Ayuso pierde la razón

La presidenta madrileña tiene un serio problema, puesto que sus palabras y sus formas muchas veces le quitan la razón cuando, en el fondo de determinados mensajes, la puede tener de su lado

13 de Septiembre de 2024
Actualizado a las 14:02h
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Ayuso pierde razon
Isabel Díaz Ayuso, en una imagen de archivo | Foto: CAM

Isabel Díaz Ayuso dio ayer una lección de incoherencia, sectarismo, manipulación, trumpismo y de cómo perder la razón cuando, en determinados mensajes, la tiene de su parte. En ocasiones tiene tal incontinencia verbal y de tendencia a venirse arriba que es absolutamente incontrolable por parte de sus asesores de comunicación. La cuestión es que tiene a su público que, precisamente, es lo que espera de ella.

Ayer volvió a cargar contra la izquierda, contra el independentismo y, evidentemente, contra Pedro Sánchez.

«Quiero decir a las izquierdas de toda España y de la Comunidad de Madrid que antes se romperá la Cataluña independentista, que las izquierdas rompan España y rompan Madrid. Antes se hundirán los independentistas que la Comunidad de Madrid. Las izquierdas quieren que los madrileños y la clase media catalana paguemos los privilegios de los independentistas. Y no lo vamos a consentir. Hablar por boca de la ultraizquierda para arañar los escaños que los españoles jamás le darían desde la centralidad y la sensatez, lleva a nuestro presidente a pronunciar discursos y a comportarse como aquellos que en chándal adelantan la Navidad cristiana a octubre. El odio que este tipo de mandatarios profesan por las democracias liberales es evidente. Como evidente que están llevando a España, a la fuerza, a una situación límite que nadie había pedido. Sabiéndose socialmente repudiados en esta y otras regiones, los habitantes de La Moncloa han decidido, literalmente, con o sin Parlamento, retorcer la voluntad de los españoles y llevarlos por una senda desconocida en estos 45 años de democracia. A espaldas de los programas electorales, de las regiones que representamos al 70% de los españoles. Al margen de la verdad. Hasta que Sánchez llegó al poder, la política era un ejercicio mucho más noble: se pactaba con los afines, se buscaba el bien común, se asumían las derrotas, aunque ya el presidente Zapatero fue el precursor de los cordones sanitarios y los pactos antinatura con los extremistas», fueron algunas de las declaraciones que hizo ayer la presidenta de la Comunidad de Madrid.

Isabel Díaz Ayuso tiene toda la razón en muchas de las cosas que afirmó. Sin embargo, pierde esa razón por las formas, por el hiperbolismo, por la manipulación y, directamente, por las mentiras que pretende colar. Es exactamente el mismo tipo de discurso que llevó a Donald Trump a ser barrido del mapa por Kamala Harris en el debate presidencial del pasado martes.

Hay que partir de la base de que la izquierda, como tal, no quiere romper España, ni España se va a romper por más que ya se haya hecho ese sonsonete se haya hecho un clásico de los argumentarios del PP y de Vox. Eso no es más que propaganda. Otra cosa es la visión de España que tiene la izquierda y la derecha española. Mientras desde determinados asentamientos del progresismo se anhela la federalización del sistema territorial, la derecha acepta la descentralización que supusieron las comunidades autónomas y los ultras quieren volver a la centralización del franquismo. Son tres conceptos en los que ninguno lleva a la ruptura de España como nación.

Otra cuestión son las aspiraciones del independentismo catalán y las prebendas que Pedro Sánchez les ha regalado a cambio de su investidura o de la Presidencia de la Generalitat que tendrán un coste para el Estado, es decir, para todos los ciudadanos, superior al cuarto de billón de euros. Ahí Ayuso tiene razón y la pierde con la forma hiperbólica de expresarlo.  

La presidenta madrileña tiene razón cuando habla de que se han incumplido programas electorales para satisfacer las ansias de poder de Pedro Sánchez, que son tan grandes que entran dentro de los parámetros para diagnosticar un síndrome de Hubris. Sin embargo, pierde esa razón en la forma de expresarlo, porque no se ha retorcido la voluntad de los españoles desde la Moncloa, dado que la Presidencia de Sánchez tiene una legitimidad absoluta. Ninguno de los órganos políticos de las administraciones españolas, nacional, autonómico o local, tiene carácter presidencialista. Ayuso lo debería saber, puesto que ella accedió a la Presidencia de la Comunidad de Madrid sin haber ganado las elecciones y pactando con la extrema derecha. ¿Fue ilegítima la primera legislatura de Isabel Díaz Ayuso? No, no lo fue, por más que estuviera sostenida por Vox.

Por otro lado, Ayuso tiene razón cuando habla de que Sánchez gobierna de espalda a decenas de millones de españoles, tanto votantes de izquierda, como de la derecha o de los ultras. Medidas como la Ley Sánchez de Amnistía estaban siendo repudiadas por cerca del 70% que ella ha señalado. Pero pierde nuevamente la razón dado que no se puede afirmar que la democracia era buena hasta que Pedro Sánchez llegó al poder.

Las mayorías absolutas de Rajoy y Aznar funcionaron como una verdadera dictadura parlamentaria, con los mayores recortes sociales de la historia o metiendo a España en una guerra ilegal que tuvo como consecuencia el mayor y más cruel atentado yihadista, con 192 de personas inocentes muertas, más de un 20% de los asesinados totales de la banda terrorista ETA en toda su historia.

La propia Ayuso está aplicando el rodillo y gobernando sin ningún tipo de acuerdo o consenso con la oposición, implementando medidas que son contrarias al interés general de la ciudadanía y que sólo benefician realmente al 1% de la población.

Ella habla de pactos con la ultraizquierda y las consecuencias que tienen, cuando Ayuso ha gobernado gracias a la extrema derecha durante cuatro años. ¿Qué diferencia hay? Ninguna.

Por otro lado, Ayuso tiene razón cuando afirma que serán los españoles quienes le paguen la fiesta al independentismo catalán, haciendo referencia a los pactos de Sánchez entre los que se incluyen la condonación de la deuda de Cataluña con el Estado y el concierto económico. Esos pactos que sólo tenían como objetivo la consecución del poder van a derivar en un agujero tremendo en las cuentas del Estado y, quién lo duda, terminarán provocando recortes.

Sin embargo, las propias medidas aprobadas por Ayuso en materia fiscal la hacen perder la razón, porque se puede afirmar que los madrileños pagan la fiesta de Ayuso.

Ayer, en el Debate sobre el Estado de la Región, la presidenta de la Comunidad de Madrid presentó 95 medidas, entre las que se incluían recortes de impuestos que sólo van a beneficiar a una minoría, en concreto, a un 0,88% de los madrileños.

Sin embargo, Madrid viene de varios años de importantes rebajas de impuestos que, tal y como analizó Diario16+ utilizando los datos extraídos de las calculadoras online de la CAM, suponen un importante recorte de ingresos para las cuentas madrileñas.

Las 95 medidas presentadas ayer por Ayuso suponen una importantísima inversión de recursos públicos. Todo el mundo debería hacerse la pregunta: ¿de dónde va a sacar el dinero para hacer todo lo que anunció en la Asamblea? ¿De dónde va a recortar? ¿Seguirá retirando recursos a la sanidad pública? ¿Mantendrá a la comunidad más rica de España con los salarios más bajos para médicos y profesores? ¿Continuarán los centros de salud sin médico? Ayuso presenta esta batería de medidas, pero no dice cómo se va a pagar, ni presenta a los ciudadanos las memorias económicas que debe acompañar a cualquier proyecto con dinero público.

En este sentido, Isabel Díaz Ayuso es igual que Pedro Sánchez. Grandes anuncios, mucha propaganda desde la Puerta del Sol, pero resultados nulos salvo en las materias en las que la presidenta madrileña tiene interés que, casualmente, suelen coincidir con las reivindicaciones de las clases privilegiadas o de las élites empresariales.

Por tanto, Ayuso pierde la razón por culpa de la hipérbole, el sectarismo, el populismo y el trumpismo. Si no fuera tan eufórica, ganaría mucho. Pero, si lo hiciera, entonces no sería Ayuso.

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