lejos de condenar la masacre, los populares se refugian en tecnicismos: que solo los tribunales internacionales pueden definir si se trata de un genocidio. Una evasiva cobarde que les sitúa en el lado equivocado de la historia. El propio Feijóo insiste en que Israel “tiene derecho a defenderse”, pero calla ante la evidencia de que esa defensa se ha convertido en un castigo colectivo contra civiles desarmados.
El PP, al igual que Netanyahu, se esconde tras un discurso hipócrita que intenta diferenciar entre civiles y terroristas cuando en Gaza la destrucción no distingue edades, géneros ni condiciones.
Complicidad que pasará factura
Ser cómplice de un genocidio, incluso desde la negación, pasará factura. Los dirigentes del PP, que rehúsan condenar de forma clara la limpieza étnica en Gaza, cargarán con la responsabilidad política y moral de haber mirado hacia otro lado. La historia no olvida.
Los testimonios desde Gaza revelan que lo que ocurre no es una guerra entre ejércitos, sino una masacre planificada contra la población civil. Cada día que pasa sin una condena rotunda del PP es un día más de vergüenza para quienes aspiran a gobernar un país democrático.
El silencio frente al horror
Mientras en España se debate si usar la palabra genocidio, en Gaza la gente muere de hambre. Mientras Gamarra cuestiona la intención del Gobierno, niños y niñas son enterrados en fosas improvisadas. Y mientras Feijóo se escuda en la retórica del “derecho a defenderse”, Netanyahu sigue bombardeando hospitales, escuelas y campamentos de refugiados.
La realidad es que la derecha española no se atreve a incomodar a Israel, aunque ello implique callar ante el exterminio de todo un pueblo. Esa cobardía política se convierte, de facto, en complicidad.
Un futuro en juego
España, con todas sus limitaciones, ha dado un paso digno de ser reconocido. Vetar la entrada de ministros de Netanyahu no acabará con la tragedia, pero lanza un mensaje inequívoco: no se puede seguir tratando con normalidad a quienes promueven la barbarie.
El desafío ahora es mayor. La comunidad internacional debe dejar de esconderse tras palabras vacías y actuar con hechos: sanciones, embargo de armas, reconocimiento del Estado palestino y presión diplomática efectiva. Cada día de inacción es un día más de muerte en Gaza.
Netanyahu pasará a la historia como el artífice de un genocidio que se comete a la vista del mundo entero. Y el PP, con su silencio calculado y su negativa a llamar las cosas por su nombre, quedará señalado como cómplice moral de esa barbarie.
España ha dado un primer paso para no ser cómplice. Ahora hace falta que la sociedad civil, las instituciones internacionales y los propios ciudadanos levanten la voz. Porque ante un genocidio no cabe la tibieza ni la equidistancia: solo la denuncia firme y la acción inmediata.