Primer gran acuerdo de la legislatura. PP y PSOE acuerdan subir el salario mínimo un 8%, la mayor subida en 30 años. La medida afectará a medio millón de trabajadores más los dos millones que están indexados al salario mínimo. También afectará a becas y ayudas. ¿Disparará el paro como dicen los liberales y empresarios? No lo creo. Desde luego no un 8%.
Segundo acuerdo: retoque en el sistema de cotizaciones: se puede cotizar más a cambio de una promesa de mejorar las pensiones más altas. ¿Objetivo? Mejorar la recaudación de la Seguridad Social, en números rojos desde hace meses. El Fondo de reserva se acaba el próximo verano y la reforma -la de verdad, no los apaños- es urgente.
¿En qué consistirá la reforma del ‘Pacto de Toledo’? Avanzar hacia la separación de fuentes. Si las pensiones de viudedad y orfandad salen del sistema y se financian con presupuestos, otorgaría al sistema un margen de unos 25.000 millones, una cuarta parte. ¿Quién financiaría las prestaciones que salen del sistema? Obviamente el presupuesto. España se sitúa en el 10,5% de PIB destinado a pensiones. Hasta el 14% de Francia, queda margen, dicen.
Obviamente eso exige ajustes. O bien recortar otras partidas o bien incrementar los ingresos. La solución inmediata es la tributaria por la vía de los impuestos especiales al alcohol (sin cerveza ni vino) y tabaco. Incremento de ingresos sin elevar el coste social. Juan Español, aplaude. “Más tenía que subir”, dicen los puritanos que en España son.
La última novedad es el ‘impuesto Coca-cola’. Sus azúcares son malos malísimos, así que palo fiscal a las bebidas refrescantes azucaradas. ¡Toma chispa de la vida!
Pero esto no es lo más importante. Lo relevante es la reforma de la Constitución. El PSOE presiona y gana. El PP cede con la boca pequeña. “No abramos debates que no podemos cerrar”, dice Soraya.
En el fondo se sigue el guión que sólo Margallo se atrevió a verbalizar. Por eso está fuera: por ‘boca-chanclas’. El informe del Consejo de Estado de 2.006 ya planteaba áreas de reforma constitucional. Y el guión consiste en eliminar todas las referencias morales que todavía quedaban en las maltrechas costuras de la Carta Magna. Adiós a la referencia a la Iglesia Católica, ‘au revoire’ al estado aconfesional para dar la bienvenida al estado laico. Derecho a la vida, matrimonio y familia, descafeinado.
¿Y Cataluña? Aquí habrá que hacer círculos cuadrados mayores incluso que reconocer las diferentes nacionalidades. Se harán. A pesar de que la sabia advertencia de Julián Marías: “no hay que tratar de contentar a quien no se quiere contentar”.
Por lo demás, Ciudadanos se ha convertido en una alternativa cada día más irrelevante. Ha quedado fuera de todas las negociaciones y gestiona su ‘ataque de celos’ en silencio. Tras la deriva nacionalista de Arrimadas, el emblema españolista se ha desinflado. Y es que ya lo dice el refrán: dos que duermen en el mismo colchón, se vuelven de la misma condición. Rosa Díez -todavía existe- aprovecha el desliz para hacer leña del árbol caído: “¿La renovación era esto?”.
Por su parte, Podemos insiste en su suicidio político apuntándose a la marginalidad. De escrache en escrache y no tiro porque me quedo fuera. Pobre Errejón…
El anzuelo del pescador
- Báñez, la silente. La ministra de Empleo recibió este jueves el premio secante (poco transparente) que otorgan los periodistas económicos. Lo recoge con deportividad: “Estoy segura de que Rajoy valorará que soy de los ministros que menos ruido hacen”. Toda una declaración de principios.
- El ‘Popu’, a la deriva. Tras fracasar el proceso de fusión con Sabadell, los accionistas destronan al presidente y nombran sustituto. Guindos apoyó el ‘golpe de Estado’, según El Economista. Puro liberalismo económico…
- Cifuentes, intolerante. La presidenta de la Comunidad de Madrid cesó recientemente a su viceconsejera de Educación, Carmen González. Presuntamente González sostuvo que el acoso al colegio Juan Pablo II estaba siendo excesivo. Este jueves, el consejero de Educación confirmó que el centro no incumplió la normativa.