Calviño «dirige» el pacto Sánchez-Partido Popular desde su afinidad al neocapitalismo deshumanizado

23 de Octubre de 2021
Actualizado el 02 de julio de 2024
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Calviño CNMV

La crisis provocada por las injerencias de Nadia Calviño en la negociación para la derogación de la reforma laboral ha tensado las relaciones entre los socios de gobierno. Más bien, ha tensado la situación con la parte del Ejecutivo dispuesto a renunciar a la ética y la ideología (porque no la tienen) para obtener un fin electoral o apoyos de cara al futuro.

Tal y como hemos publicado en Diario16, uno de los más duros ha sido Íñigo Errejón cuando ha acusado a Pedro Sánchez de «meter de por medio» a Nadia Calviño en los trabajos para derogar la reforma laboral del PP por falta de voluntad política para hacerlo. Además, le recordó a Sánchez que «es presidente gracias a los acuerdos de investidura, y que eso incluye la reforma laboral. Llevamos más de la mitad de legislatura y no lo ha hecho, y vamos a ser muy firmes. No se pueden poner excusas ni entendemos cambios de última hora, ni meter por medio a la señora Calviño para intentar perder tiempo, ganar excusas o dilatar la cuestión».

Sin embargo, sorprende que Errejón haya descubierto ahora quién es Nadia Calviño, a quién representa y, sobre todo, quiénes son sus patrocinadores. Diario16 lleva deconstruyendo la figura de quien fue ascendida a la Vicepresidencia Primera sin haber aportado méritos para ello. Este medio ha contado desde prácticamente el mismo día en que tomó posesión del Ministerio de Asuntos Económicos, en junio de 2018, quién es Calviño y para qué llegó al Gobierno. El señor Errejón debería recordar el tuit de Ana Patricia Botín y la calurosa bienvenida que le dio. La presidenta del Santander no es una persona dada a los elogios. Sin embargo, en esta ocasión sí que lo hizo y marcó la trayectoria:

La frase clave de esta «bendición» de Ana Patricia Botín es la siguiente: «tener a Nadia Calviño como nuestra nueva ministra de Economía es una garantía». ¡Y vaya si lo ha sido! Sobre todo, para la señora Botín y para Banco Santander.

Pedro Sánchez no nombró a Nadia Calviño, sino que le obligaron a ponerla donde está para que frenara las medidas de carácter social que las élites temían que un gobierno del PSOE o una coalición con Unidas Podemos pudieran llegarse a implementar, entre ellas, la derogación de la reforma laboral.

A Sánchez se la impuso el IBEX35 y, sobre todo, Europa. Calviño es una representante emboscada de la Troika que controla que nadie se salga de la ortodoxia liberal. Desde esta Unión Europea, tan alejada de sus valores fundacionales, no se podía permitir que hubiese un gobierno de un Estado miembro que mostrara al mundo que se puede lograr prosperidad sin acentuar la desigualdad o sin aplicar las medidas neoliberales que favorecían a los países del norte.

Esto se pudo ver en el 40 Congreso del Partido Socialista. ¿Por qué se le dio la importancia que se le dio a Nadia Calviño que no es militante? ¿Por qué se la colocó en la primera fila junto a Joaquín Almunia y Felipe González en la apertura de congreso? Evidentemente, porque está más cercana a ese neoliberalismo disfrazado con un carnet del PSOE, que al socialismo que prometió Sánchez en el 39 Congreso.

No hay más que recordar cómo la primera gran decisión de Nadia Calviño fue aprobar la fusión por absorción del Banco Popular sin tener en cuenta que se trataba de un asunto que estaba judicializado, tanto en España como en Europa. Esta acción fue la devolución de la «bendición» de Ana Patricia Botín porque, en el caso de que la Justicia europea o la española sean justas, los afectados no tendrán a quién reclamar salvo al Estado o a los organismos europeos. Es decir, que la decisión de Calviño, que provocó que el Santander eliminara la personalidad jurídica del Popular, puso en peligro más de 30.000 millones de euros de dinero público para que el banco presidido por Ana Patricia Botín siga disfrutando de los beneficios que le genera Banco Popular.

¿Por qué Errejón se calló entonces? El hecho de que no estuviera en la primera línea política no es excusa, porque sí tenía oportunidades para denunciarlo.

Calviño lleva años haciendo diabluras en favor de lo intereses de las grandes empresas del IBEX35 y de la patronal, todo ello permitido por Sánchez y, hasta la crisis de gobierno, por Iván Redondo. Esto no es nuevo, pero si ya desde los partidos de izquierda han decidido abrir la brecha contra Calviño, nunca es tarde si la dicha es buena.

Ahora, Errejón tiene la oportunidad de presionar, desde su posición en el Congreso, para que Sánchez cumpla rigurosamente con los pactos de gobierno y de investidura, porque los votantes de la izquierda que hicieron llegar al presidente a residir en el Palacio de la Moncloa, no permitirán que haya una persona que se mantenga en el gobierno para, precisamente, destruir las políticas basadas en la justicia social.

Lo ocurrido en el 40 Congreso del PSOE, los nombramientos posteriores, los repentinos acuerdos para renovar los organismos constitucionales, las personas a las que acompañaba Calviño y los hechos sucedidos durante la Convención Nacional del PP, deberían hacer reflexionar sobre lo que está por venir. Todo indica que hay una especie de pacto oculto de cara al futuro entre el Partido Popular y Pedro Sánchez. Para conseguirlo, las políticas sociales tienen que ser un fiasco. Las posibilidades de Unidas Podemos en el Gobierno deben ser neutralizadas, a pesar de que ellos tampoco han hecho mucho en estos casi dos años de legislatura para presionar a Sánchez.

La presencia de Felipe González en el 40 Congreso no es gratis. Lo mismo que la de Aznar en la Convención del PP. Calviño es quien justifica que todo siga así y, de cara a un futuro cercano, es la mujer que, por su freno a las políticas sociales, «dirige» entre bastidores toda la operación. Por tanto, las fuerzas de izquierda tienen que hacer fracasar esos pactos ocultos. No pueden permitir que sea Abascal quien lo esté denunciando porque, de este modo, los ultras se convierten en la vanguardia de la defensa de la pluralidad política. Y hasta ahí podíamos llegar.

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