Decía el escritor José Saramago que “hay dos superpotencias en el mundo: una es Estados Unidos, otra eres tú”.
Nada produce tanta fuerza y tanta devastación en la injusticia como la decisión de actuar de la ciudadanía, y eso parece que aún no lo tenemos claro, o tenemos miedo de tenerlo claro. La ciudadanía a coro, o incluso de manera individual, es capaz de derrocar lo horrible, de echar abajo las dictaduras sanguinarias o las hipócritas democracias, y también de vencer la actitud y la intención del asesino y de toda ejecución terrorista. La actitud de Ignacio Echeverría es el ejemplo de esa otra gran superpotencia de la que nos habla Saramago y que, sin embargo, abandonamos en nuestro histerismo y celeridad diaria, en nuestra clientelar conducta, convencida más para atender el consumismo que para detenernos a profesar, reflexionar y desarrollar toda posibilidad de revelarnos y acentuar toda solidaridad.
Es penoso que nos aturda y desajuste la heroicidad de Ignacio Echeverría, no por la hermosa y desinteresada acción, sino porque estemos hablando de ello debido a que es un acto aislado, poco habitual. Eso es lo que nos sorprende, eso es lo penoso, que sea un gesto inusual. Si fuera un gesto cotidiano no apresaría nuestro interés, no atiborraría nuestras opiniones y propuestas de diálogo, nuestras conversaciones.
Residimos en una pasividad educada y discreta, estamos anclados en tercera persona, observamos desde fuera los sucesos con miedo a cualquier implicación personal, dejamos de decidir, deciden otros, los actos de otros, deciden los protagonistas que se implican, los que visionamos en esa comicidad deprimente que se muestra un día sí y otro también ante nuestros ojos, y de igual manera cuando se trata de un acto terrorista como lo sucedido en Londres, como cuando se trata de barbaries autoritarias de estados donde sus gobernantes presumen de democracia aunque se encuentren al servicio de economías competitivas y de capitalismos sanguinarios.
El acto de Ignacio Echeverría es el ejemplo, es la muestra inequívoca de que, “la otra superpotencia eres tú”.