Ayuso convierte Madrid en la capital mundial del nuevo fascismo posmoderno

21 de Junio de 2024
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Isabel Díaz Ayuso | Foto: CAM

Tras condecorar a Milei, Ayuso ha subido un peldaño más en su ofensiva política para ser presidenta del Gobierno algún día. Pero España se le queda pequeña, ya no le basta con confrontar con Pedro Sánchez. Ahora quiere ser más que Giorgia Meloni. MAR ha debido susurrarle al oído, otra vez, a la lideresa. Y le dice que ya que casi ha vencido al sanchismo, poniendo el país bajo su yugo, debe proyectar su imagen fuera de nuestras fronteras, hacia Bruselas, hacia la vieja Europa, hacia el infinito y más allá. Quién se lo iba a decir a ella cuando empezó como cándida becaria de Espe Aguirre. Una principiante que llegó con una mano delante y otra detrás a esto de la política y ahora fíjate tú. Reina del mundo mundial. Próxima trepa cum laude por la Sorbona de Le Pen. No hay límites para ella más el que le imponga su febril imaginación.

La lideresa castiza ya toma sus propias decisiones en política exterior, como hacen los indepes catalanes cuando abren embajadas y se codean con los dirigentes internacionales. Pronto veremos la bandera de la comunidad de Madrid ondeando en la ONU, entre la de Estados Unidos e Israel, y el oso y el madroño plantado junto a la pistola anudada de Carl Fredrik Reuterswärd, homenaje a John Lennon. A fin de cuentas, España sobra estando Madrid. ¿Para qué queremos España si ya está Madrid? ¿Qué es Madrid si no España dentro de España? Pero mientras llega ese acontecimiento sublime, telúrico, cósmico, hay que trazar un plan, y ese plan ya se lo ha esbozado a su pupila, con sumo detalle, Miguel Ángel Rodríguez. La hoja de ruta hacia la gloria tramada por el ayusismo consiste, ni más ni menos, que en hacerse un hueco en la gran internacional ultraderechista. Si Von der Leyen ha abierto la veda del pacto con los nazis, ¿por qué no? Los tiempos de los cordones sanitarios se han terminado, y el primer paso ya está dado.

Cuenta la prensa argentina que Milei, un don nadie que ha medrado en política sin más combustible que una taza de mate con esencias de odio, está encantado con la medalla de la comunidad de Madrid. Ha sido un quid pro quo, un toma y daca, un tú me das yo te doy muy beneficioso para ambos. Con el pedazo de latón que Ayuso le va a colgar del cuello, Milei entra por la puerta grande de Europa. Vale que el rey de España aún se resiste a recibirlo (lo cual es un hándicap), pero todo se andará. Llama la atención que el dirigente argentino no haya dicho ni mu al hecho de que Zarzuela le haya dado con la puerta en las narices. Tenía una ocasión perfecta para tirar de victimismo y arremeter contra el monarca como un barra brava sin desayunar. Se lo habían puesto a huevo para iniciar una de esas delirantes campañas repletas de insultos e improperios que suelen emprender los populistas del nuevo fascismo posmoderno contra quienes no les dan la razón. Le bastaba con ponerse delante de la maquinita de Elon Musk y escribir algo así como Felpudo VI no quiere verme, abajo el gallego de Castilla, Borbones a los tiburones y en ese plan. Pero no lo ha hecho. Ha optado por morderse la lengua (casi se envenena), por ser prudente y por dejarlo correr. ¿Por qué? Porque sabe que esa batalla, más tarde o más temprano, la tiene ganada. Ya le harán Ayuso, Abascal y las antenas de la caverna el trabajo sucio macerando poco a poco al monarca, sin prisa, pero sin pausa, hasta que le ponga la alfombra roja de Zarzuela al dirigente argentino.

Milei tiene muchos intereses financieros en nuestro país y no puede perder la ocasión de colocar inversiones en Madrid. El puente de plata (en este caso de oro), ya se lo ha desplegado Ayuso con esa medalla de honor que no es más que un cacho de hojalata sin ningún valor. A cambio, la presidenta madrileña también saca su tajada. Tanta como que la internacional facha la admita en su seno como a una más. A la lideresa castiza ya no le interesan todos esos vejestorios decadentes del Grupo Popular Europeo, fósiles del mundo de ayer, fracasados macronistas, losers superados por la efervescencia del trumpismo que se abre camino en todas partes. Arrastrada por los nuevos vientos ultras, la derecha convencional ha entrado en un momento de crisis galopante e incurable. Es solo cuestión de tiempo que los conservadores europeos se desintegren. Unos se lo dejarán y volverán a sus bufetes y negocios; otros darán el gran salto adelante, integrándose sin pudor en la extrema derecha, que terminará engulléndolo todo. En ese escenario, Ayuso (no ella, que no tiene talento para la política ni para nada, se limita a leer la chuleta que le pasa cada día su spin doctor MAR) va tomando posiciones. Ya sueña con ser la Meloni de Chamberí. Y ese es el problemón que Feijóo no sabe cómo afrontar. El gallego está paralizado ante el auge imparable de la mujer que quiere arrebatarle la silla. ¿Cómo gestionar el desafío que le presenta cada mañana? Apartarla no puede, sería tanto como romper el partido en dos, entregando Madrid a la izquierda. Y dejarla hacer supone abandonar para siempre el centro (si es que alguna vez estuvo ahí el PP), entregándose a la extrema derecha populista.

El PP ya no existe en Madrid, capital mundial del nuevo facherío trumpizado. Es el ayusismo, que no es la misma cosa, lo que se lleva ahora. Feijóo quizá no lo sepa aún, pero su delfina está dándole el giro ultra ante su inoperancia. Si yo fuera él, miraría a mis espaldas por los pasillos de Génova. Y más todavía cuando Aznar ronde por allí.  

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