He estado unos días fuera, desconectándome de la realidad externa lo más posible y ya he vuelto al mundanal ruido, sobre todo si se tiene en cuenta la fiesta sanferminera en la que vive Pamplona durante estos días.
Y claro, como las plantas cuando las dejas sin regar, tampoco el blog ha sido alimentado desde mi partida y está pidiéndome materia prima.
He estado calibrando qué tema elegir de todo el abanico que veo extendido a mi alrededor, y me he decantado por el tema de la sequía veraniega. Éste es un fenómeno muy común y recurrente en los medios de comunicación. Ante la escasez de verdaderas noticias, cualquier cosa sirve para ocupar el espacio asignado.
Pero el título también deja entrever el actual monotema mediático: el aparente drama de la «crisis climática», antes conocido como calentamiento global. Como lo del calentamiento ya no cuela, ahora no ponen mucha energía en ese término.
Y no, no soy un negacionista del cambio climático. Tengo muy claro que el clima cambia… pero es que no ha dejado de cambiar desde que la Tierra es Tierra. Y si se me apura, observando las gráficas de larga evolución (ésas que consideran millones de años atrás en lugar de sólo los últimos 20 ó 40 años), nuestro querido planeta está tomando una deriva hacia un periodo frío.
Eso sí habría que temerlo… por la consiguiente hambruna, fruto de la destrucción de la agricultura. Pero esa situación hipotética les tocará vivirla a una generación de humanos que ni se me ocurre imaginar cómo vivirán.
Y si le damos una perspectiva temporal más amplia, hasta 600 millones de años atrás, la cosa queda de la siguiente manera:
Creo que es fácil de ver la realidad histórica del planeta en cuanto a temperaturas y CO2. No sé qué hacen enfocando la atención del mundo hacia este tema… previendo un desastre planetario. Bueno, al no estar metido en sus mentes, no tengo total seguridad, pero lo que me parece con bastante claridad es que este tema forma parte de la agenda que están tratando de imponernos, cueste lo que cueste.
Mientras las autoridades de todo tipo, tanto las nacionales como las de orden internacional, siguen empeñándose en aguarnos la fiesta del verano con la sequía y la dichosa «crisis climática», va y da la casualidad de que, al menos en mi terruño, hemos vivido una primavera húmeda donde las haya.
Ha sido un placer para la vista contemplar cada mañana, en mis traslados por el valle donde vivo, el verdor del paisaje, la lozanía del campo en un empuje colosal de vida… casi casi hasta la cosecha del cereal, que cubre de amarillo la cuenca de Pamplona.
Y sí, que no falte la chaquetica al anochecer. Qué raro es vivir los sanfermines (en plena primera quincena de julio) sin que algún día llueva, viendo sudaderas y jerséis anudados en la cintura o sobre los hombros en previsión de su inmediato uso.
Eso no quiere decir que haya días más o menos concatenados de calor sofocante. Así ha sido siempre. Unos años más… otros años menos. Que no nos fastidien la fiesta y la vida con falsos y dramáticos augurios interesados.
Cuando venimos de una etapa fría muy reciente (estoy hablando de sólo unos centenares de años), es claro que habrá una tendencia al calentamiento. Sí o sí, aunque, repito, nos dirigimos lentamente hacia un nuevo enfriamiento global. Pero de ahí a amargarnos la vida con la culpa volcada sobre el sufrido consumidor, que bastante tiene con pagar a precio de lujo el litro de combustible…, hay un trecho bastante ancho y profundo.
Ese «miedo pavoroso» a que el planeta se caliente entre 1’5 y 2 grados en 100 años es una auténtica majadería. Como leía hace unos pocos días, si se quiere experimentar esa realidad de forma inmediata sólo hace falta que nos traslademos unos pocos cientos de kilómetros hacia latitudes del sur.
¿Qué ocurre cuando a los habitantes del norte de España se nos ocurre ir a descansar a las cálidas playas del Levante o de Andalucía…?
¿Qué experimentan los teutones o los nórdicos en general cuando se acercan a Mallorca, por ejemplo? ¿Creéis que para ponerse en camino se forran de tranquilizantes para atenuar su ansiedad por el cambio climático que van a sufrir, sí o sí, en su destino vacacional?
¡Ah, pero es que se van a desertificar territorios anteriormente fértiles! Sí que es posible, sobre todo si se continúa con las actuales actividades de geoingeniería climática, jugando a ser dioses y fumigando lo que no está escrito.
Si en lugar de vaciar y/o destruir presas y pantanos se organizara un plan hidrológico sensato que impidiera dejar en cuatro manos (y no es una expresión simbólica sino la estricta realidad) la propiedad del agua subterránea, habría agua suficiente para todos.
El agua no se escapa del planeta. Siempre va a haber aproximadamente la misma cantidad de agua en él. Si no es en acuíferos, es en el mar, en las aguas fluviales superficiales, en las nubes, en las bloques de nieve-hielo… Otra cosa es cómo se distribuya, privatice, contamine… Ésas son las cosas en las que los gobernantes deberían esmerarse para lograr equidad en el mundo.
Pero, además, si la cota de calor fuera ascendiendo en latitud, también cotas de mayor latitud en las que no había posibilidad de utilizar esos territorios, serían entonces productivos. Así de sencillo.
El ser humano, tanto en las situaciones de glaciación como en las etapas interglaciares, a lo largo de la historia de la humanidad, no ha tenido más remedio que adaptarse a las condiciones climatológicas para sobrevivir… y ese proceso de adaptación ha posibilitado que lleguemos hasta aquí.
De todas formas, el proceso de adaptación reciente no me parece que haya dado muy buenos frutos. Un ejemplo de ello son dos frases provenientes del «staff» de la actual Casa Blanca estadounidense:
- No sé si recordarás aquel episodio en el que un miembro destacado del equipo de gobierno de Biden, que tomaba decisiones respecto a la gestión pandémica covid-19, dijo con todo su papo: «Dios nos ha creado con dos brazos para que nos pongamos en cada uno una vacuna». Se refería al refuerzo nº «X» frente a covid-19 y a la vacuna anual de la gripe epidémica.
- Ahora mismísimo, alrededor del debate Trump/Biden, el actual Presidente ha tenido la desfachatez de afirmar que «sólo si el señor todopoderoso me dijera que abandonara lo haría».
¡¡En fin!! Sin palabras.
En la actualidad, como consecuencia de esta «sequía estival» (en su doble sentido) a la que me he referido, es casi mejor que prestemos atención a las ocasiones en las que podamos disfrutar de las relaciones y también de la soledad elegida para leer un rato, o para sestear durante la próxima canícula.
Salud para ti y los tuyos.