Isabel Díaz Ayuso ha cruzado una línea peligrosa en su ataque al sistema democrático y constitucional al amenazar con boicotear la Conferencia de Presidentes si se utiliza el catalán, euskera o gallego. En un claro desafío a la Constitución Española y el artículo 3 que garantiza la oficialidad de las lenguas cooficiales en sus respectivas comunidades, la presidenta madrileña se coloca en un lugar de confrontación total, elevando el tono de su discurso hasta límites insostenibles.

Un extremismo que ataca la Constitución de 1978
Ayuso se presenta como defensora del régimen del 78, pero sus acciones y palabras son un claro ataque a uno de los pilares fundamentales de nuestra Carta Magna: el respeto y la protección de las lenguas cooficiales. En su reciente intervención en la Asamblea de Madrid, la presidenta expresó que no pondría el "pinganillo" para escuchar en catalán y que se marcharía de la Conferencia de Presidentes si se utilizaban esas lenguas, acusando al gobierno de utilizar el catalán "para hacer provincianismo con el secesionismo". En lugar de promover el entendimiento y la cooperación entre las diferentes comunidades autónomas, Ayuso recurre a la polarización y la confrontación, despreciando el carácter inclusivo de la Constitución.
Este desprecio por el catalán es una contradicción flagrante para alguien que se dice defensora de la unidad de España, ya que en el artículo 3 de la Constitución se establece que, aunque el castellano es la lengua oficial del Estado, las demás lenguas españolas también son oficiales en las respectivas comunidades autónomas, como el catalán en Cataluña. Ayuso, al rechazar el uso de estas lenguas en un foro de alto nivel, ataca directamente la diversidad cultural y lingüística que hace única a España.
Una amenaza vacía y un circo mediático
Las amenazas de Ayuso de abandonar la conferencia no solo son un acto de confrontación innecesario, sino también una muestra de la falta de propuestas serias para resolver los problemas que realmente afectan a la Comunidad de Madrid. Mientras los madrileños se enfrentan a problemas acuciantes como la crisis de la vivienda y la escasez de servicios públicos, Ayuso prefiere centrar su atención en un tema irrelevante que solo beneficia a su teatro político. La oposición no ha tardado en señalar que su postura es una distracción para ocultar la falta de gestión en su mandato.
Manuela Bergerot, portavoz de Más Madrid, no dudó en calificar la actitud de Ayuso como un "ruido constante" que solo impide abordar cuestiones cruciales para los ciudadanos, como la vivienda. En lugar de ocuparse de los problemas reales que su gobierno debería estar gestionando, Ayuso opta por mantener su espectáculo mediático, atacando el uso legítimo del catalán en un contexto de unidad nacional. La única "golfada" que estamos viendo aquí es la manipulación política de una lengua que representa una parte vital de la identidad de millones de españoles.
¿Qué defiende Ayuso, realmente?
Con cada intervención, Ayuso sigue reforzando su imagen de presidenta radical, que va más allá de la defensa del español y se adentra en un ataque directo a la pluralidad y al principio de convivencia que debe caracterizar una democracia moderna. ¿Hasta dónde llegará este extremismo? Ayuso ha prometido llevar su discurso a la Conferencia de Presidentes, denunciando lo que considera un ataque a la unidad de España, mientras que en realidad lo que está haciendo es dividir aún más a los españoles en función de su lugar de residencia o la lengua que hablan.
Este ataque a la lengua catalana se enmarca dentro de una serie de maniobras políticas de Ayuso que buscan radicalizar el discurso del PP, aprovechando el miedo y el rencor hacia las políticas de integración y convivencia en un país que, a pesar de sus diferencias, sigue siendo uno de los más diversos de Europa. La presidenta madrileña no solo se enfrenta al Gobierno, sino también a la misma Constitución que dice defender.
¿Por qué no se habla de lo importante?
Mientras Ayuso despliega su guerra de palabras contra las lenguas cooficiales, las cuestiones que realmente preocupan a los madrileños siguen sin ser abordadas de manera efectiva. La vivienda sigue siendo un problema sin solución, la sanidad y la educación públicas se encuentran bajo presión, y las políticas económicas de la Comunidad de Madrid favorecen a unos pocos a costa de la mayoría. Ayuso, sin embargo, ha preferido desviar la atención hacia un conflicto lingüístico que solo genera polarización.
La presidenta madrileña se enfrenta al reto de presentar soluciones concretas para los problemas de su región, pero en lugar de eso se refugia en la confrontación con otros territorios y en un discurso que solo busca agitar el miedo y el odio. Es evidente que su estrategia de acaparar atención a través de la crispación está funcionando en términos mediáticos, pero es fundamental que la ciudadanía madrileña se pregunte: ¿realmente vale la pena seguir alimentando este tipo de política divisiva?
Un desafío a la democracia y al futuro de España
El comportamiento de Ayuso no solo es un ataque a la Constitución de 1978, sino también a la democracia misma. Al rechazar el uso de las lenguas cooficiales en una Conferencia de Presidentes, la presidenta de la Comunidad de Madrid no solo está desacreditando una de las bases fundamentales de la convivencia en España, sino que también está jugando con fuego al avivar tensiones que pueden resultar en consecuencias imprevisibles.
Si realmente le importara la unidad de España y la convivencia entre sus diferentes comunidades, Ayuso debería adoptar una postura más abierta y respetuosa hacia las lenguas que enriquecen nuestra cultura y nuestra historia. Pero, como siempre, la presidenta de Madrid prefiere anteponer su discurso extremista al bienestar común.