El 17 de agosto todos los electos confirmados por la Junta Electoral Central tendrán sueldecillo, algo que aliviará tensiones entre unos y otros. Se conformarán las Cortes Generales y a partir de esa fecha quien presida el Congreso tendrá en su mano el control del tiempo para las votaciones que elegirán o no al presidente del Gobierno. No piensen que en esos casi quince días van a hacer cosas en Congreso o Senado, no. Se irán de vacaciones porque no hacer nada cansa mucho. Será en septiembre cuando ya se podrá saber si Alberto Núñez Feijoo ha logrado apoyos, si ha sido Pedro Sánchez o si nadie tiene apoyos y se vuelve a votar.
Feijoo nada que hacer
En el PP se han quedado con cara de gilipollas, sí, así de claro, porque llegaron a creerse las encuestas y se veían vencedores con mucha claridad. Que no hayan logrado apenas despegarse del PSOE igual tiene que ver por cometer todos los errores posibles durante la campaña (como se advirtió aquí hace tres semanas); por quedarse sin un apoyo por la derecha pues encargaron a los medios afines (vamos los que cobran de sus distintos gobiernos) laminar a Vox; y por ser los principales azuzadores del voto a los partidos a su izquierda.
Porque sí, ha sido el PP el que ha avivado el supuesto voto del miedo. Aunque los medios cavernícolas, esto es, los postmodernos progresistas que solo muestran reflejos, se lanzaron contra Vox por prohibir revistas en valenciano, por cancelar obras de teatro, por retirar bancos multicolores y aumentarse exageradamente el salario, todo eso se hizo con el consentimiento y la anuencia del PP. Si no hubiesen trincado las presidencias regionales en cuanto se pudo; si hubiesen dicho a sus socios que se contuviesen con cafradas (que sí que las apoyan pero pensando en las elecciones); si no hubiesen mentido con tanta desvergüenza (¿qué necesidad había de mentir cuando soplaba el viento a favor?); si no hubiesen hecho el tolai con el “Que te vote Txapote”, igual hubiesen obtenido más votos… los dos.
Pero como son unos unga-unga y todo lo hacen por sus cojones (al saber que tienen comprada –con el dinero de sus impuestos, lector– a la mayoría de la prensa nacional, regional y local) pues se han quedado sin posibilidades de pacto. Por un lado, los nacionalismos burgueses, vamos los iguales del otro lado de la ría, no quieren ni acercarse a Vox. No por una cuestión de clase, son los mismos perros con distintos collares, sino porque tienen partidos que les compiten los cargos y los dineros en sus regiones. Por el otro, después de insultar al presidente del Gobierno, sabiendo de la soberbia del tipo, tampoco obtendrán una abstención o gran coalición. Nada que hacer por este lado.
Los pactos por la izquierda no tan claros
Sánchez y socios brilli-brilli (que han perdido casi nueve diputados) se ven continuando en Moncloa. Incluso los votantes de unos y otros están celebrando… pero el qué. ¿Están seguros que ERC, Bildu, BNG, PNV y Junts van a votar a favor del gobierno Sanchezstein? No está tan claro y deberían volver a mirar los datos electorales de todos los partidos regionales y pensar en sus dilemas regionales. Con el BNG habrá que ver porque compite con el PSOE por ser segundones o poder coaligarse. Podría ser un voto caro y dejar que el PSdG se hunda más en favor del nacionalismo gallego. Ya se verá, no es que a Sánchez le preocupe demasiado el PSdG.
Ahora bien en Cataluña y País Vasco las cosas son bien distintas. Comenzando por los últimos EH Bildu está conformándose como primera fuerza vasca, algo que desmonta todo el nacionalismo peneuvista de cuasi-partido único, controlador y protector de las riquezas de Neguri y las cooperativas guipuzcoanas. Sin poder les capan la boina roja y hasta tendrían que ponerse a trabajar. ¡Con lo jesuíticos que siempre han sido, ahora trabajar! Por tanto, el PNV pudiera ser que no pactase tan alegremente con Sánchez o exigiese una preferencia para que se note quien manda en Madrid. No es obvio el pacto o a qué precio.
En Cataluña ERC se ha comido los mocos. Junts les ha empatado y les disputa la hegemonía del trozo de tierra nororiental de España. La caída a la mitad es un serio aviso para los burgueses nacionalistas disfrazados de izquierdistas de Cataluña. Ese conchabeo con el mal, esto es, con el Gobierno del Estado opresor español, les ha penalizado en las elecciones. El PSC vuelve a ser la primera fuerza catalana y, además, el sumarismo de los pijos de ciudad también está rondando por ahí. En Cataluña al igual que en el País Vasco la disputa por la centralidad del proceso, a ninguna parte pero proceso, podría impedir un acuerdo como el último con Sánchez. Y si unos pactan los otros, no les ha ido mal con esa táctica, crecen y trincan los cargos y el presupuesto.
Elecciones en diciembre
En esta ocasión Sánchez necesita a todos los partidos que no son PP y Vox (UPN es una mala sucursal carlistoide del PP) y no será sencillo por los equilibrios regionales de unos y otros. Con estas elecciones han comprobado que el juego anterior les pasa factura electoral y eso hace cambiar el panorama pactista. Pese a que todo el mundo piensa, con razón, que Sánchez pactará con quien sea y por lo que sea, el problema es que habrá vetos cruzados y peticiones contradictorias, llevando la negociación a un callejón sin salida probablemente. Con que PNV y Junts digan que no, todo el castillo de naipes se caerá como si una leve brisa hubiese entrado por la ventana monclovita.
Descartada la Gran Coalición por los personajes que están al mando de los partidos, descartados los pactos por la derecha y muy complicados los pactos por la izquierda, solo queda el bloqueo institucional y la repetición de elecciones. Diciembre espera al fondo y el Capital no tiene prisa porque gane quien gane es de los suyos. Y no, no piensen en el tiralevitas de Garamendi, ese es un “mandao”, sino en la verdadera coalición dominante a nivel supraestatal. No se alteren, ni celebren porque se volverá a elecciones a final de año, algo que no importa a Sánchez porque así presidirá la UE todo el semestre.