Quiero postularme como ministrable, en Cultura o Educación, para algún partido con intención de reformar la sociedad de este país y, por extensión, de la Humanidad entera. Perdonen la exigencia del cargo ministerial y no menos, yo ya he visto cómo funciona algo de la gestión pública y con mi edad no perdería el tiempo en sillas menores, no me merece la pena. Ministro es un sueldo estupendo y algo de poder del de verdad.

Este arranque exabrupto tiene su causa. Yo creo en la política y la practico a diario con compromiso. Nunca pretendo ser tibio con mi actividad de escritura o del ejercicio de las ideas. Pero, cada vez más, observo una polarización peligrosísima de una sociedad que tiende ora al fascismo ramplón pero pragmático ora al estatalinismo vehemente de aparente buena intención. La condena a los mensajes sobre Carrero y Franco, el golpe o no de Maduro, verbigracia, muestran a la perfección esa deriva: pero yo voy a evitar pronunciarme, porque no va de eso este texto…

Voy a hacerme una pregunta que cada lector debería hacerse: ¿Quién me perseguiría a mí? Esto es, llegado el caso de un régimen de violencia ¿de quién podría ser yo víctima? Tengo conocidos de extrema derecha que me responderían ipsofacto, muchos compañeros del colegio marista en el que me deformaron ya me decían, en las postrimerías del franquismo, que, como detalle de compañerismo, yo saldría exiliado en la primera avioneta después del golpe. Pero, y querida progresista, revolucionario amado, ¿podría haber vivido yo en Cuba? No me expliquen que la libertad del Capital tampoco lo es, he leído mucho y esa parte me la sé, mi biblia ahora es la Klein, que lo explica muy bien. Mi pregunta no es por la esencia de la libertad y el ser humano, es más sencilla: a quién confiaríamos nuestra integridad personal; a quién condenarías tú, con tus propias manos…

Yo he peleado toda mi vida por la coherencia. Hay que tener un cuidado exquisito. Mantener un mínimo de Derechos Humanos indiscutibles es mi referencia ideológica, antes de postularme como ministrable con grupo político alguno… El debate, la razón, el conocimiento, así se definen esos derechos que probablemente darían mucho para hablar. A mí me estomagan por igual quienes dan esa visión torticera del único país del mundo que nos interesa (Venezuela), como quienes siempre encuentran una justificación de la excepcionalidad para subvertir los derechos. Estoy con Beatriz Talegón cuando en un reciente artículo se negaba a encumbrar como héroes de la libertad de expresión a gente que fomenta el odio, aunque sí debemos garantizar la posibilidad de lo que hagan, una cosa es la libertad y otra la expresión de ideas: don Emilio Lledó lo deja claro, ese derecho no existe si no hay ideas que expresar, no basta con la forma, también va la libertad en lo que dices y cuando son gilipolleces no la estás defendiendo sino desjarretándola.

Cada vez soy más escéptico, en el sentido clásico del término; la finalidad, la conclusión me angustia porque su precio es siempre gravísimo, casi siempre conviene suspender el juicio y tolerar. Yo puedo entender el ánimo independentista de Catalunya, pero ¿de verdad creen que no costaría depuraciones y manejo de grupos humanos?, ¿quién firmará los decretos? Querer alcanzar la verdad, ya, ahora, es una locura muy peligrosa que afecta por igual a la derecha y a la izquierda; dejo a la derecha con sus fantasmas, tan de opereta; para mí, lo siento, pasar por encima del individuo no es ser de izquierdas, y en esta sociedad polarizada podemos terminar resucitando otros espíritus de óperas grandilocuentes que deberían estar enterrados, porque veo más similitudes entre Putin y Stalin de las que mi marxismo lector me recomienda. Para mí la izquierda no es nacionalista, ni economicista, es humanismo y sabiduría, es pensamiento crítico y hedonismo, y esa utopía se construye con la Educación y un respeto exquisito a los Estados de Derecho. Porque, por mucho que me jodan los millones de votantes de Rajoy, la democracia tiene estas cosas del cabreo y el análisis que lo explica todo aunque no cambie nada. Polarizar es construir una sociedad de víctimas y verdugos, y yo no me veo en ninguno de los dos papeles.

Tengo amigos comunistas, socialistas amigas, familia del PP, compañeros de infancia y pupitre muy exaltados (dejémoslo así), hasta conocidos teóricos del anarquismo… Cuando hablo de respeto hablo de debate y discusión de ideas, públicamente, de frente, argumentando. Creo que todos, todas me conocen y saben de mi cojeo, pero soy humano y nada de lo humano me es ajeno, me aterra el sufrimiento propio y con la edad soy más consciente del dolor que provoca causar sufrimiento a los demás.

La postura del “Ellos o nosotros” es clave de arco de los totalitarismos, quienes los defienden no son mis enemigos, lo son de la Humanidad.

DEJA UNA RESPUESTA

Comentario
Introduce tu nombre