Desde lo políticamente correcto, cuyo fin radica en arrumbar las discrepancias intramuros las organizaciones y así eliminar el mundo de las ideas que proyecta propuestas, se está imponiendo el buenismo. De izquierda a derecha se manifiesta que no solo sirven los discursos armados, lo que hay que hacer es transmitir emoción, empatía, y ser simpatic@s. Menuda majadería. El ex presidente francés socialista Hollande no destacaba por tales virtudes. Todo lo contrario, era un hombre con cara de palo, con un proyecto definido. Los partidos, es su obligación, deben salir a ganar por si mismos, sin forzar concordatos de antemano; un poco de coraje falta, o mucho. Encima cargos del PP, buscando alianzas tras las próximas autonómicas/ municipales, realizan guiños a VOX, cargados de encanto, y los barones de mi partido a Cs. Empero, la nao de los naranjas orza ora a babor ora a estribor, desbrujulada, instalada, o intentándolo, en las jarcias, la cuadratura del círculo, lo que hasta la fecha solo han logrado los irrepetibles Felipe González y Alfonso Guerra. De Cs hay que fiarse lo mismo que un torero de un burel tuerto. Bien es cierto que la base de la política es el diálogo y el pacto, siempre que no suceda con los que, apoltronados en las instituciones, pretenden dinamitarlas.
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