Escondido tras una rala mata de arbusto que en otra época hubiera sido un espléndido enebro, Abdón, contempla la caravana de peregrinos que se acerca por el camino. Una treintena de hombres, mujeres y unos pocos niños, caminan despacio, con semblante triste, como si fueran el cortejo de un funeral. Todos tienen cara de pena. Todos tristes y ojerosos. Todos son migrantes del norte de Europa que llegan en masa, cada día, cada noche, cada amanecer en busca de un lugar en el que el terreno no esté completamente helado las 24 horas del día. Un lugar en el que sus hijos no mueran de frío si son capaces de sobrevivir a la hambruna que es generalizada en todo el continente.
El cielo está nublado como tantos otros días. El termómetro hace tiempo que no sobrepasa una máxima de 5 grados. Por la noche siempre hiela. No cae una gota de nieve, ni de agua, ni de nada. Cuando llueve, que suele ser en verano cuando la temperatura es algo más templada llegando a los 15 grados los días de más calor, lo hace en forma de trombas de agua que se llevan por delante todo lo que encuentran en su camino hacia el mar. Vientos de casi trescientos kilómetros por hora que todo lo asolan acompañan a las torrenciales lluvias.
Abdón observa escondido porque ya no hay confianza entre seres humanos. En las propias caravanas de migrantes, europeos por el norte y africanos por el sur, los asesinatos por un mendrugo de pan, una patata o cualquier otra cosa que llevarse al a boca son habituales. El hambre es mucha y hace tiempo que se perdieron las formas. Los gobiernos usaron la fuerza bruta durante un largo tiempo. Policías, guardia civiles y militares eran utilizados como muros de contención ante las masas arengadas que reclamaban acciones, porque tenían hambre y porque necesitaban justicia social. Unos poquitos seguían derrochando y tirando comida mientras otros, miles, morían cada día de hambre, frío e inanición. Cuando la situación se volvió tan complicada que ya ni los ricos tenían modo de seguir con su modo de vida, dejaron de suministrar agua, alimentos y condiciones a los militares, policías y guardia civiles que se echaron a la calle y comenzaron la rapiña. El mundo se volvió un lugar inestable en el que desde entonces, gobierna la ley de la selva. El más fuerte sobrevive, el débil muere.
Algunos se organizan, como los que ahora observa escondido Abdón desde su cobijo, para buscar en conjunto un lugar en la zona cálida en la que asentarse. Juntos, se protegen de maleantes, de otros seres humanos que salen a la caza diaria de personas a las que robar aquello que se puedan llevar a la boca o que puedan utilizar como intercambio de comida. El problema es que ya no quedan sitios dónde establecerse. La España que llamaban vaciada en la que hace treinta años no quería vivir nadie porque no había servicios, hoy está llena de gentes venidas de lejanos lugares. Una mezcla de seres humanos rubios, morenos, de tez clara, de tez negruzca, completamente albinos o completamente negros.
Nada sucede de repente. Desde principios de siglo los expertos hablaban de los efectos del cambio climático. Ningún gobierno se tomó en serio sus proclamas. Luego, estudiosos del comportamiento de la corriente del Atlántico Norte, demostraron con cifras que era responsable de que en España no hiciera tanto frío como en las mismas latitudes de la costa atlántica de USA. Unos pocos años más tarde, advirtieron que esta corriente podría colapsar y que entonces nada sería igual. Pero todo el mundo seguía con su ritmo de vida, sus terrazas, su fútbol, los gobiernos con sus tejemanejes, sus armas, sus guerras. Los primeros datos hablaban de finales del siglo XXI como fecha probable del colapso. Luego se habló de que todo sucedía más deprisa de lo esperado y se hablaba de 2050. Y al final, en el invierno-primavera del 2029, la corriente colapsó y empezó a nevar copiosamente en el norte de Europa. Gran Bretaña sufrió una hambruna que se llevó por delante a más de la mitad de su población con temperaturas más propias del Polo Norte que de la campiña inglesa. Dinamarca, Alemania, el norte de Francia, todo un vasto territorio se convirtió de pronto en algo parecido a la estepa siberiana.
Por el contrario, en la zona sur, desde Despeñaperros hacia el ecuador, el calor era insoportable. Dejó de llover aún menos de lo poco que ya era habitual. Todos los invernaderos de Armería y del norte de Marruecos acabaron asolados por el calor y la falta de agua. El hambre se extendió por toda Europa. Las cosechas de cereal mermaron en un 70 % ya que los ciclos se acortaron. Todo el que tenía poder y dinero acabó mudándose al hemisferio Sur. Australia y la zona de Sudafricana se volvieron inestables debido a la cantidad de migrantes que tuvieron que acoger. Los que no pudieron ir al sur, intentaron llegar a la Península Ibérica, al Sur de Francia, Italia, los Balcanes, Rumanía, Grecia. En todos los países había rapiña, luchas intestinas y muertes por cosas que hace una década hubieran horrorizado al mismo Hitler. El egoísmo que ya era mucho, se volvió aún más cerril. No hay leyes, ni gobiernos, ni nadie que garantice un mínimo de sociedad.
Cada aldea, grupo, centro o concentración, establece sus propias normas y los enfrentamientos entre comunidades vecinas con resultado de masacres están a la orden del día. Algunos, como Abdón, sobreviven en espacios naturales cerrados, casi inaccesibles si no conoces el acceso. Pero tienen que estar siempre alerta porque si descubren dónde están y como llegar, acabarán arrasándolo todo.
El fin de la sociedad humana, se ha consumado.
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El fin del camino
Mientras la candidata del castor, Teresa Ribera, estará celebrando los 70.000 euros del sueldazo Nescafé de su acta de eurodiputada, (otra Champions para Florentino), los científicos llevan unos años advirtiendo de un suceso que llevan tiempo pronosticando y que parece que va más deprisa de lo esperado.
La Corriente del Atlántico Norte. (AMOC)
Las corrientes oceánicas se conocen desde hace siglos. Algunas fueron usadas en los viajes de los barcos de vela. La que circula en el Atlántico Norte, el agua superficial cálida y salada, que se encuentra cerca del ecuador, se desplaza hacia Groenlandia, a través del Caribe, el golfo de México y fluye a lo largo de la costa este de USA para atravesar el Atlántico en dirección a Europa, trayendo calor al continente. Según va hacia el norte, va perdiendo calor, y se vuelve más densa, lo que hace sumergirse a más profundidad y arrastrar agua de otras partes del Océano.
El calentamiento del planeta, fruto del cambio climático, está produciendo un inusual deshielo de glaciares y del hielo permanente de Groenlandia. Esto está diluyendo la salinidad de la corriente (AMOC) impidiendo que se hunda y por tanto debilita el aporte del agua de los límites de esa corriente. Eso a su vez, hace que se enfríe antes y que por tanto, que transporte menos calor hacia el norte, lo que a su vez debilita su fuerza de arrastre y por tanto que se pueda acabar llegando a detener.
Modelos:
Según este estudio, desde mediados del siglo XX, la corriente se ha ralentizado en un 15 % y se halla en el punto más débil del último milenio.
Con cada estudio, los plazos de este colapso del AMOC se están volviendo más preocupantes. Según el profesor Stefan Rahmstorf, entre el 35 y el 45 % de los modelos, el AMOC colapsará en la década de 2030 (se empezó hablando de 2100, luego de 2050 y cada vez el margen se acerca más a nuestros días) como consecuencia del Cambio Climático.
Datos actuales como los de este estudio, advierten del cambio de salinidad del agua en el Atlántico Sur entre la Ciudad del Cabo y Buenos Aires.
Consecuencias:
Si, como prevén los modelos, el AMOC se acaba deteniendo (colapsando) la selva tropical del Amazonas, el pulmón de la tierra, sufriría un colapso irreversible al cambiar las estaciones secas y las húmedas. No habría monzones en África Occidental o la India. Se recalentaría el hemisferio sur, mientras que el norte de Europa (desde más o menos el paralelo 43) soportaría temperaturas gélidas, vientos más fuertes y menor cantidad de precipitaciones. Habría una desertificación y calentamiento general del área mediterránea y en los subtrópicos. Y llovería mucho más en Australia o Sudáfrica. El hielo marino se extendería hacia el sur desde el Ártico hasta el Atlántico Norte subpolar, y el hielo marino antártico se extendería hacia el norte
Que los gobiernos sigan montando conflictos bélicos y recalentando la tierra con sus armas, sus explosiones y sus tejemanejes. Que la orquesta siga tocando, las terrazas invadiendo las aceras y los turistas contribuyendo al colapso porque la vida son dos días y es efímera.
¿Y nuestros hijos?
Salud, república y más escuelas.