Del 10 al 12 de abril se celebra en Barcelona la Conferencia de la Década del Océano de las Naciones Unidas bajo el lema «Proporcionar la ciencia que necesitamos para el océano que queremos». Este encuentro pretende desarrollar oportunidades para la presentación de soluciones científicas innovadoras y transformadoras, así como generar diálogo en toda la interfaz ciencia-política-sociedad para la promoción de la sostenibilidad marina.
La plataforma No a la Copa América y Ecologistas en Acción han lamentado que prácticamente no haya representación de grupos locales minoritarios ni del activismo de base en la conferencia y que "tampoco se ofrece espacio a perspectivas críticas y disidentes con los planteamientos dominantes de la nueva economía azul, que sigue centrándose en el crecimiento sostenible, un concepto considerado un oxímoron por las organizaciones".
Ese crecimiento sostenible, dicen las organizaciones que tiene fuertes implicaciones. Por un lado, el crecimiento exponencial de la industria del turismo —como los cruceros o el crecimiento urbanístico litoral—, así como el transporte marítimo de mercancías y de personas en las últimas décadas, degrada de forma crónica costas y mares en el Mediterráneo y en todo el mundo. Los yates y veleros que fondean sobre las praderas de Posidonia oceánica y otras plantas marinas siguen contribuyendo al declive de estos ecosistemas, que son unos de los mayores sumideros de CO2 del planeta.
Asimismo, el transporte marítimo aumenta el ruido submarino y produce colisiones con especies en muchos casos protegidas, como los cetáceos. La contaminación por vertidos debido a la deficiente capacidad de las depuradoras, no acondicionadas para el aumento demográfico de la época estival, es muy habitual en todo el litoral del Estado español.
Los impactos de estas actividades marítimas también generan problemas sociales como la gentrificación de las ciudades, la precarización de las condiciones laborales y la mala calidad del aire que impacta en la salud humana. Es el caso de Barcelona, donde la llegada masiva de cruceros la ha convertido en la ciudad en la más contaminada por su actividad en toda Europa. Una industria que utiliza las banderas de conveniencia para practicar la evasión fiscal y rebajar los derechos de las personas trabajadoras.
Según La plataforma No a la Copa América y Ecologistas en Acción, "la contribución del sector naval a la turistificación de la ciudad genera además la expulsión de sus habitantes, eliminando los comercios locales y masificando espacios hasta niveles insospechados. Tanto la industria de los cruceros como la celebración de macroeventos deportivos como la Copa América de vela, son actividades que acarrean graves impactos sociales y ambientales, y que además no cuentan con un apoyo generalizado por parte de la ciudadanía de Barcelona. Así lo demuestran las encuestas (más del 50% de la ciudadanía quiere limitar este sector) y el surgimiento de movimientos sociales en oposición como Stop Creuers o No a la Copa América.
Las organizaciones sociales y ecologistas recalcan que el contexto de cambio climático, sequía y pérdida de biodiversidad actual es palpable, mientras en las cumbres internacionales los términoscomo blue growth (crecimiento azul) o blue economy (economía azul) resultan “ilusorios y difusos” y siguen estando en el centro de las discusiones.
Irma Samayoa, portavoz de la plataforma No a la Copa América, explica que“desafortunadamente, la celebración de la Conferencia de la Década del Océano refuerza el uso interesado de la sostenibilidad marina para el lavado verde de un modelo de ciudad injusto e insostenible basado en el uso de lo público para beneficio privado, la especulación inmobiliaria, el turismo masivo y el consumismo desmedido. De hecho, la Fundación Barcelona Capital Náutica, entidad organizadora de la Conferencia, es también la principal promotora de la Copa América de Vela en Barcelona, un evento elitista, sin cultura deportiva en la ciudad, que no cuenta con ningún estudio de impacto medio-ambiental y para la cual ha conseguido transferencias millonarias desde las arcas públicas”.
Avanzar hacia un nuevo paradigma
Por todo ello, No a la Copa América y Ecologistas en Acción reclaman "avanzar hacia un nuevo paradigma de relación con los océanos, el decrecimiento azul. Este debe estar basado en reducir drásticamente el impacto humano sobre el medio marino, respetando la vida silvestre y los procesos ecológicos, base del funcionamiento de los ecosistemas, la regulación climática y, en última instancia, el bienestar humano".
Según Cecilia del Castillo Moro, portavoz de Ecologistas en Acción, "las industrias marítimas, costeras y, por supuesto, la turística, tienen que cambiar de rumbo para decrecer y poner la conservación de la vida marina y de los pueblos en el centro. El futuro de los océanos está ligado al futuro de la humanidad. Sin decrecimiento azul no hay futuro".
Un marco de actuación global
Este decrecimiento azul se entiende dentro de un marco de actuación global propuesto por las organizaciones ecologistas, que se resume en seis puntos generales, como son una reducción drástica del impacto de la pesca a nivel mundial, reconociendo el derecho prioritario de las poblaciones locales e indígenas; una estrategia mundial de reducción de las cargas de todos los contaminantes marinos, tanto físicos (plásticos principalmente) como químicos (residuos urbanos, vertidos de la industria química, etc.); una regulación mundial que minimice los impactos de la navegación sobre las especies y los ecosistemas: ruidos, fondeo de embarcaciones recreativas; un acuerdo internacional para la protección de las costas, estableciendo una protección legal básica de los ecosistemas costeros, que evite su urbanización y degradación, y la prioridad de derechos de las poblaciones locales sobre los turistas o visitantes; el cumplimiento de los acuerdos internacionales en materia de protección del 30 % de la superficie de los mares y del 10 % de protección estricta, así como la restauración a gran escala de zonas degradadas, y finalmente la apuesta por el decrecimiento turístico a la vez que se potencian economías alternativas que garanticen un trabajo digno y sean respetuosas con las comunidades locales.