Según la organización ecologista Greenpeace, una de las consecuencias que sufre la llamada España vaciada es la pérdida de actividades agrícolas, ganaderas y forestales tradicionales, respetuosas con la naturaleza y que suponen una forma sostenible de producir alimentos y otros bienes, a la par que contribuyen a mitigar el cambio climático y conservar la biodiversidad. “En su lugar aparecen megaproyectos industriales que contaminan todo a su alrededor, como las macrogranjas con decenas de miles de animales y toneladas de purines o las enormes extensiones de cultivos y sus fertilizantes químicos. Además, el abandono de ciertas actividadescomo el pastoreo hace que los matorrales inunden nuestros montes, haciéndolos mucho más vulnerables a los incendios, cada vez más intensos y difíciles de controlar debido al cambio climático”, aseguran los ecologistas. El problema de la despoblación tiene mucho que ver con el calentamiento global, ya que en no pocas áreas de nuestra geografía nacional la sequía y la desertización han terminado por esquilmar la tierra. La España seca vuelve a sufrir los rigores de los cortes de suministro de agua, como en tiempos de posguerra; los pantanos están bajo mínimos, mientras las cosechas se pierden; y la ganadería extensiva o tradicional se extingue porque ya no hay quien la cuide. Precisamente la pérdida de viejos oficios como el de pastor contribuye también a la España despoblada.
La crisis de la agricultura ha traído pobreza y pueblos abandonados. La solución es compleja y depende de diversas administraciones, según Greenpeace. La clave pasa por recuperar la vida en los pueblos, por un retorno al campo lejos del bullicio y la contaminación de las ciudades. En los últimos años, decenas de municipios deshabitados de toda España resucitan a la vida con la llegada de las nuevas comunidades de jóvenes pioneros. Cada vez son más los que huyen de las metrópolis saturadas, sucias y ruidosas. En esa línea, el Gobierno ha lanzado algunas propuestas para tratar de repoblar las áreas abandonadas con la ayuda de inmigrantes extranjeros. “Es una idea que tenemos en la cabeza”, afirmó el ministro de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, José Luis Escrivá, en una comparecencia ante los medios. El plan es ir distribuyendo inmigrantes por las áreas más desoladas del territorio nacional. Pero, mientras todas estas ideas gubernamentales se ponen en marcha, hay quien ya ha tomado la decisión de movilizarse por su propia cuenta. Jóvenes parejas con hijos y sin ellos, grupos de okupas y comunas hippies toman pequeñas aldeas y pueblos abandonados, reconstruyen casas con sus propias manos y, sin apenas ayuda oficial, revitalizan el campo con el trabajo en huertos ecológicos, limpian de arbustos y malas hierbas los montes que evitan incendios, en definitiva, devuelven la vida a lugares moribundos. La crisis económica y la falta de futuro en las grandes ciudades ha hecho pensar a muchos jóvenes que aún tienen alguna oportunidad en ese bucólico retorno a la campiña. Sin embargo, habrá que esperar un tiempo para ver cómo estas experiencias sociológicas encajan unas con otras y cómo acaban conviviendo autóctonos, inmigrantes y los llamados “neorrurales” encargados de esta nueva repoblación del siglo XXI. En el pueblo madrileño de Zarzalejo, incluido en la lista negra de la España vaciada, empiezan a convivir grupos llegados del exterior, dando lugar a una curiosa multiculturalidad rural en la que todos tratan de interactuar con el entorno y potenciando viejos lazos afectivos humanos que habían caído en desuso tras la decadencia de la vida en el pueblo. En la posada, Chelo, la cocinera, habla para TVE de su interés en “aprender a elaborar pasteles marroquíes” que ha visto comer a los inmigrantes magrebíes que ya se han instalado como vecinos de forma estable. “Hacen unos dulces riquísimos que no parecen hechos por ellos sino en panaderías”. Sin embargo, algunos residentes de Zarzalejo se quejan de que la integración no es completa entre los lugareños y los foráneos, ya que los nuevos grupos llegados de otros países tienden a formar comunidades cerradas ciertamente herméticas.
Y en medio de todo este desastre social emerge una cuestión principal: el cambio climático como una de las causas del masivo éxodo del pueblo a la ciudad. Greenpeace plantea varias medidas urgentes contra la despoblación, entre ellas apostar por una política estatal de desarrollo rural que integre la crisis ecológica; fomentar la puesta en marcha de proyectos e iniciativas sostenibles que surjan de la población local para asegurar el arraigo al territorio, a la vez que la conservación del patrimonio ambiental y cultural; el reenfoque de ayudas europeas para la protección de la biodiversidad y la lucha contra el calentamiento global; fijar población en el territorio mediante la inversión en servicios públicos básicos, reducir la brecha digital, mejorar la movilidad, facilitar el acceso a la vivienda, fomentar el acceso a la cultura y garantizar la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres, entre otras. El desarrollo rural se debe centrar en una transición ecológica justa socialmente que permita el acceso igualitario a los bienes y servicios ambientales y sociales y que no comprometa el medioambiente. Fomentar el consumo de alimentos locales, ecológicos y de temporada para favorecer la producción sostenible será una de las claves del éxito a corto plazo.
Los graves problemas de la España vaciada han dado lugar a diversos movimientos ciudadanos, plataformas e incluso partidos políticos que ya pelean en las diferentes instituciones por los derechos de las personas que viven en las áreas despobladas. De alguna forma podría decirse que la política se está adaptando a un fenómeno nuevo que promete dar no pocos réditos electorales en las próximas citas con las urnas. Hasta 140 plataformas ciudadanas se han registrado en el Ministerio del Interior bajo los nombres más curiosos, todos ellos tratando de aunar a poblaciones enteras que se sienten abandonadas por la democracia y el sistema bipartidista. Este asociacionismo, fruto de las necesidades de parte de la población, ha fraguado en partidos políticos que ya influyen en los parlamentos estatal y regional. Así, el movimiento ciudadano Teruel Existe, que lleva más de 22 años luchando por la supervivencia de su provincia, ha decidido dar el paso para convertirse en partido político con la intención de “llegar a donde se toman las decisiones”. De hecho, el escaño que obtuvo en el Congreso de los Diputados en las pasadas elecciones fue decisivo para garantizar la investidura de Pedro Sánchez como nuevo presidente del Gobierno. En su web, la plataforma asegura que “seguimos siendo los mismos, luchando por la igualdad y oportunidades que nunca han dado a esta tierra”.
Otra plataforma pionera en esta nueva forma de hacer política vecinal en defensa del terruño es Soria Ya, que nació en el año 2001 aprovechando la indignación y el descontento de muchos sorianos que se sintieron despreciados por los diferentes gobiernos nacionales y regionales. Tras la estela de Teruel Existe y Soria Ya han ido surgiendo otros grupos de inspiración similar como León Ruge, Ávila Resixte, Segovia Existe, La otra Guadalajara, Aragón Existe, SOS Talavera, Cuenca Ahora, Burgos Enraíza, Granada Por el Tren y Jaén Merece Más, entre otras muchas agrupaciones ciudadanas que, como un torrente imparable, están presentes en al menos 30 provincias del país e influyendo en las decisiones que se toman en el día a día. La España vaciada grita por fin y se levanta tras décadas de letargo, reclamando los mismos derechos y servicios públicos que las privilegiadas gentes de las grandes ciudades: una sanidad digna, una escuela de calidad, transportes decentes y comunicaciones a la altura de lo que se espera de la Europa del siglo XXI. En definitiva, una vida y un futuro dignos.