El desperdicio alimentario representa uno de los desafíos más significativos de nuestra era, con implicaciones profundas en los ámbitos medioambiental, económico y social. En el corazón de Europa y, específicamente en España, este problema adquiere dimensiones particulares, que demandan una atención y acción concertada de todos los actores de la cadena alimentaria.
En las estadísticas de EUROSTAT sobre residuos alimentarios (food waste) se observa que el dato correspondiente a los hogares de España (30 kg por persona y año) es muy inferior a la media europea (70 kg).
La cifra española procede del panel de Cuantificación del Desperdicio Alimentario en los Hogares, que evalúa fundamentalmente los alimentos que se tiran sin ser utilizados (en 2020 unos 23 kg per capita) más los restos de recetas cocinadas que no se aprovechan (unos 7 kg per capita). Por lo tanto, como ya indicábamos en la entrada citada, cabe presumir que las partes no comestibles de los alimentos, que se retiran durante la elaboración y cocinado, queden fuera de dicha evaluación
¿Qué es el desperdicio alimentario?
Existen diferentes definiciones, pero de una manera sencilla, se puede definir el desperdicio alimentario como aquellos productos agrícolas y alimentarios descartados de la cadena alimentaria que siguen siendo perfectamente comestibles y adecuados para el consumo humano y que, a falta de posibles usos alternativos, terminan desechados como residuo.
El desperdicio alimentario se ha convertido en una preocupación a nivel mundial, y éste es generado en distintas etapas a lo largo de toda la cadena alimentaria, desde la producción primaria hasta el consumo. Por lo tanto, abordar el problema requiere actuar en todas esas etapas, tanto en la prevención como en la reutilización de los que se generen de forma inevitable.
La sobreproducción
En España, la problemática del desperdicio alimentario se manifiesta a través de diversas causas. La sobreproducción, impulsada por prácticas comerciales que favorecen la disponibilidad excesiva de productos, junto con estrictas normativas sobre la apariencia de los alimentos, contribuye significativamente al problema. A nivel del consumidor, la falta de planificación de compras, el desconocimiento sobre las fechas de caducidad y de consumo preferente, y la tendencia a adquirir más alimentos de los necesarios, resultan en una considerable cantidad de alimentos desechados. Asimismo, la gestión ineficiente en hogares y establecimientos de restauración, donde la falta de conciencia y prácticas adecuadas de conservación prevalecen, exacerba la situación.
Consecuencias del desperdicio alimentario en España
Las consecuencias del desperdicio alimentario en España son multifacéticas. Medioambientalmente, el desperdicio conlleva una huella de carbono innecesaria, además de un uso excesivo de agua y energía, y contribuye a la emisión de gases de efecto invernadero debido a la descomposición de alimentos en vertederos. Desde una perspectiva económica, representa un gasto innecesario para los consumidores y afecta la eficiencia de la cadena alimentaria. En el plano social, el contraste entre el desperdicio de comida y la existencia de sectores de la población que sufren de inseguridad alimentaria resalta una problemática ética importante.
Reducir para gastar menos agua
Para abordar este desafío, España ha adoptado diversas medidas, incluyendo legislación y políticas enfocadas en la reducción del desperdicio alimentario, promoción de la donación de alimentos, y campañas de sensibilización dirigidas a cambiar el comportamiento del consumidor y mejorar las prácticas de gestión de alimentos tanto en hogares como en restaurantes.
A nivel europeo, el escenario no es muy distinto. Las causas del desperdicio alimentario son similares, incluyendo la sobreproducción, prácticas comerciales ineficientes, y comportamientos del consumidor que favorecen el desperdicio. Este problema tiene un impacto medioambiental aún más amplio, dada la escala de la Unión Europea, contribuyendo significativamente a la emisión de gases de efecto invernadero y al desperdicio de recursos naturales. Además, el desperdicio alimentario en Europa plantea desafíos éticos y sociales, especialmente cuando se considera la paradoja de desperdiciar alimentos en un contexto donde aún existen problemas de hambre y malnutrición.
Soluciones desde Europa
La Unión Europea ha implementado estrategias y legislaciones, como la Estrategia Farm to Fork (De la Granja a la Mesa), parte del Pacto Verde Europeo, que busca hacer los sistemas alimentarios más sostenibles y reducir el desperdicio alimentario. Además, se promueve la innovación en empaquetado y conservación de alimentos y se realizan campañas educativas y de sensibilización dirigidas a los consumidores.
La solución al desperdicio alimentario, tanto en España como en Europa, requiere un enfoque integrado que involucre a todos los actores de la cadena alimentaria: desde productores y comerciantes hasta consumidores, así como entidades gubernamentales y no gubernamentales. La adopción de prácticas sostenibles en la producción, comercialización y consumo de alimentos es crucial. La educación y sensibilización sobre el valor de los alimentos y la importancia de su conservación pueden jugar un papel determinante en la transformación de comportamientos y en la promoción de una cultura de respeto y responsabilidad hacia los recursos alimentarios.
El desperdicio alimentario no es solo un problema de gestión de residuos; es un indicador de cómo nuestras sociedades valoran y utilizan los recursos naturales. Acabar con esta práctica absurda, no solo es fundamental para la sostenibilidad ambiental, sino también para la justicia social y la eficiencia. Y fundamental para evitar secar nuestros campo.