El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, pidió ayer, fiesta del 1 de mayo, Día Internacional del Trabajo, que el esfuerzo de los trabajadores “sirva” y que “España vuelva a funcionar” tras el apagón. Estamos, por tanto, ante una nueva ocurrencia o declaración absurda del hombre que no fue presidente del Gobierno porque no quiso. Es cierto que este país se vino abajo durante diez horas tras la caída del sistema eléctrico, pero el suministro se recuperó en tiempo récord, mucho más rápido que en otros países como Italia o Estados Unidos, donde los cortes de luz son más frecuentes y tardan días en recuperarse.
España ocupa el puesto 14 en el ranking de prestigio global de las 55 principales economías del mundo. Canadá, Australia, Noruega, Suiza y Suecia son el top 5, todos ellos tienen en común ser países ricos, con democracias consolidadas, considerados igualitarios y con una estrategia diplomática pacífica. Pero sin duda nuestro país se encuentra entre los países más desarrollados del planeta, no solo por su elevado PIB, también porque, según todos los estudios, es uno de los lugares más seguros, donde mejor se vive y donde sus ciudadanos gozan de mayor longevidad (por algo será). Por mucho que el líder del PP trate de proyectar la imagen de que este es un Estado fallido o bananero, no es cierto. Está promoviendo otra falacia, un bulo más. Esto no es Etiopía, ni Afganistán, tampoco Gaza. Contamos con servicios públicos (pagados con nuestros impuestos) capaces de reponerse de un fuerte golpe como el que hemos vivido. Y los informes y previsiones sugieren que España podría seguir creciendo económicamente el próximo año gracias a sectores clave como el turismo y la exportación. Todo ello por no hablar del elevadísimo grado de madurez social de nuestros ciudadanos, que supieron soportar con paciencia, organización y solidaridad las horas sin luz.
En apenas unas horas tras el apagón, el país se puso en marcha otra vez: los semáforos y vías de ferrocarril volvieron a funcionar con normalidad, los hospitales y centros de salud no sufrieron ningún daño (ni siquiera se interrumpieron intervenciones en las urgencias gracias a los generadores y equipos autónomos), las fuerzas de seguridad y Protección Civil controlaron la situación en todo momento e Internet se recuperó casi de forma inmediata. Ningún país bananero puede resucitar con ese nivel de organización y eficacia ante un golpe tan monstruoso como es la pérdida del servicio eléctrico de forma general.
Sin embargo, Feijóo sigue adelante con la técnica del catastrofismo y ha reivindicado “que los servicios funcionen”, que su dinero “no se malgaste” y que su país “no se apague de golpe”. La idea de que España es un Estado fallido (propalada por la extrema derecha para desestabilizar el sistema) no es de recibo. Y no debería jugar con ella el hombre que aspira a gobernar algún día. Si el Partido Popular pretende seguir contando como fuerza política con sentido de estado, no debería jugar tan a la ligera con estas cosas. Primero porque no es de buen patriota proyectar al exterior una imagen de país que no se corresponde con la realidad, contribuyendo a la leyenda negra de una España atrasada y tercermundista. Y después porque propagar bulos solo contribuye a destruir un poco más la democracia.
En ese sentido, las declaraciones de Feijóo y Abascal sobre el gran apagón en la Península Ibérica son prácticamente idénticas. No se han diferenciado demasiado. Es más, por momentos, el discurso del líder de los populares parecía incluso más duro. Patriotas de salón que no se lo piensan dos veces a la hora de hundir a su patria un poco más en los momentos más críticos. Por mucho que lo repitan no van a conseguir crear la sensación de que vivimos en el vertedero del mundo.