Pedro Sánchez a la ejecutiva del PSOE: “Me avergüenzo”

El PSOE intenta reaccionar con una dirección interina y nuevas medidas tras el escándalo que afecta a su estructura organizativa y deja al descubierto la fragilidad de los controles internos

16 de Junio de 2025
Actualizado a las 16:21h
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El presidente del Gobierno y secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, preside la reunión de la Comisión Ejecutiva Federal en la sede Ferraz
El presidente del Gobierno y secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, preside la reunión de la Comisión Ejecutiva Federal en la sede Ferraz 

El presidente del Gobierno y líder del PSOE expresó ante la dirección del partido su rechazo por el contenido machista de los audios atribuidos a José Luis Ábalos, Santos Cerdán y Koldo García, revelados por la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil. Durante la reunión de la ejecutiva, Pedro Sánchez trasladó su malestar por lo que calificó como un comportamiento inaceptable: “Me avergüenzo profundamente de los audios sobre las mujeres. Me repugnan esas conversaciones. No me representan”, afirmó, según fuentes socialistas citadas por El País. En los audios se escuchan frases como “A ti te gusta más Ariatna” o “No sé, la Carlota se enrolla que te cagas”, intercambiadas entre Ábalos y García.

Cerdán presenta la renuncia a su acta de diputado

El ex secretario de Organización del PSOE, Santos Cerdán, ha presentado la renuncia a su acta de diputado, después de anunciar el jueves pasado su dimisión. 

Sánchez nombra una  Secretaría de Organización interina tras la caída de Cerdán

La política española vuelve a enfrentarse a su enemigo más corrosivo: la corrupción. Y esta vez el golpe ha sido directo al aparato de un partido de gobierno. El informe de la UCO sobre Santos Cerdán, hasta hace unos días secretario de Organización del PSOE, ha desencadenado una crisis de enorme calado que ha obligado a Pedro Sánchez a tomar decisiones urgentes, como activar una dirección interina y cerrar de forma definitiva el expediente de expulsión a José Luis Ábalos.

Ambos nombres están asociados a uno de los espacios más sensibles del partido: la maquinaria interna, el engranaje que articula su funcionamiento diario y conecta con las estructuras territoriales. Que los dos últimos responsables de esa área estén hoy fuera del partido tras ser señalados por su presunta relación con prácticas corruptas no es una simple coincidencia, es un síntoma preocupante.

Cuando las alarmas ya no bastan

El PSOE, como formación política, no es ajeno a los mecanismos democráticos y ha reaccionado con rapidez para intentar frenar el daño. Pero la pregunta que flota es si llega a tiempo, y si las medidas anunciadas bastan para evitar que la desconfianza cale más hondo entre la ciudadanía.

Pedro Sánchez no ha optado por una sustitución inmediata de Cerdán, sino por una solución transitoria que reparte funciones entre varios miembros del partido: Cristina Narbona, Ana Fuentes, Montse Mínguez y Borja Cabezón. Se trata de una fórmula colegiada, coral, que tiene como objetivo contener la crisis hasta el próximo comité federal, ahora trasladado a Madrid y fijado para el 5 de julio.

En paralelo, se ha sellado la expulsión de Ábalos, más de un año después de que fuera suspendido de militancia. Su situación era una asignatura pendiente que ahora se cierra, quizá no por convicción sino por urgencia. Aunque tarde, la decisión refuerza el mensaje de que no hay margen para tolerar comportamientos irregulares, ni siquiera cuando provienen de figuras que fueron clave en etapas anteriores del partido.

Corrupción: el verdadero adversario

No es la primera vez que la política se ve contaminada por redes clientelares, intereses opacos o abusos de poder. Pero sí resulta especialmente doloroso cuando la corrupción brota desde dentro de los mecanismos que deberían proteger a las instituciones. No hay mayor riesgo para una democracia que normalizar los comportamientos que socavan la transparencia y el control.

Por eso, más allá del nombre de Cerdán o del historial de Ábalos, el verdadero problema no es personal, sino estructural. ¿Qué ha fallado en el sistema de vigilancia interna? ¿Cómo se permitió que durante meses —quizá años— se desarrollaran prácticas al margen de la ética y la legalidad? La respuesta no puede limitarse a ceses o expulsiones. Se necesita una auditoría profunda del funcionamiento interno, no solo del PSOE, sino de todos los partidos con responsabilidad de gobierno.

La oportunidad de hacerlo bien

La actual dirección del PSOE tiene, en este contexto, una oportunidad y una responsabilidad. La oportunidad es actuar con transparencia, reconociendo los errores sin justificar lo injustificable. La responsabilidad es impulsar cambios reales que fortalezcan los controles internos y eviten que hechos similares se repitan. No se trata de salvar una legislatura, sino de blindar la democracia frente a quienes la usan para su beneficio personal.

En ese camino, la implicación de figuras veteranas como Cristina Narbona o la participación de la Fundación Avanza pueden aportar experiencia y propuestas de mejora. Pero el resultado dependerá no tanto de los nombres, sino de la voluntad política de cambiar de verdad, de abrir las ventanas, revisar protocolos, y someterse al escrutinio público sin miedo.

Ni electoralismo ni espectáculo

Frente a quienes ya piden elecciones anticipadas, la vicepresidenta Montero ha sido tajante: el Gobierno seguirá hasta 2027. Y aunque pueda parecer una afirmación interesada, lo cierto es que en este tipo de crisis no se puede gobernar a golpe de encuestas o presión mediática. Lo que sí se necesita es comunicación clara, medidas visibles y un mensaje que refuerce la confianza ciudadana.

Eso implica dejar de tratar la corrupción como una guerra de trincheras entre partidos. No se trata de quién tiene más casos, sino de cómo se actúa ante ellos. Y en eso, la ciudadanía es mucho más exigente que hace una década. Sabe distinguir entre errores puntuales y tolerancia estructural, entre medidas de fachada y cambios de fondo.

Pedro Sánchez no ha optado por una sustitución inmediata de Cerdán, sino por una solución transitoria que reparte funciones entre varios miembros del partido: Cristina Narbona, Ana Fuentes, Montse Mínguez y Borja Cabezón. Se trata de una fórmula colegiada, coral, que tiene como objetivo contener la crisis hasta el próximo comité federal, ahora trasladado a Madrid y fijado para el 5 de julio.

En paralelo, se ha sellado la expulsión de Ábalos, más de un año después de que fuera suspendido de militancia. Su situación era una asignatura pendiente que ahora se cierra, quizá no por convicción sino por urgencia. Aunque tarde, la decisión refuerza el mensaje de que no hay margen para tolerar comportamientos irregulares, ni siquiera cuando provienen de figuras que fueron clave en etapas anteriores del partido.

La democracia exige limpieza

Lo que está en juego en esta crisis no es solo el futuro de una formación política. Está en juego la credibilidad de un sistema que aún arrastra las secuelas de la corrupción masiva de años pasados. Por eso, cada vez que un escándalo estalla, no solo cae una persona, se erosiona la confianza colectiva.

Afortunadamente, también es cierto lo contrario: cuando se actúa con rapidez, honestidad y determinación, la política puede recuperar su sentido más noble: servir al bien común. Eso es lo que debe guiar a Pedro Sánchez y a su equipo en este momento delicado. No basta con resistir. Es hora de corregir, de aprender y de demostrar que todavía hay margen para hacer las cosas bien.

Porque la corrupción no es una fatalidad inevitable. Es el resultado de decisiones, omisiones y pactos de silencio. Y también puede ser detenida con otras decisiones: las que se toman con coraje, con ética y con el compromiso de no volver a mirar hacia otro lado.

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