Después de demasiados años de crisis, donde un gran número de españoles han pasado a engrosar la lista de parados de larga duración, después de que hubiese muertes, ha llegado el momento, donde un ministro del PP ha reconocido la existencia de una realidad, la "pobreza energética".
Esta situación la vive un número demasiado grande de familias en este país, el año pasado en España se registraron más de medio millón de cortes de luz por impago.
¿Pero cuan de efectivo es este Real Decreto Ley aprobado ayer?
Si comenzamos analizando su objeto, la pobreza energética severa, esta no cubre la totalidad de la población afectada por pobreza energética, y tampoco protegería a las familias que podrían entrar en este supuesto, pero que se encuentran en situación de vivienda recuperada.
No garantiza por sí misma el fin de los cortes de suministro a las familias vulnerables (solo a las catalogadas como severas), ya que haría falta definir los baremos de esa vulnerabilidad, los procedimientos y protocolos para parar los cortes.
Por si esto no es suficiente, habrá que esperar varios meses para que sea efectiva su aplicación, por lo que en los meses de más necesidades energéticas en los hogares, nos encontramos con la misma situación de desprotección.
Por otro lado, muy hábilmente el gobierno central se ha quitado "el muerto de encima", ya que con las medidas aprobadas, serán las comunidades autónomas y las empresas eléctricas las que se harán cargo de las facturas impagadas de la luz.
Dando a los servicios sociales autonómicos, que como sabemos, no siempre funcionan homogéneamente en todos los territorios, el puesto de mediador entre consumidores y eléctricas.
Paralelamente nos encontrábamos con el circo político, donde los celos de Ciudadanos por la falta de amor y compromiso del PP, después de jurarse incondicionalidad, hacían emanar reproches sobre correos electrónicos, como si de cartas de enamorados peleados estuviésemos hablando.
Lo cual se podría entender ya que el PP y PSOE solo tienen ojitos el uno para el otro. Uno porque está acostumbrado a trabajar en bipartidismos, y es de costumbres arraigadas (PP), y el otro porque después de favorecer la formación de gobierno a su adversario histórico tiene que dejar claro que es la verdadera oposición.
Mientras Podemos, mirando desde la barrera como le arrebataban una de sus banderas de lucha social, con la que llevaba tiempo trabajando para sacar al pueblo a la calle. Su disgusto y correspondiente rabieta era de esperar, ya que el PSOE le había metido un verdadero gol por la escuadra.
En la España que yo quiero no deberían existir conceptos como pobreza energética. Los partidos políticos no jugarían con las definiciones, los tiempos, los procedimientos ante un problema gravísimo como éste, que lleva consigo muertes en nuestro país.
En la España que yo quiero los ciudadanos estarían por encima de los grandes lobbies energéticos.