Ocho años después, la Justicia sigue sin saber quién es el "M. Rajoy" de los papeles de Bárcenas

09 de Febrero de 2021
Actualizado el 02 de julio de 2024
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Reunión de la Junta Directiva del PP

En enero de 2013 el diario El País destapó lo que hoy se conoce como “los papeles de Bárcenas”, un registro contable elaborado por el ex tesorero del PP donde quedaban anotados los nombres y apellidos de los altos cargos del partido que supuestamente cobraban sobresueldos con cargo a la Caja B. En una de las casillas, entre los demás prebostes populares que recibían la “paguita extra” en negro, aparecía el nombre de un tal M. Rajoy (a partir de ahora diremos “M punto Rajoy”) y tal como era de prever se destaparon las especulaciones y elucubraciones de todo tipo. De inmediato, todas las miradas se dirigieron hacia el ex presidente del Gobierno –más que nada por la curiosa y casual coincidencia–, y el manda gallego enseguida se apresuró a decir que nada de lo que allí constaba era cierto, “salvo alguna cosa”. Hoy, ocho años después, Rajoy está retirado de la política y Luis Bárcenas ha vuelto a sentarse ante un juez para seguir tirando de la manta, esa frase que se ha puesto tan de moda. Aunque la Fiscalía Anticorrupción ha restado importancia a los nuevos datos aportados por el extesorero, la duda de quién es ese misterioso “M punto Rajoy” sigue estando en el aire. Para despejarla habrá que ver si finalmente se celebra el anunciado careo entre Bárcenas y el ex líder del PP solicitado por la defensa del contable, un cuerpo a cuerpo que promete ser más apasionante que aquellos combates del siglo entre Tyson y Mayweather.

Ahora bien, más allá del proceso judicial en marcha, ¿qué razones de peso, qué indicios racionales concluyentes hay para pensar que “M punto Rajoy” es, sin dudarlo, Mariano Rajoy? Ninguno hombre, ninguno. El mundo es un lugar muy grande y la estadística nos dice que puede haber cientos de personas que se llamen igual que el insigne gallego. Además, Pablo Casado nunca habla de ese tema, siempre balones fuera, chitón, cremallera total, de modo que no vamos a desconfiar ahora de un hombre que no miente nunca (salvo cuando va a Bruselas a chivarse a los hombres de negro del despilfarro de Pedro Sánchez con los fondos europeos y le pierde su delirante imaginación, alimentando la leyenda negra chavista sobre el presidente del Gobierno). De ninguna manera la anotación “M punto Rajoy” tiene por qué corresponderse con Mariano Rajoy, qué disparate, qué ocurrencia, y la mejor prueba de ello es que la Justicia española, que jamás ha dado muestras de tolerancia con el rico y el poderoso (salvo alguna que otra sentencia hipotecaria favorable a la banca) ni siquiera le ha concedido un mínimo de credibilidad a la historia. Que el nombre de Rajoy aparezca en los “papeles de Bárcenas” sobre la Caja B del partido no tiene por qué ser nada extraño, tal como prueba que a nadie en la Fiscalía Anticorrupción se le ha pasado por la cabeza, en todos estos años, que aquello podía ser sospechoso.

Por los relatos de Sherlock Holmes sabemos que la mejor forma de ocultar el arma de un delito, por ejemplo una pistola humeante, es dejarla a la vista de todos para que pase desapercibida (véase encima de una chimenea). Pero este no es el caso. El nombre “M punto Rajoy” estaba allí, anotado en los papeles, por pura y simple casualidad, porque a algún gracioso se le ocurrió garabatearlo para gastar una broma o jugarreta o por un extraño fenómeno de impresión espontánea y sobrenatural que ocurre una vez entre un millón, como las Caras de Bélmez, cosa rara pero no imposible. Sin duda, más que la fiscal general del Estado, Dolores Delgado, la persona que debería hacerse cargo de este misterioso caso es Íker Jiménez, que esto lo resuelve él en un plis plas llevando a Génova 13 a una médium bajita, regordeta y con gafas, como en la película Poltergeist, para que el espíritu de Bárcenas se le meta en el cuerpo, caiga en la escritura automática y sepamos por fin quién firmó aquel papelamen.

No, qué va, ni de coña. Hay muchas explicaciones y líneas de investigación que explorar antes de concluir a la ligera y a lo loco que “M punto Rajoy” es obligatoria y necesariamente Mariano Rajoy, una hipótesis de trabajo que debe ser siempre la última porque esto es España y aquí no se trabaja nunca con el método hipotético-deductivo científico y racional, sino con la intuición ibérica, la técnica bananera y echándole un capotazo al personaje importante. Es otro ritmo, otra manera de hacer, otra forma de trabajar. Ni mejor ni peor, solo distinta. En otras democracias occidentales serias y avanzadas las cosas son siempre lo que parecen siguiendo la lógica kantiana –uno más uno igual a dos; aquí hay colillas aquí han fumao; blanco y en botella leche–, pero Spain is different y rigen las leyes del realismo mágico, la fantasía berlanguiana y el esperpento valleinclanesco antes que la ciencia policial positivista y el Código Penal. El caso Bárcenas lo coge uno del FBI y acaba en un impeachment al presidente de padre y muy señor mío, pero en la piel de toro las cosas no funcionan exactamente igual y prima la lógica hispánica, aquello de Quevedo de poderoso caballero es Don Dinero, más el tema de la inviolabilidad, que vale lo mismo para expresidentes jubilados y para reyes eméritos.  

El asunto de la dichosa inscripción “M punto Rajoy” es complejo, difícil, críptico. El caso policial más arduo y enigmático de la historia del crimen. Un auténtico quebradero de cabeza, un galimatías que requiere de mucha técnica policial, de pruebas testificales y caligráficas, de informes periciales sobre la tinta china empleada, de la opinión de criminólogos expertos de reconocido prestigio y de la participación de los mejores investigadores nacionales y de la Interpol. No se vaya usted a creer que esto se resuelve en cuatro días. La prueba palpable es que va ya para ocho años y seguimos sin saber quién demonios es “M punto Rajoy”. Y lo que te rondaré morena.

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