Por momentos, los ministros del PSOE parece que trabajan para Núñez Feijóo. Arremeten contra el sector podemita del Gobierno, hacen declaraciones propias de gentes de derechas de toda la vida y se muestran como auténticos políticos conservadores, para sonrojo del votante de izquierdas. Los Calviño, Planas, Margarita Robles y demás tropa liberal travestida de socialista están dando un espectáculo sonrojante estos días a cuenta del "30 por 30", la propuesta de Yolanda Díaz para que centros comerciales como Carrefour ofrezcan a los consumidores paquetes de comida de treinta productos de primera necesidad a treinta euros. Un salvavidas de urgencia contra la perniciosa inflación.
Mientras los ministros del “bloque rancio” del PSOE (esos que defienden las leyes del mercado con más ahínco e ilusión que la propia calidad de vida de la gente) sigan torpedeando medidas esencialmente socialistas, Feijóo puede estar tranquilo, ya que tiene allanado el camino hacia la Moncloa. Hablamos de políticos que se rasgan las vestiduras por una medida, el 30 por 30, que no solo no tiene nada de soviética, como denuncia Garamendi, sino que está contemplada en la legislación española. Todos los gobiernos, desde el de Felipe González hasta el de Mariano Rajoy, pasando por el de Aznar y Zapatero, han mantenido un arma política y legal, la regulación de precios, para evitar abusos y desmanes del mercado. Hace solo unos meses, en plena pandemia, el propio Ejecutivo Sánchez tuvo que intervenir para evitar que los piratas de las mascarillas y los test de antígenos hicieran el agosto a costa del sufrimiento de los españoles. ¿Es el presidente del Gobierno un peligroso comunista por haber fijado precios máximos a artículos sanitarios de primera necesidad? Nada más lejos. Nadie en su sano juicio hablará de Pedro Sánchez como un bolchevique irredento por haber blindado la salud de los españoles, entre otras cosas porque las grandes multinacionales del Íbex, la banca y las eléctricas, están encantadas con un hombre que les ha permitido incrementar exponencialmente sus beneficios en plena pandemia, en una guerra en Ucrania y en medio de la crisis del gas provocada por Putin.
La prueba de que los ministros del “bloque rancio” del PSOE trabajan para Feijóo (conscientemente o sin saberlo, eso nos da igual) es que el presidente del Partido Popular no para ni un minuto de destacar los “diferentes criterios” y sensibilidades económicas que se detectan dentro del Gobierno, algo que, a su entender, es “la “crónica de lo que está sucediendo en España”. Feijóo sabe que tiene medio camino hecho si consigue trasladar a la opinión pública la idea de que los liberalotes del PSOE son los que tienen la razón en esta polémica del “30 por 30”, mientras que los malos, los troskos podemitas, son un peligro para todos, para la economía, para el sistema y para la democracia misma. Feijóo, en un arrebato psicoanalítico de sinceridad, lo clava cuando describe lo que está pasando en el Gobierno de coalición: “Díaz lanza la propuesta; Planas dice que es ilegal; la ministra portavoz asegura que lo están estudiando; la vicepresidenta advierte de que cuenta con el aval del presidente, mientras que la titular de Hacienda señala que no se va a poner en marcha; la ministra de Derechos Sociales lo defiende y Margarita Robles lo desacredita”. Tal cual.
De un plumazo, el presidente del PP mata dos pájaros de un tiro: primero desenmascara al bloque rancio que ya trabaja para él y después aprovecha para colocar sus recetillas ultraliberales. “Si se quiere ayudar a las familias, debemos devolverles el dinero que han pagado de más por la inflación, que es el impuesto menos progresivo que existe. Lo demás son medidas absurdas e incluso ilegales”. O sea, menos medidas intervencionistas y menos impuestos, que es donde quiere llegar el mandamás gallego para desmantelar el Estado de bienestar. Mientras tanto, las instituciones más conservadoras van fabricando mensajes agoreros e informes catastrofistas para impedir cualquier avance social, tal como hace la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia, que alerta del riesgo de limitar los precios de los alimentos y otros productos de la cesta de la compra. En realidad, no hay ningún riesgo de que la economía se desmorone, solo propaganda liberal para intoxicar a la opinión pública española.
Calviño, Planas, Robles y los demás del bochornoso “bloque rancio” deberían darse de baja cuanto antes del PSOE, del socialismo real, de la izquierda o lo que quede de ella, porque está claro que no encajan en ese mundo. El lugar de estos infiltrados, confusos o camuflados de la derechona está en los consejos de administración de las grandes empresas, en las flamantes mansiones junto a los monárquicos y aristócratas que estos días lloran la muerte de Isabel II, en las filas enemigas junto a los señores del dinero, junto a los calvos de los manguitos de la banca, junto a los del monóculo de la Bolsa. Un ministro de Agricultura que no sabe defender los intereses de los pequeños agricultores y los consumidores que no llegan a final de mes; una ministra de Defensa que en lugar de ocuparse de los cuarteles se entretiene boicoteando un precio decente para una barra de pan o una botella de leche; y una titular de Economía que sufre un ataque de alergia cada vez que una socialista de verdad como Díaz echa un cable a las clases obreras más vulnerables. Lamentable. Que dejen de engañar al votante de izquierdas, que transfuguen ya al PP, que salgan del armario político como Toni Cantó y se muestren tal como son: unos burguesones de tomo y lomo que no han leído a Marx en su vida. Ya no cabe ninguna duda: toda esta tropa vive por y para acabar con el yolandismo a toda costa. Ánimo ministra.