Duelen los oídos con los disparates que estamos escuchando desde la derecha española carpetovetónica (y sus cavernas mediáticas adyacentes) a cuenta del holocausto del pueblo palestino. Los prebostes del Partido Popular (dejemos a los de Vox al margen, saben de toros y poquito más), están evidenciando un sonrojante desconocimiento en historia, en política internacional, en diplomacia geoestratégica y lo que es peor: en respeto a los derechos humanos. Sin tener ni pajolera idea de nada, todos tienen la osadía de hablar sobre el eterno conflicto que comenzó allá por 1948, todos se atreven a disertar y a opinar sobre esto y aquello sin complejos ni rubor. Un rasgo del individuo posmoderno de hoy, ya lo hemos repetido en esta columna otras veces, es que domina la retórica hueca y vacía, pero detrás solo hay osadía, que es la madre de la ignorancia. Podríamos decir que son unos ágrafos o indocumentados, pero el calificativo que mejor les cuadra es el de cuñados o bocachanclas de la política. Repasemos, una a una, las ocurrencias reaccionarias que hemos tenido que escuchar estos días.
Empecemos por el patriarca Aznar, que sigue siendo el director de contenidos de ese partido del que usted me habla. En el mundo genovés no se mueve una sola idea sin que pase antes por el filtro de la FAES. “¿Un Estado palestino? Eso no existe”, ha soltado con arrogancia y sin pudor el amigo entrañable de Bush. El expresidente tilda de “absurdo” el compromiso de Pedro Sánchez de que España reconozca oficialmente al nuevo país, algo que ocurrirá, si Biden no lo impide, el próximo 28 de mayo. Desde hace tiempo sabemos que cualquier peluquero metido a influencer tiene más empaque y criterio que Ansar con sus comentarios históricos de medio pelo. Al expresidente ya no se le pide que haya leído a Edward Said y sus imprescindibles La cuestión palestinay Nuevas crónicas palestinas: el fin del proceso de paz. Bastaba con que el caudillo de las derechas españolas (Santi Abascal mediante) hubiese hecho una somera búsqueda en Google, pinchando en la entrada “Estado de Palestina” de Wikipedia, para entender que estamos hablando de “un país de Asia ubicado en la región de Oriente Próximo, más concretamente en el Levante mediterráneo, que consta de las regiones de Cisjordania (en la que se incluye Jerusalén Este) y la Franja de Gaza”. O sea, hay un pueblo milenario, una cultura propia, una entidad geográfica y humana que si bien no ha podido cristalizar en una unidad política y jurídica es precisamente porque el vecino opulento israelí, siempre por la vía de la fuerza, no se lo ha permitido.
Palestina es un Estado, solo que entre unos y otros, a lo largo del tiempo, lo han convertido en Estado abortado o fallido antes de su nacimiento. No vamos a sacar aquí las múltiples resoluciones de la ONU que conminan a avanzar hacia la creación de un ente estatal porque quedaría un análisis plomizo y no es lo que se pretende con esta modesta columna pensada para que el lector no deje de leer mientras empapa el bollo en el café con leche. Baste recordar la resolución 67/19 de la Asamblea General de Naciones Unidas, en la que se acordó la admisión de Palestina como Estado observador no miembro de la organización. Es decir, pasó de ser “entidad no miembro de la ONU” a “Estado no miembro” semejante a la situación de la Santa Sede. Pero dejemos al señor del trío que contribuyó al genocidio iraquí –eso es lo que fue aquella guerra, un exterminio absurdo de miles de personas para que Halliburton dejara secos los pozos petrolíferos– y pasemos a otras lumbreras más o menos populares.
Ayuso, un suponer, es otra cuñada que ha tratado de mojar en la sopa palestina sin saber siquiera dónde está situado ese país en el mapamundi. La frutera intelectuala, con fino olfato para todo lo que sea ganancia electoral, no ve con buenos ojos el reconocimiento del Estado palestino promovido por Sánchez, más Noruega e Irlanda. “Deja a España al margen de la UE, la OTAN y los EEUU, que no quieren premiar a Hamás tras sus atentados y secuestros”, sentencia la lideresa castiza. Esta ha debido oír alguna tertulia de barra de bar en las tabernas de Villa y Corte y la ha hecho suya. ¿Qué tendrán que ver los organismos políticos y militares supranacionales de los que forma parte nuestro país con que se reconozca o no el legítimo derecho del pueblo palestino a existir? ¿Qué tendrán que ver los cojones para comer trigo? Reconocer el Estado de Palestina no nos va a dejar fuera de la OTAN, ni de la UE, ni de la ONU por supuesto, al contrario, con el tiempo cada vez más países europeos se van a ir sumando a una causa justa, la más justa en el convulso momento en el que nos encontramos. Y si Biden se vuelve de repente negacionista del holocausto perpetrado por Netanyahu, allá él. Ya nos dejaron tirados los yanquis una vez, durante la Segunda República, permitiendo que un dictador fascista se apoderara del flanco sur del viejo continente durante cuarenta largos años. El error fue histórico, y luego tuvieron que ir a morir a las playas de Normandía.
Así que lecciones de democracia del Tío Sam ninguna: Washington no debe condicionar nuestra política exterior, de modo que por una vez tomemos nuestras propias decisiones de forma autónoma e independiente sobre algo moralmente tan digno y noble como tratar de frenar el exterminio planificado de los palestinos. “Tú mata y te daré una comunidad, tú mata y te daré un Estado”, ha dicho Ayuso hace un momento acusando al PSOE de estar de lado de Hamás. O sea, que la pupila de MAR ha pasado del nauseabundo Que te vote Txapote al no menos intolerable Que te vote Yahia Sinwar. Puro populismo trumpista de la descerebrada escuela mileiurista. Tratar de meter a un demócrata que defiende los derechos humanos en Palestina (denunciando la muerte de 35.000 personas inocentes) en el mismo saco de los cómplices de Hamás (una organización terrorista execrable) es una ignominia más de la dama de hierro de Chamberí. Que el cielo la juzgue.
Y luego está Feijóo, ese estadista moderado. El Kennedy gallego, como lo llaman algunos, está más perdido en este tema que el yate del narco Dorado en un día de temporal. Sin duda, este preboste genovés es el más difícil de analizar, ya que es capaz de decir una cosa y la contraria en una misma oración y sin despeinarse. Hace diez años, el PP votó a favor de la creación de un Estado palestino. Hoy no. ¿Por qué? Sencillamente porque tiene que ser más ultra y duro que Abascal y si este dice sionismo él repite sionismo, como un papagayo también, no vaya a perder cuatro votos en Cuenca. “Ha salido a celebrarlo Hamás. Un grupo terrorista que violó a niñas y torturó a civiles”. De esta forma, el líder de la oposición trata de afear al Gobierno su intención de declarar el Estado palestino. Y acto seguido presenta su inútil hoja de ruta alternativa para pacificar Oriente Medio: dejar el avispero árabe tal como está, sin tocarlo mucho, otros ochenta años más. La misma obtusa idea de España, la misma pasiva inacción (no reformar nada), es la que tiene para el mundo. Patético el conservador.
Podríamos hablar de Tellado, que simplifica como “ocurrencia” la iniciativa internacional sanchista, de BorjaSémper, que hace lo que le dicen, o de Espe Aguirre, que cree que Israel está invadiendo a su vecino “con contención” cuando el olor a muerte llega ya hasta aquí desde la otra punta del Mediterráneo. La condesa o marquesona o lo que sea esta señora pide la liberación de los rehenes judíos (un plan buenista al que nos apuntamos todos), el problema es que hasta el propio Netanyahu ha rechazado ese acuerdo de paz porque está a otra cosa: mayormente a aniquilar hasta el último palestino que pulule por aquellas tierras para asentar a sus colonos. Pero si Aguirre confunde Jordania con Siria, ¿qué podemos esperar ya? Todo esto de tener que explicarle lo obvio a nuestra derechona patria, fanatizada y escasa de libros, empieza a dar una pereza terrible. Para vosotros la perra gorda.