“Que Dios nos coja confesados”. Así se burló el president de la Generalitat Valenciana, Carlos Mazón, al ser preguntado sobre el nombramiento de Rebeca Torró como nueva secretaria de Organización del PSOE. Lo dijo con una sonrisa, en tono sarcástico, quitando importancia al hecho político. Pero su frase ha generado indignación por lo que representa: cinismo, desdén y falta de respeto, no solo hacia la oposición, sino hacia toda la ciudadanía valenciana.
Porque la realidad es que quien debería estar confesando es él. No ante Dios, sino ante el pueblo al que debía proteger. Seis meses después de la devastadora DANA que arrasó la provincia de Valencia el 29 de octubre y se cobró 228 vidas, Mazónsigue sin explicar dónde estaba durante las horas clave de la tragedia. Nadie sabe qué hizo mientras el agua lo destruía todo. Mientras vecinos desesperados pedían ayuda. Mientras la muerte arrasaba pueblos enteros.
Nueva meses de silencio, una frase que lo retrata
Y ahora, ese mismo político ironiza con lo divino mientras las familias de las víctimas siguen buscando respuestas.
Las muertes sí se podían evitar
La jueza que investiga los hechos ha sido contundente:
“Los daños materiales eran inevitables por la magnitud de la tormenta, pero las muertes no lo eran”.
La instrucción judicial ha revelado que se ignoraron avisos de la AEMET, que no se activaron a tiempo los protocolos de emergencia y que hubo una grave descoordinación institucional. Lo que en otras circunstancias hubiera sido una catástrofe gestionada con rapidez y presencia política, en la Comunidad Valenciana se convirtió en un drama sin liderazgo.
Y es ahí donde la ausencia de Mazón no es solo simbólica, sino clave. Su desaparición en las horas más oscuras de la crisis ha generado dudas, rumores y sobre todo, una profunda sensación de abandono. No compareció ante los medios. No estuvo en los centros de mando. No habló con los alcaldes de los municipios arrasados. No dio la cara.
¿Dónde estaba Mazón? ¿Por qué no apareció cuando más se le necesitaba? Nadie lo sabe. Y lo que es más grave: él tampoco lo ha explicado.
Mentiras y desvíos para no responder
Durante estos meses, Mazón ha intentado tapar su silencio con cortinas de humo. Ha culpado al Gobierno central, ha atacado a sus predecesores, ha criticado a los técnicos y ha hablado de los daños materiales como si fueran inevitables. Pero nunca ha asumido su responsabilidad política.
Y lo más ofensivo es que, en lugar de mostrarse humilde o comprometido con las víctimas, ha optado por hacer política de salón, con frases vacías y salidas de tono. Su comentario sobre Rebeca Torró —"que Dios nos coja confesados"— no es solo una falta de respeto hacia la diputada socialista, sino una bofetada a la ciudadanía, que sí tiene derecho a saber dónde estaba él cuando la tragedia golpeó sus casas, sus calles y sus familias.
Es llamativo que Mazón critique a Torró por su etapa como consellera de Obras Públicas, cuando él ni siquiera pisó muchas de las zonas afectadas por la DANA durante los primeros días. Su crítica sobre los tranvías que “no cabían por los puentes” es, en este contexto, grotesca. Porque lo que no cabía —y sigue sin caber— es tanta hipocresía en la boca de alguien que sigue sin asumir el precio de su pasividad.
Los pueblos no olvidan
En municipios como Alzira, Carcaixent, Algemesí o Xàtiva, los vecinos no olvidan. Recuerdan las imágenes de cuerpos rescatados del barro, de casas convertidas en escombros, de caminos que ya no existen. Pero también recuerdan la ausencia de quien debía liderar la respuesta. En aquellos días, no había president. Había silencio. Y ahora, ese silencio se disfraza de sarcasmo y chistes malos.
Mazón no ha pedido perdón. No ha rectificado. No ha explicado su paradero durante las horas más críticas. Y lo que es peor: cree que puede seguir gobernando como si nada hubiese pasado.
Quien calla, otorga
Las palabras importan. Y más aún, cuando provienen de un cargo público. Mazón ha dicho que “Dios nos coja confesados” refiriéndose a la nueva dirección del PSOE. Pero él es quien debería comparecer, confesar y rendir cuentas. No con ironías, sino con verdad. No con burlas, sino con hechos.
Porque hay 228 familias que aún esperan justicia. Y hay un presidente que prefiere el sarcasmo a la responsabilidad. La política no puede ser un concurso de frases ingeniosas mientras la gente muere. Y el poder no puede ejercerse desde el escondite.
Carlos Mazón sigue sin responder a la pregunta clave: ¿Dónde estaba usted el 29 de octubre? Y hasta que lo haga, su autoridad seguirá hundida en el mismo barro que dejó la DANA.