Pelagartería

Rubalcaba simbolizó el alejamiento del PSOE de la izquierda, ocupando ese lugar de la derecha disfrazada que el socialismo andaluz profesionalizado ha usado para justificarse, como ahora con la victoria de Sánchez (al que echarían otra vez si pudieran); he conocido a gente muy coherente y admirable en el PSOE, pero me pasa un poco como al escritor Manuel Moya en las redes sociales el otro día, me mosquea tanta unanimidad… las declaraciones de Felipe González con el cuerpo presente de don Alfredo son más en contra de Pedro Sánchez que a favor del finado, y me sientan como un tiro… es muy triste todo, si escribo aquí ahora es espoleado por ello; el programa de PODEMOS de hoy es más moderado que el de PSOE de los 80… es una pena, dejemos que Rubalcaba alcance la gloria laica, al menos no hemos visto crucifijos en su capilla ardiente, hemos oído a su alumnado que habla bien y que descanse en paz pero sin olvidar… que se nos olvidan muchas cosas ocurridas en España.

Esto de González dando puntadas sin hilo o de Susana Díaz intentando sacar punta a las bolas de billar (sus asesores debería recomendarle no imitar tanto a Rocío Jurado, con respeto a la tonadillera, que vivió en otra época y con otras necesidades), cuando ambos deberían estar alejados de la política, es uno de los males grandes que sufrimos, y lo dicen las encuestas del CIS que observan a los políticos como un problema para la gente de la calle, no como una herramienta para solucionar.

La Democracia, desde los tiempos de Platón y más allá, sabemos que tiene una enfermedad que es su virtud: cualquier pelagarto puede ser un cargo público. Así debe ser y estructurar, pero cuando son las pelagartas quienes se presentan es que no va bien. No hay más requisito que la ciudadanía para participar en todos los sentidos, pero ser ciudadano no equivale a ser ignorante, cínico (en el sentido actual) o ser corruptelosa (por suavizar).

La sociedad echa en falta ideología y todo porque intereses creados han generado la especie según la cual gobernar es gestionar. Eso sólo lo dicen legas y estrategos de la cartera. La política y la gestión coinciden tanto como ser escritor y ganar dinero con ello, la coincidencia es estupenda pero no se pueden condicionar una a otra porque desaparece la función que las define. La Política es el mundo de las ideas, no de la gestión, eso es subsidiario. Echamos en falta una intelectualidad comprometida o a una política armada por el pensamiento. En el ánimo de mangonear todos hemos ido dejando que los gestores de verdad, el funcionariado, pierda sus facultades de control y responsabilidad presupuestaria en favor de personal adocenado o el propio funcionariado corrompido por una carrera profesional dependiente de la gente del partido. Así estamos, dilapidando dinero y esfuerzos y nadie puede solucionarlo…

El funcionamiento de esta maquinaria gigante del Estado español no puede depender de cuatro cargos transitorios; la obligación de la política es la reflexión permanente sobre el sistema y la estructuración de reformas coherentes con el cuerpo legal del mismo, ni revoluciones ni reaccionarismos, y no hablo del centro (líbreme Lucifer) sino de proyectos ejecutables, útiles, justos, redistributivos y equlibradores, sin miedo, sin acatar designios del mundo empresarial o financiero que forzosamente disfrazan su avaricia con filantropía y solemnidad (casi siempre de corbatas).

El Estado del Bienestar es la esencia de nuestra forma de vida, el problema de su financiación no existe, nos engañan, no es cuestión de gestión sino de cuánto pagamos todo el mundo para sostenerlo con dignidad y de cómo invertimos esos impuestos con responsabilidad (penal). Un Gobierno está para idear cómo llevar a cabo eso procurando calidad en el servicio y responsabilidad en el usuario, no para buscar la eficacia ni hacerse salvador de nada o comprador de votos arresponsables con un legado que nos pertenece porque es la esencia misma de la democracia, no una dádiva a cambio.

La política no se financia ni se promociona; como en el Arte: ser o no ser, ésa es la cuestión. Si no, la convertimos (como está ocurriendo) en el oficio de esa citada solemnidad inútil (salvo para los ejecutantes). Lo digo porque en España es necesario un doble movimiento que choca con los beneficios de estos profesionales del cargo; por un lado una descentralización real en lo material: transportes públicos, gestión de aguas, carreteras, industria… una descentralización que permita decisiones participativas de los afectados, que ha de ir más allá de este cutre regionalismo-nacionalismo que se ha convertido en el neo “unagrandeylibreísmo”, se debe acercar la gestión a la gente; por otra lado una recentralización que no olvide la necesidad de una política internacional, de una defensa, de un sistema educativo y de salud que llegue a todos lados con sus particularidades pero generando igualdad de oportunidades, en Villanueva del Trabuco, Cumbres de San Bartolomé, Muxía o Figueres.

Faltan cabezas pensantes en los partidos, sobran pensadores sin cabeza. Por ahí debería llegar la regeneración del PSOE, no creando mitos útiles o dando aire a chuflas.