La crisis de acceso a la vivienda en España sigue intensificándose, convirtiendo el alquiler en una realidad que afecta a una parte cada vez mayor de la población, no solo a los más jóvenes, sino también a las generaciones que se encuentran en plena edad productiva. Lejos de ser una opción temporal, el alquiler se ha convertido en una condena a largo plazo para quienes no tienen los medios económicos para adquirir una propiedad. La situación ha empeorado por el creciente número de grandes propietarios e inversores que monopolizan el mercado inmobiliario, dejando a muchos españoles sin otra opción que pagar alquileres desorbitados sin ninguna expectativa real de heredar o comprar una vivienda. Así se desprende del informe realizado por IDRA, el Instituto de Investigación Urbana de Barcelona, en el que los datos esclarecen esta percepción cada vez más asentada entre las clases menos pudientes.
El fin del sueño de la propiedad
Durante décadas, el acceso a la vivienda en propiedad ha sido un pilar central de la sociedad española. Sin embargo, desde la crisis hipotecaria de 2008, el sueño de ser propietario de una vivienda se ha vuelto inalcanzable para millones de personas. El alquiler, que antes se consideraba una solución transitoria mientras se ahorraba para comprar, ahora se ha cronificado. Los datos muestran que el 53% de los hogares jóvenes (de 16 a 29 años) vive de alquiler, una cifra que se reduce al 32% entre los hogares de 30 a 44 años, pero que sigue siendo alarmante.
Además, lejos de ser una realidad exclusivamente juvenil, el alquiler se ha consolidado como la única opción para gran parte de la población adulta. En ciudades como Madrid y Barcelona, el porcentaje de inquilinos sigue en aumento. Más preocupante aún es que muchos de estos inquilinos ya no esperan heredar una vivienda, lo que complica aún más sus perspectivas de escapar del ciclo del alquiler.
La concentración de la propiedad: el verdadero problema
El mercado inmobiliario español ha experimentado una transformación radical en las últimas dos décadas. La concentración de propiedades en manos de grandes propietarios y fondos de inversión ha sido una de las principales causas del aumento de los precios, tanto en el mercado de alquiler como en el de compra. Entre 2008 y 2020, casi la mitad de las viviendas inscritas en el registro de la propiedad pasaron a ser de empresas o individuos que ya poseían al menos ocho inmuebles.
Este fenómeno ha provocado un desajuste en el mercado: mientras los grandes propietarios continúan acumulando viviendas, las personas que buscan acceder a su primera vivienda se ven obligadas a competir con aquellos que compran inmuebles como inversión, no para vivir en ellos. En 2023, entre el 56% y el 60% de las compras de vivienda en España se hicieron al contado, lo que demuestra el dominio de los grandes capitales en el mercado.
El alquiler como fuente de desigualdad
Uno de los aspectos más preocupantes del actual mercado inmobiliario es cómo el alquiler está perpetuando la desigualdad. Los hogares que viven de alquiler tienen una renta media anual de 22.183 euros, frente a los 46.725 euros de aquellos que son propietarios y rentistas. Esta brecha se amplía con el tiempo, ya que los inquilinos deben destinar una gran parte de sus ingresos al pago del alquiler, mientras los propietarios ven cómo sus activos aumentan de valor.
El mercado de alquiler en España se ha convertido en un mecanismo de transferencia de rentas desde los inquilinos, que tienen menos recursos, hacia los propietarios, que continúan acumulando riqueza. La mayoría de los caseros tienen ingresos significativamente superiores a los de los inquilinos, y la proporción de ingresos entre ambos grupos es de hasta 2,58 veces más alta para los arrendadores. En otras palabras, los inquilinos, en lugar de ahorrar para adquirir una vivienda, están enriqueciendo a quienes ya poseen varias propiedades.