Camps ha sacado a pasear a la vieja guardia del PP valenciano para lanzarle un mensaje contundente a Feijóo y a Carlos Mazón: el partido ha perdido “fuelle”. El sábado, en un mitin casi de precampaña electoral en Veles y Vents, y ante más de mil asistentes, estaban caras conocidas como Carlos Fabra, Alfonso Rus y Sonia Castedo. Nombres y apellidos de un pasado de polémicas y escándalos judiciales. Dinosaurios que, en su día, allá por el Paleolítico Superior, protagonizaron titulares y portadas para la historia más negra de este país. Unos, como el propio Camps, salieron absueltos del torbellino; otros fueron condenados por diferentes asuntos. Y ahora, todos ellos dan un paso adelante para reverdecer viejos laureles.
“Seré aquello que vosotros creáis conveniente”, dijo Camps en ese tono frailuno que siempre le caracterizó, mientras los acólitos le gritaban “presidente, presidente”. Lo del pasado fin de semana en Valencia ha sido un walking dead fallero con personajes quemados, abrasados y calcinados levantándose de sus cenizas para volver a la vida política otra vez. Ha sido real, no un mal sueño; ha ocurrido realmente. Los dirigentes de los años más duros de la corrupción en la Comunidad Valenciana se han levantado de sus tumbas, entre el barro y el lodo de la riada, se han sacudido el polvo y a la batalla otra vez. ¿Cuentan con un amplio respaldo popular, con poco, con ninguno? Quién sabe. Por Valencia corren rumores, encuestas y trackings que hablan de un partido débil y hecho jirones por la nefasta gestión de la catástrofe climática. Muchos votantes conservadores no creen que Carlos Mazón sea el hombre idóneo para pilotar la nave en pos de las añoradas mayorías absolutas. El que más y el que menos ha visto cómo el agua se lo llevaba todo o conoce a un familiar o a un amigo que salió mal parado de la dana. Y ya sopesan transmigrar a la extrema derecha.
El discurso populista –solo el pueblo salva al pueblo– ha calado hondo y Vox está subiendo como la espuma mientras el PP pierde “fuelle”, como dice Camps. Los antiguos barones y baronesas que formaban parte de la página más oscura de la historia han visto el momento propicio para volver a tomar posiciones. No deja de sorprender la capacidad que tienen algunos para mutar como la piel de la serpiente. Gente que quedó manchada para siempre tras verse salpicada por casos turbios y que ahora se presenta como limpia de polvo y paja, virgen y prístina. Expertos en borrar la memoria histórica y en llenarlo todo de bulos. Atrás quedan los años de la mafia Gürtel, los sobres y maletines, las comisiones, los pelotazos y las fiestas de pijama y ron Brugal. El humo sucio de los Ferraris de la corrupción. Muy loco tendría que estar Feijóo para querer integrar en su proyecto a toda esta añeja tropa levantina de antaño. Pero también hay que estar muy mal para ponerse al lado del hombre del Ventorro y defenderlo a capa y espada y lo está haciendo sin pudor el gallego.
Vuelven los viejos roqueros del PP. Espeluzna ver al condenado Carlos Fabra bailando tan frescamente, en plena forma y como si nada en medio del mitin de Camps. El astuto expresidente de Castellón, siempre atento a las nuevas tendencias derechizantes, ha entendido en qué consiste el nuevo movimiento ultraconservador: en mover mucho las caderas, al estilo Trump, para dar show y espectáculo mientras no se habla de los problemas reales de un país. La verdad se difumina con el tiempo y ya nadie se acuerda de cuando Fabra ingresó en la prisión de Aranjuez por fraude fiscal y cuatro años de cárcel. En realidad, todo esto del trumpismo cachondopopulista ya lo inventó Fabra hace décadas y sin Twitter, es decir, a pelo, solo con la propaganda de los cuatro fieles voceros de Canal Nou. Así que no se puede decir que el gran cacique castellonense esté copiando al magnate neoyorquino, sino más bien al contrario. Trump es el fabrismo de Wall Street.
El mismo día en que el PSOE reventaba por dentro con los mensajes aireados por El Mundo entre Sánchez y Ábalos contra Page y Lambán (“los petardos que tocan los cojones”), en el PP bullía otra caldera también a punto de estallar. La paellada pepera del fin de semana viene a demostrar que hay más familias genovesas de lo que parece, que no todo es unidad, y que a Feijóo le ha salido otro grano en cierta parte. No tenía bastante con Ayuso (que ya le exige un congreso nacional sin más retardos) y ahora Camps. ¿Está amenazando con una escisión el expresident que salió de la política por la puerta de atrás por el caso de los trajes? ¿Puede emerger otro PP de esta guerra interna entre campsistas y mazonistas? No se descarta. Camps quiere su parte de la tarta, esa que le quitaron cuando lo apartaron por sus problemas judiciales hoy superados, ya que fue absuelto de todo. Feijóo tiene otra patata caliente entre sus manos. A día de hoy, la integración de ambas corrientes se antoja misión imposible (las dos facciones se odian a muerte y no solo por la infame gestión de la riada y los pactos del hombre del Ventorro con Vox, hay cuitas pendientes del pasado). El PP levantino huele cada vez más a pólvora, a fumata blanca. Un papa Luna cismático de la derecha valenciana se está forjando entre las ruinas de la dana, el odio popular contra los políticos y la calamitosa imagen de un señor como Mazón que da vergüenza ajena allá por donde pasa.