Jueza de Catarroja versus juez Peinado: las dos caras (buena y mala) de la Justicia española

Llama la atención la diligencia de Nuria Ruiz, que ha resuelto el macrocaso de la dana en apenas cuatro meses, frente a la incapacidad del juez madrileño, que lleva un año sin aclarar el asunto de Begoña Gómez

18 de Marzo de 2025
Actualizado el 19 de marzo
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El juez Peinado, que investiga a Begoña Gómez, en una imagen de archivo. Foto: La Sexta
Peinado en una imagen de archivo. Foto: La Sexta

El juez Peinado lleva casi un año investigando a Begoña Gómez, esposa del presidente del Gobierno, por el asunto del famoso máster de la Universidad Complutense que aún no ha conseguido (o querido) resolver. En cuatro meses, la jueza de Catarroja, Nuria Ruiz, ha resuelto un caso tan complejo como el de la nefasta gestión de la riada de Valencia del 29 de octubre. ¿Cómo puede ser que un sumario trivial como el que afecta a la primera dama lleve meses en bucle, embarrancado, en punto muerto, mientras que una macrocausa tan complicada como la de la dana, un 11M con 228 fallecidos, miles de folios y documentos periciales, millones de euros en daños y decenas de testigos –entre damnificados, políticos, funcionarios y técnicos–, esté tan avanzada, hasta el punto de que la instructora tiene ya claro que existió una responsabilidad negligente en la actuación de la Generalitat Valenciana? No se comprende en términos lógicos y racionales.

Es preciso recurrir a explicaciones o factores esotéricos que se encuentran fuera del ámbito judicial, entrando de lleno en el territorio político, para entender la sorprendente evolución de uno y otro caso. Y ahí la respuesta lleva a una sola conclusión: la jueza de Catarroja está ejerciendo su labor de forma seria y profesional mientras que Peinado se guía por otros intereses, mayormente tratar de dañar la imagen del Gobierno manteniendo abierto un sumario que no termina nunca. O sea, que tenemos a una magistrada que cumple con su trabajo de forma imparcial e independiente y a un juez a punto de la jubilación bajo sospecha de retardo calculado, dilación indebida, morosidad y lentitud, cuando no de lawfare judicial. A mayor tiempo de instrucción, mayor es el daño en Moncloa.

Para empezar, hay un dato fundamental a la hora de entender cómo Ruiz va al grano, a la verdad de los hechos, mientras que Peinado se anda por las ramas, procrastinándose en una investigación que, si no es prospectiva (prohibida por la ley), se parece bastante. Ese dato crucial es que la magistrada de Catarroja ha tirado a la papelera las querellas y denuncias de organizaciones ultras conspiranoicas (que no tienen más objetivo que intoxicar a la autoridad judicial y a la opinión pública haciéndoles creer que la riada fue culpa de Pedro Sánchez, de Teresa Ribera y del lobby ecologista), mientras que Peinado da credibilidad, sin ningún tipo de complejo ni pudor, al falangismo judicial más nostálgico y recalcitrante. Nuria Ruiz no se deja engatusar por las teorías descabelladas de PP y Vox, al contrario, se atiene al dato, a la información veraz y oficial, a los hechos; Peinado elucubra, deja pasar el tiempo, imprime el cuño oficial del juzgado a recortes de la prensa sensacionalista/amarillista de la caverna y abre constantes vías muertas de investigación, además de entregarse vergonzosamente al sindicato franquista Manos Limpias, al que le compra cada escrito que le llega al despacho. Podría decirse que la jueza es una científica del Derecho; Peinado un guionista de interminables culebrones. Por no hablar de que los autos de ella están escritos con prosa impecable, clara y concisa (sujeto, verbo y predicado), mientras que los de él están redactados en un farragoso arameo que nadie entiende.

Sea como fuere, tenemos dos juzgados que son la cara y la cruz de nuestra maltrecha Administración de Justicia. Uno ejemplar, otro decepcionante. Uno en Catarroja que trabaja al servicio de la verdad; otro en Plaza Castilla que está a ver cómo derroca a Sánchez en un golpe blando. Pero, además, cabe una última consideración que eleva a Nuria Ruiz a la categoría de brillante funcionaria empeñada en impartir justicia para el pueblo, desmontando los bulos, mentiras y negligencias de Carlos Mazón (alimentados por la extrema derecha de Vox), mientras que deja a Peinado como un juez que, según dijo en su día el catedrático de Constitucional, Javier Pérez Royo, “no es imparcial” y ha dado sobradas muestras de escasa profesionalidad. Esa consideración a la que nos referimos tiene que ver con la calidad e importancia de los casos investigados por una y por otro. Mientras la jueza de la dana tiene ante sí un monstruoso asunto que podría dar para años de instrucción, Peinado se ha quedado bloqueado, durante meses, en un cotilleo de estudiantes sobre la esposa del presidente. Ruiz persigue a los culpables de la muerte de 228 personas (las que se ahogaron aquella tarde infame en la que Mazón se daba a comilonas en el restaurante El Ventorro); Peinado construye toda una ficción jurídica y política alrededor de un curso universitario que no da para más. De nuevo, la Justicia con mayúsculas frente a la pantomima o farsa de la Justicia.  

La avezada y veterana periodista Rosa Villacastín parece tenerlo claro. “Curioso que la jueza de la dana haya terminado su trabajo y Peinado siga dando vueltas a la noria. O es un vago o un inútil”, ha asegurado. Y acusa al juez de Madrid de dar “palos de ciego”. Hemos de estar de acuerdo con la buena de Rosa en que hay mucho de trabajo engrasado y diligente en la jueza de Catarroja frente a la vieja y oxidada maquinaria del juez Peinado que no hace más que colapsar la oficina judicial con papeleo y teorías conspirativas propias del mundo ultra. Pero, sinceramente, compañera: no vemos dónde están los palos de ciego. Peinado sabe muy bien dónde pega el estacazo, vaya si lo sabe. Mayormente a la cabeza de Pedro Sánchez, su principal y último objetivo, su pieza de caza mayor junto a otras cabezas abatidas como la Félix Bolaños, a quien Peinado ha tenido el cuajo de citar a su simulacro de pleito, como si el ministro no tuviese otra cosa mejor que hacer que responder sobre el cursillito de marras de la Complutense.

Quedémonos, por tanto, con que otra Justicia no solo es posible, sino que es una realidad, tal como está demostrando la jueza de Catarroja. No todo está perdido.

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