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Dabadabadú

Julián Molina Illán
Julián Molina Illán
Psicólogo, Fisioterapeuta, Enfermero, Filólogo, e Historiador del Arte.
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análisis

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D

abadabadú era el grito que Pedro Picapiedra daba cuando, después de una ardua jornada laboral en la cantera partiendo piedras, se dejaba caer por el lomo del Brontosaurio hasta aterrizar en su troncomóvil de graníticas ruedas. Posteriormente, llegaba a su casa (un dólmen) donde su mujer (Vilma) administraba los piedrólares que el esforzado Pedro había ganado. Como bien puede comprenderse, la Edad de Piedra era muy dura.

Acabo de escuchar, al igual que el resto de los españoles y españolas, el dabadabadú del presidente Sánchez; porque esto es lo que ha sido. La expresión de una rabieta, un cabreo absurdo, para ahora decir que vuelve “con más fuerza si cabe”. Para este viaje no hacían falta tantas alforjas. Vamos a analizar la situación.

Recientemente, se ha criminalizado a Alberto Rodríguez, inocente, y le costó el cargo; se ha criminalizado a Mónica Oltra, inocente, y le costó el cargo; se ha criminalizado a Pablo Iglesias, inocente, y le costó el cargo, y se criminalizó también a Íñigo Errejón, inocente, y casi le costó el cargo. Mientras esto ocurría, nadie en el Psoe, ni por supuesto su secretario general, mostraron la más mínima queja. Y como dijo el poeta, “finalmente vinieron por mí…”. Un presidente no puede cabrearse. No tiene derecho a ello. Y mucho menos tiene derecho a paralizar políticamente un país por un cabreo.

Para reflexionar era suficiente con despejar su agenda y enclaustrarse unos días sin darle “tres cuartos al pregonero”. Punto. Sin embargo, una vez que te echas al monte y te sitúas en el centro de la diana política de tu país, conviene tener preparada una salida digna. Además, hasta donde yo sé, su mujer es bastante mayorcita como para defenderse sola y acudir a los tribunales si así lo considerase oportuno.

Hay un tufo a paternalismo machista en todo este asunto. Pero, ¿qué tendría que haber hecho Pedro Sánchez? Vamos a verlo. No solamente que la caverna reaccionaria traspasa todos los límites, para ella inexistentes cuando se trata de masacrar a sus rivales políticos, es que también incumplen las leyes que no les gustan (como la Ley de Memoria Histórica, o la Ley que obliga a la renovación del Consejo Superior del Poder Judicial); asimismo, y en la misma línea argumental, tenemos una Ley de Prevención de Riesgos Laborales que hace del acoso una circunstancia de la cual tiene la culpa la víctima. Es una Ley que no funciona, que protege al agresor, así como ocurre en otros tipos de acoso que se producen en los ámbitos educativos, o domésticos.

Lo normal, tras este brindis al sol de Pedro Sánchez, hubiera sido el planteamiento de una Cuestión de Confianza al Congreso para evaluar la situación política y conseguir un reforzado consenso para frenar, de una vez por todas, a los matones, los difamadores, los acosadores, allá donde los hubiere. Estoy convencido de que a los denostados independentistas, vilipendiados hasta en su propia casa, les habría parecido muy bien. Es decir, la Cuestión de Confianza se habría ganado con mayoría más que suficiente.

Así se habría obtenido un nuevo y más contundente consenso para hacer cumplir de manera inmisericorde la Ley de Memoria Histórica haciendo intervenir a la Fiscalía contra todos y todos los que ponen palos en las ruedas; se habría podido impulsar una formulación del franquismo como lo que realmente fue, un periodo trágico y negro en la Historia de España, y se habría podido definir a Franco también como lo que fue, un asesino. Se habría podido plantear una nueva Ley para la lucha contra el acoso en todos sus ámbitos, situando a la víctima en el centro de toda una serie de medidas de prevención y de protección.

Estableciendo criterios infinitamente más sensibles para el acoso, culpabilizando al acosador, y estableciendo medidas de prevención del acoso allí donde se dé. También se podría haber aprovechado para establecer nuevas normas de convivencia política para hacer ilegales las manifestaciones de desaprobación violenta ante las sedes de los partidos, lo cual no tiene nada que ver con el derecho de manifestación, o la libertad de expresión. Se podría haber revitalizado el pacto de gobierno para orientarlo más a la protección de las personas, y sus ideas, luchando contra los matones que difaman y tergiversan, no reparando para ello en ningún medio, con tal de obtener sus espurios objetivos políticos que no consiguieron conquistar en las urnas. Una lástima, una oportunidad perdida, y una patulea de asesores los que se ha echado Pedro Sánchez. Algunos lo haríamos gratis, y lo haríamos mejor. Dabadabadú.

Un saludo a todo el mundo

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