La ansiedad social acecha tras el verano: cómo recuperar la confianza al volver a la rutina

El final de las vacaciones puede reactivar miedos ocultos y hacer más difícil la reincorporación a la vida social

08 de Septiembre de 2025
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La ansiedad social acecha tras el verano: cómo recuperar la confianza al volver a la rutina

Septiembre marca el regreso a la normalidad. Las playas se vacían, los horarios vuelven a apretar y, con ellos, también resurgen los encuentros con compañeros de trabajo, las reuniones familiares o las conversaciones en entornos sociales que durante semanas habían quedado aparcadas. Sin embargo, para muchas personas, este retorno no supone únicamente organizar la agenda o preparar la mochila de los niños: implica enfrentarse a una montaña emocional que se llama ansiedad social.

Según un estudio de la Universidad de Nueva York, alrededor del 13% de la población experimentará en algún momento de su vida este tipo de ansiedad, que va más allá de la simple timidez y puede convertirse en un obstáculo severo para la vida cotidiana. La vuelta de las vacaciones es, paradójicamente, uno de los momentos donde más se intensifica.

Reconocer las señales

Identificar la fobia o ansiedad social es el primer paso para poder afrontarla. No se trata únicamente de sentir nervios antes de una cita o de dudar en levantar la mano en una reunión. Se manifiesta con un miedo persistente y excesivo a ser juzgado, criticado o ridiculizado por lo que se hace o se dice en público.

Entre las señales más comunes destacan:

  • Anticipar siempre el peor escenario, imaginando que cualquier interacción terminará en un fracaso o en humillación.

  • Mantener una autocrítica constante, revisando cada gesto o palabra y preocupándose de forma obsesiva por la impresión que se causa en los demás.

  • Recrearse en situaciones pasadas, reviviendo lo que se “debería” haber dicho o hecho.

  • Evitar de manera sistemática actividades sociales que generan malestar, desde acudir a una cena hasta saludar a un desconocido en el ascensor.

Este patrón no solo limita la vida social, también repercute en las oportunidades laborales, el rendimiento académico y la autoestima.

Estrategias para dar el primer paso

Aunque superar la ansiedad social no es sencillo, existen herramientas y hábitos que pueden marcar la diferencia. Se trata de un proceso gradual en el que cada avance, por pequeño que parezca, suma.

Exposición progresiva. El enfrentamiento directo y controlado al miedo es una de las técnicas más eficaces. Empezar con interacciones sencillas, como preguntar la hora en la calle o iniciar una breve conversación con un vecino, ayuda a recuperar confianza. Poco a poco se puede ir aumentando la dificultad: participar en una reunión de trabajo, dar una opinión en grupo o acudir a un evento social.

Cambiar la mirada. A menudo, no es la situación en sí lo que provoca el malestar, sino la interpretación que se hace de ella. Reformular los pensamientos y evitar caer en suposiciones catastróficas es fundamental. Preguntarse “¿qué evidencias tengo de que me van a juzgar mal?” puede ayudar a devolver las cosas a una dimensión más realista.

Relajación y control del cuerpo. Las técnicas de respiración, como la abdominal o la diafragmática, son un recurso poderoso. En momentos de ansiedad, centrar la atención en la respiración profunda puede reducir síntomas físicos como la sudoración, el temblor o las palpitaciones, rompiendo el círculo vicioso de miedo y reacción corporal.

Apoyo profesional. En los casos en que la ansiedad social se convierte en un freno incapacitante, buscar ayuda psicológica es clave. La terapia cognitivo-conductual, entre otras, ha demostrado eficacia para reestructurar pensamientos y entrenar habilidades sociales de manera práctica y progresiva.

Volver sin presiones

La vuelta a la rutina tras las vacaciones suele estar marcada por la exigencia de recuperar rápidamente el ritmo, tanto en el trabajo como en la vida social. Este imperativo de “ponerse al día” puede ser especialmente dañino para quienes sufren ansiedad social. Es importante aceptar que la reincorporación no tiene por qué ser inmediata ni perfecta.

Establecer metas alcanzables, como proponer un café con un compañero de confianza antes de participar en una gran reunión, o retomar actividades sociales en grupos reducidos, son maneras de suavizar el proceso. También conviene recordar que la mayoría de las personas están más centradas en sí mismas que en analizar con lupa lo que hacen los demás.

El papel de la sociedad

Hablar abiertamente de ansiedad social sigue siendo un reto. Muchas personas que la padecen sienten vergüenza de reconocerlo, lo que alimenta el círculo del silencio y el aislamiento. Normalizar el debate, visibilizar que no se trata de “ser raro” ni de una debilidad, sino de un trastorno reconocido que afecta a millones, es fundamental para que quienes lo sufren no se sientan solos.

En el ámbito laboral, también resulta necesario fomentar entornos donde se valore la diversidad de personalidades y ritmos. No todos se expresan con la misma facilidad en público, y eso no debería ser motivo de discriminación o burla.

Una oportunidad para crecer

Aunque puede resultar duro, la vuelta a la rutina es también una oportunidad para plantearse nuevos hábitos emocionales. Del mismo modo que se organiza el tiempo para hacer ejercicio o para mejorar la alimentación, reservar espacio para entrenar la confianza social puede convertirse en un objetivo personal.

El proceso no es lineal: habrá retrocesos y días difíciles. Pero cada pequeña interacción ganada es un paso hacia una vida más plena y con menos barreras autoimpuestas. Con estrategias adecuadas, apoyo y paciencia, la ansiedad social puede dejar de ser un muro para convertirse en un desafío superado.

En definitiva, septiembre no tiene por qué ser sinónimo de angustia. Volver a la rutina y reencontrarse con la vida social puede ser un proceso más amable si se afronta con conciencia, estrategias claras y sin exigencias desmedidas. Reconocer que la ansiedad social existe, darle nombre y buscar herramientas para manejarla es, en sí mismo, un acto de valentía que abre la puerta a una nueva etapa más saludable y equilibrada.

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