El partido Vox ha suspendido de militancia e inhabilitado al general retirado Antonio Budiño, después de que este firmara, junto a más de un centenar de militantes y cargos, una petición para que Santiago Abascal rinda cuentas sobre la dirección del partido, según informa El Periódico de Ceuta.
Budiño, que fue candidato en listas de Vox y ocupó cargos de responsabilidad en la formación, ha denunciado duramente la decisión, asegurando que “los que éramos leales, cercenados; y los que eran serviles, premiados”. Sus declaraciones ponen de relieve el creciente malestar en sectores del partido ante la falta de democracia interna y transparencia en la toma de decisiones.
“La misiva que desencadenó la sanción reclamaba mayor participación de las bases, rendición de cuentas de la dirección nacional y mayor apertura en la gestión. Sin embargo, la respuesta de Vox ha sido fulminante, inhabilitando a Budiño y suspendiendo su militancia, en lo que muchos interpretan como un intento de frenar cualquier disidencia”, afirma el citado diario.
La crisis interna coincide con un momento delicado para Vox, que ha perdido apoyos en las últimas elecciones y enfrenta tensiones entre su núcleo duro y sectores más moderados.
Nacido hace 64 años en Pontevedra, Budiño es viudo, con dos hijos y cinco nietos. General de División del Ejército de Intendencia del Ejército de Tierra, en situación de Servicios Especiales. Fue candidato de Vox al Congreso de los Diputados, por Pontevedra.
Este tipo de purgas autocráticas son frecuentes en Vox y sin duda están lastrando el índice de popularidad de Santiado Abascal. Pese a que los datos demoscópicos del partido no son malos (sigue subiendo en las encuestas merced al discurso contra los inmigrantes y la antipolítica), su líder está siempre entre los peor valorados, por detrás de Pedro Sánchez, Feijóo y hasta Yolanda Díaz. De ahí que Alvise Pérez, líder de Se Acabó la Fiesta (SALF), ofreciera al exdiputado y exportavoz de Vox, Iván Espinosa de los Monteros (uno de los grandes purgados junto a Macarena Olona), la idea de crear un nuevo partido político. Espinosa parece haber descartado, de momento, el ofrecimiento. Sin embargo, sí dejó abierta la posibilidad de la creación de un “think tank” para debatir ideas “con más flexibilidad y sin miedo”.
La salida de Iván Espinosa de los Monteros de Vox fue traumática. De hecho, fue uno de los laminados por Abascal, que se ha entregado finalmente al ala más dura arrinconando al sector liberal, al que pertenecía Espinosa. En agosto de 2023, el exportavoz anunció su decisión de abandonar la política activa y no recoger su acta de diputado, alegando “motivos personales y familiares”. Habían estallado las tensiones internas en Vox, que venían siendo fuertes tras la expulsión de Macarena Olona. A pesar de su salida del partido, Espinosa de los Monteros expresó su disposición a seguir colaborando con el proyecto. No es la primera vez que se producen ceses fulminantes en el partido. En enero de 2024, Vox expulsaba a otros diputados en Baleares como continuación de la purga política que ha ordenado Santiago Abascal. Mientras el líder voxista movilizaba a sus huestes en la calle contra Sánchez, el partido sufría una nueva crisis.
En aquella ocasión Ignacio Garriga, portavoz de la formación, aseguró que la dirección tramitó la expulsión de “estos sujetos”, como los ha calificó despectivamente. A su vez, la portavoz de Vox en el Parlament, Idoia Ribas, justificó las expulsiones por “circunstancias internas de este grupo y para conseguir la mejor unidad posible”. Los 'rebotados', purgados y disidentes de Vox rompieron su silencio para airear los trapos sucios en el programa Salvados de Gonzo. “Son mentirosos, trileros”, aseguró Juan Jara, exvicepresidente de la organización, que además acusó a Santiago Abascal de ser un “megapragmático” con pocas convicciones políticas y que maneja los fondos del partido a su antojo. Los testimonios del resto de entrevistados dibujaron un perfil del líder voxista algo siniestro, oscuro, un político que se ha montado un chiringuito, que anda por ahí con pistola y a quien la democracia le importa un pito. Todo ello mientras el Tribunal de Cuentas sigue afeando los libros de contabilidad del partido. Quizá no sea España la que se rompa finalmente, sino Vox.