27 de Marzo de 2024
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¡Y tú más!

Por ética y estética, por trayectoria y responsabilidad pública, el PSOE y sus dirigentes, no pueden ni deben dejarse arrastrar al lodazal del ¡Y tú más!, donde chapotea y arma su discurso la derecha y ultraderecha. Todo estratega sabe que en una negociación quién establece el tablero de debate impone las reglas de juego, el relato, y suele obtener la victoria. En el caso del debate político, que tu mensaje llegue más y se haga preeminente en la mente de quienes lo reciben: la ciudadanía. Por eso caer en el ¡Y tú más! supone, de manera implícita, aceptar que el debate público se juegue en el terreno ideológico de la derecha y ultraderecha, que expande el mensaje anti político y perverso resumido en el: lo ves, ¡todos son iguales! Mensaje falso que cala, que compra en una parte de la ciudadanía, que solo perjudica a la izquierda y su proyecto de progreso.

Si el PSOE ha gobernado más años en democracia que la derecha, es por haber conseguido con su ejecutoria que la ciudadanía lo perciba como el partido más responsable y garante del Estado del bienestar y la igualdad. Valores que no puede derrochar ni perder miserablemente, porque se esfuman rápido, si entra en el debate pueril y banal que propone la derecha y ultraderecha basado en hablar a bulto, sin datos, sin argumentos de fuste, sin proyecto ni propuestas, centrado en falsear la realidad y en estigmatizar al oponente como el responsable de todos los males sociales imaginables que abre la puerta a la mentira, el insulto y la vejación personal.

Claro está que a cualquiera le hierve la sangre cuando recibe ataques furibundos desde el minuto uno en que un proyecto político y un líder llegan al Gobierno, apoyados por una mayoría parlamentaria, que el contrario no acepta, porque la derecha y ultraderecha siempre consideran que el poder es suyo y, si no lo tienen, es porque se lo han robado. Mensaje que rezuma de manera expresa o escondida en los discursos de numerosos dirigentes de la derecha extrema y extrema derecha, que niegan la legitimidad del Gobierno, como acaba de afirmar en Chile la presidenta Ayuso sin cortarse un pelo. Contener el deseo de dar la réplica en los mismos términos a los que te puede arrastrar la sangre —la vehemencia cordis (vehemencia del corazón) que según Plinio caracterizaba a los hispanos—, es un error y un enredo mental del que es muy difícil salir porque embota la mente. Del discurso populista, cuyo eje axial es la polarización y la hipérbole, se sale contraponiendo una estrategia discursiva que rompa el esquema de confrontación permanente que convierte el debate público en un cuadrilátero de boxeo sin límite de asaltos.

Estrategia que pasa por arrumbar el ¡Y tú más!, ante acusaciones de corrupción invitando a que investiguen y recurran ante los tribunales, en lugar de entrar en la batalla de sacar las vergüenzas del contrario que saltan por sí solas: las mentiras tienen las patas cortas. Con respuestas lacónicas y datos que eviten caer en el barro y pongan al descubierto la ejecutoria realizada —entre otras varias— en cuanto a la marcha de la economía, lo conseguido para equilibrar las desigualdades sociales o para el sostenimiento del Estado del bienestar. Aunque se desmarquen de la pregunta insidiosa que se formula. Datos que desmonten las falsedades de las predicciones agoreras sobre el futuro negro que aventuran para España: los muertos que vos matáis gozan de buena salud (La verdad sospechosa – Juan Ruiz de Alarcón 1630)

Discurso cuyo eje axial debe ser revaluar la política y la responsabilidad pública como auto exigencia que debe reiterarse en el mensaje público: caiga quién caiga. Solo así quedará en evidencia la irresponsabilidad del oponente. Giro en el discurso que supone imponer tus propias reglas de juego que, sin duda, sacará al oponente del suyo, siempre reiterativo, al no encontrar la respuesta que busca y espera.

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