Ya no es noticiable la guerra de Isabel Díaz Ayuso contra Pedro Sánchez y viceversa. Esta mañana se ha dado un nuevo capítulo que podría haber significado una gran victoria para la presidenta de la Comunidad de Madrid y que, una vez más, ha dejado escapar por no saber marcar los tiempos políticos ni reprimir la hipérbole.
La impulsividad, acompañada de un trumpismo irrefrenable, hace perder la razón a Ayuso, incluso cuando la tiene. Hoy se ha vuelto a comprobar.
El comunicado hecho público por la Comunidad de Madrid, en el que la presidenta expone las razones para no acudir a la convocatoria hecha por Pedro Sánchez en el marco de la ronda de contactos con los presidentes autonómicos, comienza con unos argumentos que son reales, ciertos, y que en una democracia de verdad habrían supuesto ya el cese o la dimisión del presidente del Gobierno. Sin embargo, en España no, y mucho menos en la España del sanchismo.
«Esta mañana se ha comunicado que la presidenta declina esta visita por distintos motivos. Porque se celebra en el marco de una ronda de reuniones posteriores a la negociación de la ruptura de la Hacienda común de todos los españoles con los socios independentistas del Gobierno. Un pacto que va a ser letal para el Estado de Derecho, la unidad de España y la solidaridad entre regiones. Por tanto, no puede darse por válida esta decisión a hechos consumados que nunca se ha consultado ni con los presidentes autonómicos ni con el pueblo español en programa electoral alguno. No se puede normalizar lo que no lo es. Desde las pasadas Elecciones Generales se están tomando una serie de decisiones destructivas cuyos efectos negativos tardarán mucho en revertirse», afirma el comunicado de Ayuso.
Estas razones tienen toda la razón del mundo. Sánchez, para lograr la investidura de Salvador Illa, pactó con Esquerra Republicana de Catalunya un concierto económico especial que rompe totalmente con los principios que sustentan la igualdad entre territorios. No es inhabitual que Sánchez esté dispuesto a romper consensos constitucionales básicos para mantenerse en el poder o para alcanzarlo. Quien no tiene escrúpulos de joven, no los va a tener cuando peina canas (aunque algunas de ellas estén retocadas por las expertas manos de estilistas).
El concierto económico con Cataluña no es otra cosa que el precio que ha pagado Pedro Sánchez por la Generalitat porque, para una vez que gana unas elecciones, no va a perder el poder.
Sin embargo, todos los movimientos y pactos de Sánchez no estaban contemplados en el programa electoral con el que concurrió a las elecciones generales de julio de 2023. Por tanto, mintió a los españoles, en general, y a sus militantes, en particular.
Por esa razón, Ayuso tiene razón en esta razón para dejar plantado a Sánchez. En cambio, pierde la razón con el segundo argumento que expone en su comunicado.
«Menos de 24 horas antes de la convocatoria de La Moncloa, el presidente del Gobierno difamó a la presidenta en viaje oficial a Bruselas, con unas gravísimas acusaciones que iban en la misma línea que su intervención, el día anterior, en el Congreso de los Diputados. Los ministros han recibido la orden de repetirlas durante las últimas horas, en una campaña inaceptable e impropia de un Gobierno contra una administración inferior. Esta situación tampoco se había vivido nunca. El deterioro institucional al que se está sometiendo a España no puede pasarse por alto», afirma el comunicado.
Que Ayuso ponga como causa para no asistir a la convocatoria en la Moncloa que Sánchez había hecho gravísimas acusaciones contra su persona no es válido y le hace perder parte de la razón de su primer argumento.
La presidenta de la Comunidad de Madrid ha insultado al presidente del Gobierno de España en diferentes ocasiones, tanto en eventos privados como desde la Asamblea de Madrid. Por no hablar cuando, directamente, le llamó «hijo de puta» desde la tribuna de invitados del Congreso de los Diputados.
Poner como causa para no asistir a la convocatoria de Sánchez que ha hecho gravísimas acusaciones, es algo que ella hace todas las semanas. Por tanto, no se puede exigir a los demás lo que no se aplica a sí misma.