En el año 2005 se filtró un informe del gigante financieroCitigroup, que sin pretenderlo, dio la razón a todos los que llevaban siglos denunciando la perversión que escondía el sistema capitalista. En aquel estudio, que el grupo dirigió a sus inversores más influyentes, se analizaban las condiciones del capitalismo en la fase que ellos llamaban “plutocracia”, jactándose de que en Estados Unidos una minoría adinerada controlaba ya todos los resortes del poder. Ese modelo que se estaba extendiendo por todo el mundo, tenía sin embargo un problema que ellos lamentaban: y es que las masas, a pesar de su escaso poder económico, seguían conservando el voto. Según Citigroup, lo que ellos bautizaron como “campesinos”, habían sido dóciles con el sistema en la esperanza de que ellos podrían llegar algún día a formar parte de la élite, pero ese tímido equilibrio podía fallar en cualquier momento si esa mayoría despertaba, y descubría de repente que lo del sueño americano era mentira.
Esa contradicción entre capitalismo y democracia no era la primera vez que se planteaba desde luego, pero pocas veces hemos tenido conocimiento de un análisis tan sincero sobre lo que piensan los poderes fácticos de cómo funciona el mundo que ellos mismos han creado. Resulta que lo que sospechábamos era verdad, y a la gran burguesía que un día enarboló la bandera democrática para acabar con el antiguo régimen, ahora le sobran las libertades. Y esto ocurre porque cada vez le resulta más difícil dirigir el voto de la gente, a pesar del bombardeo constante que hacen en los medios de comunicación para controlar a la opinión pública. No se puede tapar el Sol con una mano siempre, y parece que los campesinos están agitándose. Y eso no es bueno. Al menos para sus intereses.
A nadie se le escapa que la misma aparición en escena de la ideología neoliberal, está íntimamente ligada a las dictaduras. El Chile de Pinochet fue el escenario elegido para crear el primer laboratorio neoliberal.Los Chicago Boys discípulos de Milton Friedman, tuvieron todas las facilidades del mundo para poder implementar su política, gracias a la represión de hierro que ejerció la dictadura chilena al llegar al poder. Pocas queja iban a haber desde luego con las cárceles y los cementerios llenos de activistas, y por eso Chile fue el escenario perfecto para presentar al mundo la nueva fase del capitalismo. Otros países democráticos como los anglosajones, también probaron estas políticas tempranamente, pero desde luego ni Thatcher ni Reagan llegaron tan lejos como a ellos les hubiera gustado. Se encontraron con el muro de la gente que podía protestar y votar libremente.
Hubo que esperar a la caída del muro para que el neoliberalismo se fuera extendiendo por todo el orbe. Las viejas socialdemocracias europeas ya no eran necesarias, pues se había acabado el miedo al comunismo, y esto, unido a las ansias de enriquecimiento de las élites, es lo que nos ha traído hasta aquí. Del mismo modo que el “Milagro Chileno” se topó con la realidad de la crisis de la deuda, el modelo de crecimiento neoliberal también falló en el resto del mundo. Sobrevino la gran crisis de 2007 que tambaleó toda la superestructura sobre la que se asentaba el sistema, a pesar de que este sobrevivió. Y no sólo eso. Además el capitalismo neoliberal ha sido capaz de pasar a la ofensiva, dándose la paradoja de que los mismos que nos llevaron a la crisis, son los que están dándonos la receta para salir de ella, volviendo a las mismas prácticas desastrosas que la provocaron. Ante esta situación, la gente está identificando al enemigo, aunque lamentablemente no existe hoy una alternativa lo suficientemente fuerte para dirigir ese descontento. Por el contrario, el capitalismo puede estar cambiando otra vez para garantizar el mantenimiento del sistema.
Efectivamente aunque algunos no lo perciban, el capitalismo no es un modelo económico constante, ya que desde su aparición ha estado en continua transformación. El politólogo Fred Halliday ya nos advirtió a principios de los noventa, de que uno de los motivos principales de la derrota del comunismo, había sido precisamente que había minusvalorado la capacidad de adaptación del sistema capitalista. Y es que, cuando no tuvo más remedio, el capitalismo fue capaz de transformarse en socialdemocracia para garantizar su supervivencia. Y hoy, aunque no tenga enemigos enfrente, ese mismo capitalismo –ahora neoliberal-, está teniendo problemas para mantener el orden, con lo que cabe esperar que vaya a producirse una nueva mutación que garantice a la oligarquía su poder.
Lamentablemente, con una izquierda que se ha rendido ante el sistema y que parece que tan sólo pretende llegar de nuevo a la socialdemocracia, la iniciativa para el cambio probablemente vendrá de la oligarquía. La próxima aparición de capitalismos autoritarios es un peligro real, y ya hay hasta teorizaciones como las de Jason Brennan (Against Democracy, 2016), que proponen incluso restringir el derecho al voto. Mientras eso se está forjando, demostrando cada vez con más evidencias que el capitalismo se ha convertido en un sistema incompatible con la democracia,nuestra izquierda duerme. Y lo hace avergonzada. Incapaz de proponer cambios reales y limitada a luchar por leves reformas y la consecución de algunos derechos civiles. Una pena desde luego, porque los campesinos no van a tardar demasiado en poner en guardia al sistema, y con una izquierda ausente, me temo que la única salida será por la derecha. Espero equivocarme, pero si no despertamos, en muy poco tiempo tendremos capitalismo pero no democracia.