Pedro Sánchez, del terreno calcinado a buscar un pacto imposible

Sánchez propone un pacto de Estado imposible contra la crisis climática que aspira a abrir a la oposición y a las administraciones autonómicas y locales, en su mayoría gobernadas por el Partido Popular

22 de Agosto de 2025
Actualizado a las 16:44h
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Pedro Sánchez comparece en Asturias junto a la ministra Sara Aargesen (izquierda) y el presidente del Principado de Asturias, Adrián Barbón (derecha)

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, recorrió este viernes algunos de los parajes más castigados por los incendios en Degaña (Asturias). A pie de monte, acompañado por el presidente autonómico, Adrián Barbón, y flanqueado por dos de sus ministros clave en la gestión de la crisis (Sara Aagesen, vicepresidenta tercera y titular de Transición Ecológica, y Fernando Grande-Marlaska, responsable de Interior), Sánchez quiso subrayar un mensaje que trasciende lo coyuntural: la lucha contra los fuegos no se puede desligar de la lucha contra el cambio climático.

La visita, la cuarta que realiza esta semana, ha tenido un evidente cariz político. Frente a Barbón, un barón autonómico sanchista pero muy crítico con el cupo catalán, el presidente halló un terreno fértil para impulsar su propuesta más ambiciosa en materia ambiental: un pacto de Estado contra la emergencia climática, un pacto imposible porque no va a tener el apoyo de ningún partido, sobre todo del Partido Popular. Ambos coincidieron en anunciar que la próxima Conferencia de Presidentes, que tendrá lugar precisamente en Asturias, servirá como plataforma para empezar a dar forma a este gran acuerdo nacional, que el Gobierno quiere encaminar a partir del Consejo de Ministros del 26 de agosto. Antes, una comisión interministerial, comandada por Aagesen y Marlaska, pormenorizará la hoja de ruta de unas negociaciones que Sánchez aspira a abrir a la oposición y a las administraciones autonómicas y locales.

El presidente, en su comparecencia en el Puesto de Mando Avanzado de Somiedo y Cangas del Narcea, optó por un tono institucional y sin ataques explícitos a la oposición. Pero no dejó pasar la oportunidad de mostrar su apoyo a Virginia Barcones, directora de Protección Civil, después de que el dirigente del PP, Elías Bendodo, la tildara de “pirómana”. Sánchez, con gesto solemne, defendió su “dedicación y trabajo al pie del cañón”, transformando el dardo de Génova en un espaldarazo público a una de las responsables de la coordinación estatal en esta crisis.

El verdadero núcleo de su discurso, sin embargo, giró en torno al diagnóstico climático. “Asturias nunca había vivido de manera tan recurrente temperaturas por encima de los 40 grados”, advirtió. Y añadió con tono grave: “Todas las alarmas que la ciencia nos ha ido diciendo se han sobrepasado”. Frente a este escenario, Sánchez apeló a “redimensionar y redefinir” las políticas de adaptación al cambio climático y a levantar un entramado institucional que resista más allá de los ciclos electorales.

El terreno arrasado por el fuego se convirtió, así, en un símbolo del dilema de fondo: España ya no puede concebir los incendios forestales como episodios excepcionales, sino como una amenaza recurrente agravada por la crisis climática. Sánchez reclamó la implicación de todos los niveles de gobierno, desde los ministerios hasta los alcaldes de las zonas rurales, a quienes pidió información precisa sobre los daños para agilizar la declaración de “zonas gravemente afectadas” prevista en el Consejo de Ministros.

La escena en Degaña condensó, en definitiva, el giro político que Sánchez busca imprimir a esta crisis: del humo y las llamas inmediatas a la necesidad de un acuerdo de Estado que trascienda legislaturas. 

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