Isabel Díaz Ayuso ha vuelto a superar todos los límites en su escalada de confrontación contra Pedro Sánchez. En su reciente entrevista con Ana Rosa Quintana en Telecinco, la presidenta de la Comunidad de Madrid lanzó una serie de afirmaciones sin pruebas, entre ellas, que el presidente del Gobierno "quiere matarla" y que sus mensajes con él en WhatsApp han sido "borrados misteriosamente". Todo ello sin ninguna evidencia, pero con un objetivo claro: difundir su discurso en redes sociales y convertirlo en una bola de nieve imposible de frenar.
Una estrategia pensada para viralizarse
Lejos de ser declaraciones improvisadas, las palabras de Ayuso siguen una lógica comunicativa estudiada. La presidenta madrileña no necesita demostrar nada porque sabe que, en el ecosistema digital, lo importante no es la verdad, sino la capacidad de generar impacto. Su discurso está diseñado para viralizarse en TikTok, Instagram y X (antes Twitter), donde los mensajes cortos, incendiarios y sin contexto tienen más alcance que los análisis pausados o los desmentidos posteriores.
El método es simple: lanza una acusación extrema, los influencers afines la replican sin cuestionarla y los medios de derecha la amplifican. Una vez que su mensaje se ha difundido millones de veces, ya no importa si es verdad o mentira: queda instalado en la conversación pública. Esto explica por qué Ayuso sigue insistiendo en afirmaciones que han sido refutadas en múltiples ocasiones, desde su relato sobre el supuesto espionaje gubernamental hasta la idea de que Madrid está siendo castigada por Moncloa.
De víctima a heroína: el relato de Ayuso
Ayuso ha construido un relato en el que ella no solo es la víctima de un gobierno supuestamente autoritario, sino también la heroína que lucha contra él. Su afirmación de que Sánchez "quiere matarla" es un claro ejemplo de esta estrategia. No se trata solo de criticar al presidente, sino de colocarse en una posición de mártir, de alguien que está siendo perseguida por decir la verdad.
En esta narrativa, cualquier crítica hacia ella se convierte en una prueba más de que es una líder incómoda para el poder. De este modo, su discurso apela no solo a los votantes de derecha, sino también a un público más amplio que rechaza las imposiciones del "establishment". Es el mismo modelo que han seguido líderes como Donald Trump o Jair Bolsonaro: cuanto más se les señala por sus mentiras, más crecen sus seguidores convencidos de que son víctimas de una conspiración.
La complicidad de los medios afines
El éxito de esta estrategia sería imposible sin la colaboración de medios que actúan como altavoces de sus falsedades. En su entrevista con Ana Rosa Quintana, Ayuso no recibió ninguna pregunta incómoda, ninguna petición de pruebas. Sus declaraciones fueron aceptadas sin objeción, permitiéndole construir su relato sin interferencias.
Telecinco, al igual que otros medios conservadores, ha adoptado una actitud permisiva con Ayuso, priorizando el espectáculo sobre el rigor periodístico. Las afirmaciones de la presidenta madrileña sobre la desaparición de sus mensajes con Sánchez en WhatsApp, por ejemplo, podrían haberse desmontado fácilmente con una pregunta técnica sobre el funcionamiento de la aplicación. Pero en lugar de eso, se le permitió sembrar dudas sin más.
El efecto en la opinión pública
Este bombardeo constante de desinformación tiene consecuencias. Aunque muchas de las afirmaciones de Ayuso sean fácilmente refutables, el simple hecho de que sean repetidas una y otra vez hace que una parte de la población termine creyéndolas. Así funciona el llamado "efecto de ilusión de verdad": cuando una mentira se repite lo suficiente, empieza a percibirse como cierta.
Además, la velocidad con la que se propagan estos mensajes en redes sociales hace que los desmentidos lleguen tarde y con menos impacto. La viralidad de TikTok, Instagram o X convierte cada frase de Ayuso en un meme, un eslogan o un grito de guerra para sus seguidores. Poco importa que luego se demuestre su falsedad; el daño ya está hecho.
Mentir sin consecuencias
El problema central de la estrategia de Ayuso es que no hay un coste político real para sus mentiras. En un escenario donde la polarización es extrema, sus seguidores la respaldan no por lo que dice, sino por lo que representa: una oposición frontal a Pedro Sánchez y al PSOE. Para ellos, desmentir sus palabras es irrelevante porque la ven como una líder que defiende su visión de España.
A esto se suma la falta de reacción contundente por parte del Gobierno y de los medios progresistas, que muchas veces se limitan a indignarse sin desarrollar una estrategia efectiva para contrarrestar la desinformación. Mientras tanto, Ayuso sigue imponiendo su narrativa y ganando la batalla en las redes sociales, donde la política se juega cada vez más.
Un modelo que no desaparecerá
Ayuso no es la primera ni será la última en utilizar esta estrategia. Su éxito radica en la capacidad de convertir la mentira en un instrumento político efectivo, una herramienta que le permite mantenerse en el centro del debate sin necesidad de demostrar nada. En la era de la desinformación, la verdad ha pasado a un segundo plano, y la presidenta madrileña lo sabe mejor que nadie.
El problema no es solo que Ayuso mienta, sino que el ecosistema mediático y digital en el que vivimos premia este comportamiento. Mientras las redes sociales sigan funcionando como un amplificador de falsedades y los medios continúen otorgándole espacio sin cuestionarla, la presidenta madrileña podrá seguir elevando la mentira a la máxima expresión sin pagar un precio por ello.