Las encuestas electorales, fuera de período electoral, no tiene una gran fuerza predictiva. Están muy condicionadas por varios factores que las hacen depender de lo coyuntural en mayor grado que en períodos propiamente electorales, como ahora se verá. Sin embargo, sí tienen la capacidad de mostrar las tendencias electorales de ese momento, pues si se sostienen en el tiempo muestran ya algo más que lo meramente coyuntural. La aleatoriedad de los momentos concretos da paso a cierta consolidación cuando encuesta tras encuesta se muestran correlaciones claras.
En las encuestas fuera del tiempo de voto se suele reflejar: la presión o no de los medios de comunicación por un tema concreto, por ejemplo, un aumento en los precios, una bajada de impuestos, etcétera; la aparición de un caso de corrupción de uno o varios partidos; el cansancio con la disputa partidista; la lejanía de las elecciones que no permiten al encuestado tener una seguridad total respecto al voto, especialmente cuando se duda si votar o no, o se duda entre el partido preferido o el voto calculado para impedir que ganen los del espectro contrario; y así con unos cuantos condicionantes más. Normalmente, aunque la mayoría de medios y encuestadoras no ofrecen esos datos (aunque deberían por ley), el número de indecisos es mayor y son las proyecciones de las encuestadoras lo que acaba conformado el resultado final. Por ello es más un apunte concreto lo que reflejan que una situación “perfecta” de voto.
Ahora bien, como se adelantó, si esas perspectivas se van repitiendo encuesta tras encuesta, encuestadora tras encuestadora (excluyan aquí al CIS en los datos globales), lo que era coyuntural pasa a ser una tendencia sólida. Esto no quiere decir que no se pueda revertir, especialmente cuando el tiempo hasta la siguiente elección por la que se pregunta es lejano o se entiende lejano, puede haber ese cambio de tendencia pero tienen que incidir muchos acontecimientos importantes para ello.
¿En qué situación se está en la actualidad? Existe una tendencia clara, que ya no es producto de una sola encuesta, ni un solo día, de un aumento de voto en favor del PP (miren la página de Electomanía). Tanto en las encuestas para generales como para diversas regionales se observa que Alberto Núñez Feijoo sube en la intención de voto. Muy cerca de la mayoría absoluta, bastaría con una abstención mayor por el lado izquierda para lograrlo, o de una mayoría suficiente para pactar, bien con Vox, bien con el PNV, por ejemplo. Algo se está solidificando ahí y buena muestra de ello es la obsesión del Ejecutivo con la presidenta de la Comunidad de Madrid.
¿Por qué se preguntarán ustedes? Por aquello del enemigo de mi enemigo es mi amigo en versión castiza. Si ensombrecen a Feijoo con la presidenta, igual pueden incidir en peleas internas. Si generan una especie de mártir igual Feijoo tiene las cosas más difíciles allende las fronteras madrileñas. Un error como cualquiera de los que cometen en Moncloa, donde las luces no es lo que más abunda. Resulta que el PP, comandado por Feijoo, sube constantemente y se potencia su figura supuestamente moderada. Mucho comunicólogo pero de Ciencia Política, de la de verdad, no la obtenida en cuatro meses y dos libros malos, no tienen ni idea.
En el otro campo, el de Pedro Sánchez y el PSOE sanchista el dilema es distinto. No supone ganar, al menos de momento, sino no perder más. Esto es, no llegar a su suelo electoral del 22% que estableció el propio presidente. Ahora está acomodado en un 28% aproximadamente, entre otras cosas porque está teniendo una transferencia de voto de parte de lo que hay a su izquierda. Pero ¿seguirá esa transferencia o comenzará a aumentar el abstencionismo? No hay nada mejor que comparar tendencias con las elecciones regionales. En Galicia se observó que fue para abajo. En el País Vasco las encuestas muestran que también pierde bastante voto, aunque podría ser decisivo junto al PNV o EH Bildu (¿o dudan que se bajarían los pantalones con tal de mamar de lo público?). En Cataluña se mantiene el PSC pero…
...el sistema catalán es peculiar.
El PSC ha recogido en buena parte todo el voto que perdió con los Comunes y con Ciudadanos en etapas anteriores. No son especialmente españolistas sino todo lo contrario, pero impiden que buena parte de aquellos se pasen al otro lado. Esto es tan importante como el hundimiento por su izquierda y derecha de partidos que le restaban. Son votantes que difícilmente votarían al PP y mucho menos a Vox y ahí siguen. Ahora bien, si ganando las elecciones no gobiernan y dejan a ERC o Junts la presidencia eso supondría cambios en el resto de España. Lo que pase en el País Vasco, por extraño que parezca (no es extraño son falencias de los medios de comunicación y de los columnistas mediocres), no tiene la misma incidencia que lo que suceda en Cataluña. Por tanto, lo que está obligado a hacer Sánchez allí puede tener mayor repercusión en el resto de España. Y está obligado porque él solo se ha metido en ese berenjenal.
Si a esto se le añade que tras todo esto vienen las elecciones europeas, unas elecciones donde los españoles son muy dados a castigar a los partidos “más potentes”, puede generar una imagen de derrota constante que puede llegar a posibilitar, bien trabajado desde los gabinetes de los partidos de oposición, un aumento de la pérdida de voto. Ese 28% constante actual puede peligrar hasta bajar a cifras cercanas al 22% de suelo sanchista. Y como esa tendencia de mayoría casi absoluta de Feijoo se asiente, ya puede salir desnudo subido al techo del Falcon. Si no saben vender los buenos datos macroeconómicos, como para subvertir tendencias electorales. Hasta el momento no ha logrado Sánchez cambiar la orientación de voto. Eso lo hacen los líderes de verdad, no los chusqueros de la demagogia y la división.