España, entre el naufragio demoscópico de la derecha y la resurrección de Frankenstein

30 de Julio de 2023
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La democracia necesita al perdedor

Estas elecciones generales celebradas el 23 de junio han sido una suerte de déjà vu  que recuerdan mucho a las del año 1993, en que el Partido Popular (PP) llegó incluso a dudar de la limpieza democrática de las mismas en la noche electoral tras una inesperada victoria socialista, y las del 1996, en que los populares ganaron a los socialistas por un puñado de escaños y se vieron abocados a vender su alma al Diablo para gobernar, es decir, a sus denostados partidos nacionalistas, el PNV y la desaparecida CiU. El presidente de Gobierno saliente, Felipe González, llegó a decir que los populares habían cosechado una “amarga victoria”, mientras los socialistas saboreaban una “dulce derrota”. Según González, les había faltado a los socialistas una semana más de campaña electoral para derrotar al PP.

Al igual que entonces, el PP de Alberto Núñez Feijóo volvió a escuchar los engañosos cantos de sirena de sus gurús mediáticos que, como en el caso de Narciso Michavila, le hacen las encuestas, como si fueran trajes a la medida, y muy alejadas de la realidad sociológica del país. Incluso la encuesta de la noche electoral era una despropósito y estaba absolutamente alejada de los resultados que más tarde arrojaron las urnas. Nunca hubo ni en la calle ni en el paisaje electoral una mayoría clara del centro derecha sumando los votos del PP y Vox, tal como ya se había demostrado en las elecciones municipales de mayo, en que ambas formaciones apenas llegaron al 38% de los votos. Michavila, quizá más llevado por la avaricia de hacer caja que de rendir con pericia sus servicios a sus clientes, ofreció al PP unas encuestas más propias de la antología del disparate que de unos estudios ajustados a la realidad, quedando así servido el naufragio demoscópico del 23 J. Eso es lo que tiene contratar al profesor Bacterio para que te haga las encuestas, que te acabas estrellando con la cruda y brutal realidad.

Aparte de estas reflexiones, los dos bloques, izquierda y derecha, quedaron en términos numéricos separados a escasa distancia, algo más de 400.000 votos a favor de la derecha, y el PSOE mostró una capacidad de recuperación increíble superándose incluso a sí mismo, llegando  a rebasar los resultados obtenidos en las elecciones generales de 2019 y pasando de los algo más de 6,2 millones de votos en las municipales a los 7,7 de las generales, a apenas algo más de 300.000 votos del PP.  Pese a todo, debido a un sistema electoral que distorsiona la voluntad popular, los dos bloques han obtenido el mismo número de diputados en el parlamento (170) y el destino del futuro gobierno de España queda en manos de los pequeños partidos políticos nacionalistas vascos y catalanes

Descalabro de Vox y estancamiento de la izquierda no socialista

En lo que respecta a la derecha, el partido Vox ha sufrido un descalabro monumental e inesperado para sus líderes. El hiperliderazgo angustiante de su máximo líder, Santiago Abascal, un discurso político rayano en un maniqueísmo superado y obsoleto con respecto a determinadas cuestiones y la falta de una auténtica estructura regional y provincial dotada de autonomía con respecto al aparato central, junto con otros elementos, han convertido a este partido en una estructura fallida y poco competitiva en términos políticos y electorales, tal como los tozudos hechos y los resultados electorales han revelado. Necesita cambios urgentes si quiere sobrevivir. Habiendo perdido unos 600.000 votos con respecto a las elecciones generales de 2019, Vox se ha dejado en el camino 19 de los 52 diputados que tenía en la anterior legislatura y también la imposibilidad de conformar un bloque político con el PP capaz de conformar gobierno. La escasa capacidad autocrítica de su máximo líder, Abascal, en la noche electoral fue absolutamente surrealista e impropia de un verdadero liderazgo maduro y sólido.

Pero si la derecha no está para tirar cohetes, menos lo debería estar la izquierda, pese a ese triunfalismo pletórico y ridículo mostrado en la noche electoral. Su marca política, Sumar, liderada por la ministra Yolanda Díaz, ha conseguido casi los mismos votos que Podemos en su peor momento y ha perdido cuatro diputados con respecto a los obtenidos en 2019 por su anteriores siglas, pese a los esfuerzos por unir a numerosas fuerzas políticas, bien variopintas algunas, todo hay que decirlo, del espectro político regional español. Sumar obtuvo 32 diputados frente a los 35 de Podemos en e 2019.

Lo que no cabe duda es que los grandes ganadores de la noche, como viene ocurriendo desde hace muchas convocatorias electorales en España, puesto que siguen siendo los árbitros absolutos de la vida política española en lo que respecta la formación del próximo gobierno en España y el color futuro del mismo, han sido los partidos nacionalistas vascos y catalanes. Cabe destacar el claro y rotundo avance de los herederos de la banda terrorista ETA, Eh Bildu, que han superado ya a su clásico rival en la política vasca, el PNV, y que obtienen seis diputados. En Cataluña, Junts y ERC obtienen siete diputados cada uno, aunque el nacionalismo catalán se erosiona en términos políticos y electorales, mostrando que pese a conservar su carácter arbitral y central en la política española su cascada de desatinos y boutades exhibidos en los últimos años ha hecho mella en su “caladeros” políticos. En total, los partidos nacionalistas vascos y catalanes cuentan con 23 diputados sobre 350 del parlamento español, una cifra no muy alta pero fundamental a la hora de formar el próximo ejecutivo en Madrid.

¿Quién gobernará ahora España a tenor de estos resultados? Aparentemente, tras la negativa del Partido Nacionalista Vasco con sus cinco diputados a pactar con el PP, los socialistas lo tienen algo más fácil que el PP. Pese que la coalición no firmada entre el PP y Vox pretendía poner fin a lo que denominaban como “el gobierno  Frankenstein” para España, es decir, acabar por todas  con la alianza “contra natura” conformada entre ex etarras, socialistas, comunistas, nacionalistas catalanes, golpistas y otros personajes indefinibles, por decirlo de alguna forma, está claro que ese objetivo no se ha logrado. Los números no han salido para la derecha como predecían sus tahúres mediáticos y demoscópicos y los socialistas podrían tratar de resucitar de nuevo al “gobierno Frankenstein”. Gobierne quien gobierne, pues apenas acaba de comenzar el baile de tango de los pactos postelectorales, lo que no cabe duda es que se vuelve a cumplir esa máxima del gran Antonio Machado que nos vaticinaba que “españolito que vienes al mundo te guarde Dios. una de las dos Españas ha de helarte el corazón”

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