El paso de los años es igual para todos. O no. En política, mucho menos aún se puede aplicar esta máxima inapelable del discurrir inexorable del tiempo. Dos casos concretos de políticos de izquierdas que han sido referentes de la historia reciente de este país por el importante cargo que han ostentado evidencian que los tiempos cambian, las personas también y las ideologías otrora inquebrantables mutan sorprendentemente entre personas que creíamos rocas inamovibles con unas convicciones políticas a prueba de bombas o de ofertas más o menos espurias. ¿Por qué José Luis Rodríguez Zapatero y Felipe González apenas tienen hoy en común el haber sido presidentes del Gobierno de este país y poseer ambos en la actualidad el carné de militantes del PSOE?
La respuesta tiene difícil encaje en el complejo rompecabezas sociopolítico que son la Europa y la España de 2024, mucho menos aún si se introduce en medio de ambos la figura del actual presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, líder indiscutible de la izquierda en España y buena parte de Europa, prácticamente una ínsula Barataria en medio del empuje de todo tipo de fuerzas conservadoras y de extrema derecha, sin descartar formaciones directamente neofascistas, que actualmente ganan un peso indiscutible en los gobiernos estatales, autonómicos y locales del viejo continente, gracias sobre todo al blanqueamiento constante y sin pausa que supuestos partidos conservadores moderados vienen realizando de aquéllos por intereses puramente estratégicos y partidistas.
Así las cosas, las posiciones políticas de los expresidentes socialistas González y Zapatero no pueden ser más dispares en pleno 2024, aunque ambos siguen manteniendo el carné socialista y también supuestamente el ideario de Pablo Iglesias Posse de pe a pa. Bien es cierto que González es ex presidente desde 1996 y Zapatero desde 2011, uno tiene 82 años y el otro 63. González se quedó en el siglo veinte y Zapatero ha cogido la estela del siglo veintiuno con nuevos bríos sin dejar que el paso del tiempo lo vuelva un ente conservador de deambular más o menos zombi y renqueante, como se supone que le ocurre a todo aquel que denosta en apariencia el aburguesamiento pero en verdad se siente cómodo con las pantuflas delante de la chimenea un día intempestivo de invierno, porque a nadie escapa que ahí fuera siempre hace mucho frío.
Las apariciones públicas más recientes de ambos ex presidentes socialistas son completamente antagónicas. Mientras el ex dirigente socialista castellanoleonés ha tomado partido activo en defensa del liderazgo de Sánchez a las duras y las maduras, con un inesperado papel protagonista que nadie pensaba a estas alturas que iba a adquirir, el ex líder sevillano acepta gustoso platós de televisión de tinte humorístico para impartir soflamas completamente del gusto de la muchachada conservadora que puebla esos programas de hormigas de gomaespuma mientras jalea airosa sus invectivas contra la política del actual gobierno socialista de la nación, concordando plenamente con los discursos del principal partido de la oposición y poniéndole en bandeja el discurso de “socialistas buenos, socialistas malos” que el Partido Popular ha tomado como soniquete para desmontar las arriesgadas decisiones que ha tomado Sánchez en los últimos años. Quién iba a pensar hace solo unos años que dirigentes conservadores de este país se darían codazos para aparecer en la foto junto a Felipe González, el desvelo permanente de su referente histórico por excelencia que aún es José María Aznar.
Tampoco las alabanzas de la derecha al primer ex presidente socialista de este país paran de sucederse cuando se trata de atacar la política actual de Sánchez con el independentismo catalán. Pero el resultado de las últimas elecciones catalanas ha descolocado el discurso que venía manteniendo González en los últimos tiempos hasta el pasado 12-M, como se ha podido comprobar cuando pontificaba bromista este jueves a las hormigas y al hormiguero conservador que reía ostentosamente sus ocurrencias. El resultado insuficiente para el independentismo catalán ha vaciado de contenido el discurso de González y, en una huida hacia adelante que solo ríe la bancada conservadora de este país, el ex presidente socialista no ha tenido más remedio que encontrar otra cabeza de turco diferente a Sánchez hacia el que lanzar sus dardos: el propio Zapatero.
Ya se lo ha dicho a González hace solo unos días el activo Zapatero: “Quiere más al PSOE, quiere más al PSOE”. De momento, enarbolando un ejemplar de la Constitución del 78 en la mano, a quien únicamente quiere por encima de todos y de todo es a sí mismo. Encantado de conocerse. Pero ya solo la muchachada hormiguera lo jalea. El tiempo no pasa igual para todos, es evidente, aunque todos pinten canas.