Isabel Díaz Ayuso y su equipo de comunicación parecen haber perfeccionado el arte de la distracción. Cada vez que una noticia incómoda amenaza con acorralarla, su Gobierno despliega una serie de movimientos diseñados para desviar la atención de la opinión pública. Esta semana, la imputación de su pareja, Alberto González Amador, por corrupción en los negocios y administración desleal, ha sido la chispa que ha encendido otra oleada de informaciones impulsadas desde la Comunidad de Madrid.
La estrategia es simple: sembrar el caos mediático con polémicas artificiales, presentar al Gobierno central como el enemigo y lanzar querellas contra todo aquel que se atreva a cuestionar su gestión. Todo, con un único objetivo: que no se hable del escándalo que rodea a su pareja y que mancha su imagen política.
Querellas para desviar la atención
Una de las tácticas más evidentes ha sido la interposición de querellas contra Reyes Maroto, Ione Belarra y Juan Pablo Fernández Santos. La Comunidad de Madrid los acusa de "faltar al respeto" a los profesionales de las residencias durante la pandemia, después de que calificaran la gestión de la crisis sanitaria en estos centros como "homicida y criminal".
¿Es coincidencia que estas querellas se presenten justo cuando la pareja de Ayuso está en el ojo del huracán judicial? En absoluto. La presidenta madrileña y su equipo saben que el debate sobre las residencias genera controversia y polarización, lo que lo convierte en un asunto ideal para captar la atención de la opinión pública y desviar el foco de su problema personal.
Además, este movimiento le permite reforzar su discurso victimista: se presenta como la defensora de los profesionales sanitarios y geriátricos, cuando en realidad su Gobierno fue el responsable de impedir el traslado de ancianos a hospitales durante la pandemia, una decisión que costó miles de vidas y que hasta el día de hoy sigue sin esclarecerse.
La Casa de Correos y la memoria histórica como cortina de humo
Otro de los temas que ha utilizado Ayuso para desviar el foco es la polémica en torno a la Real Casa de Correos. Su Gobierno ha exigido al Ejecutivo central que suspenda el procedimiento para declarar la sede de la Comunidad de Madrid como Lugar de Memoria Democrática, alegando que esta decisión "podría generar interpretaciones erróneas" sobre su historia.
El mensaje que quiere vender Ayuso es claro: el Gobierno de Sánchez está atacando a Madrid y pretende reescribir su historia con un interés político. De esta manera, logra alimentar el enfrentamiento con Moncloa y ganar titulares en los medios, dejando en un segundo plano el escándalo que afecta a su círculo más cercano.
Pero, ¿realmente es prioritario este asunto? En absoluto. La declaración de la Real Casa de Correos como Lugar de Memoria Democrática es un debate simbólico que no afecta a la vida de los madrileños, pero sí sirve a Ayuso para inflamar la crispación política y presentarse, una vez más, como la heroína que defiende a Madrid de las "injerencias" del Gobierno central.
El falso debate sobre el Dos de Mayo y la presencia del Ejército
Otra maniobra reciente del Gobierno madrileño ha sido la polémica en torno a la supuesta eliminación de la parada militar en los actos del Dos de Mayo en Madrid. Ayuso ha enviado una carta a la ministra de Defensa, Margarita Robles, en la que expresa su "decepción" porque el Ejército no participará en el desfile de este año.
Robles ha aclarado que el acto es de carácter civil y que las Fuerzas Armadas sí estarán presentes en otras celebraciones. Pero eso no le ha impedido a Ayuso inflar el escándalo y presentarlo como una afrenta contra Madrid y sus ciudadanos. Una vez más, la estrategia es clara: generar ruido mediático, polarizar el debate y proyectar la imagen de una presidenta que lucha contra la supuesta "censura" de Sánchez.
Lo que Ayuso no menciona es que este tipo de cambios en los actos conmemorativos no son inusuales y que, en otras regiones, también se han hecho modificaciones en la participación del Ejército sin que se haya desatado un escándalo. Pero la presidenta madrileña no busca un debate serio, sino un espectáculo.
El verdadero escándalo: la imputación de su pareja
Mientras Ayuso se enreda en su guerra de distracción, la realidad sigue su curso. Su pareja, Alberto González Amador, ha sido citado a declarar el próximo 10 de abril por corrupción en los negocios y administración desleal. La investigación gira en torno a su relación con el presidente de Quirón Prevención, Fernando Camino, y el presunto uso de información privilegiada en contratos millonarios.
Pese a la gravedad del caso, el Gobierno de Ayuso ha intentado minimizar el asunto asegurando que "no tiene relación con la Comunidad de Madrid". Un intento burdo de desvincular a la presidenta de un escándalo que, guste o no, afecta directamente a su credibilidad política.
Es significativo que Ayuso, que ha construido su imagen en base a ataques furibundos contra la "corrupción de la izquierda", ahora evite pronunciarse sobre un caso que salpica su entorno más cercano. Pero su silencio es ensordecedor y sus intentos de desviar la atención son demasiado evidentes.
¿Hasta cuándo funcionará la estrategia de la distracción?
La táctica de Ayuso es tan predecible como efectiva: cuando se enfrenta a un problema, crea un escándalo paralelo para que los medios hablen de otra cosa. Y hasta ahora, esta estrategia le ha funcionado. Sin embargo, la acumulación de escándalos y el desgaste de su imagen pueden acabar pasándole factura.
El problema de vivir en un estado permanente de confrontación es que, tarde o temprano, la gente deja de creerte. Y cuando la realidad se impone, ni las querellas, ni las polémicas artificiales, ni los discursos grandilocuentes pueden ocultar la verdad.
Ayuso puede intentar desviar la atención todo lo que quiera, pero el caso de su pareja está ahí. Y aunque intente taparlo con cortinas de humo, la pregunta seguirá en el aire: ¿por qué teme tanto que se hable de ello?