En un acto que podría confundirse con una lección de cómo reescribir la historia para principiantes, Esperanza Aguirre, expresidenta de la Comunidad de Madrid, ofreció unas declaraciones que han dejado perplejos a historiadores y ciudadanos por igual. Durante una ponencia organizada por Nuevas Generaciones del Partido Popular, bajo el sugestivo título "II República ¿Algo que celebrar?", Aguirre no solo justificó el golpe de Estado de Franco, sino que además culpó al PSOE de la Guerra Civil española. Un giro creativo de los eventos históricos que, si no fuera por su gravedad, podría pasar por una innovadora obra de ciencia ficción.
Una nueva versión de la historia
Aguirre, en su afán de ofrecer una versión "alternativa" de la historia, afirmó que la raíz de todos los males fue la incapacidad del PSOE de aceptar la victoria electoral de la derecha en 1933. Según ella, este insólito fracaso en aceptar la derrota llevó a los socialistas a instigar nada menos que un golpe de Estado en 1934, conocido como la Revolución de octubre. Olvidando mencionar, por supuesto, que esa huelga general revolucionaria tenía más matices que la simplista narrativa de un golpe de Estado. Pero, ¿por qué dejar que la complejidad de los hechos arruine una buena historia?.
Cuestionable uso del pasado
No contenta con redefinir la Guerra Civil, Aguirre también lanzó dardos venenosos hacia la actualidad, criticando las leyes de memoria histórica y comparando las políticas de memoria democrática con prácticas de regímenes totalitarios. Una comparación que, aunque cargada de un dramatismo innegable, carece de una base sólida en la realidad, a menos, claro está, que ahora la historia sea un mero espejo de la política contemporánea.
Ironías de la historia y la política
Lo que quizá sea más irónico de todo este episodio es que, mientras Aguirre arremete contra el supuesto revisionismo del PSOE, algo absolutamente falso, ella misma participa en un acto que podría calificarse como un ejercicio supremo de revisión histórica.
Las declaraciones de Esperanza Aguirre son un recordatorio vívido de que la historia, especialmente la más polémica, puede convertirse fácilmente en un peón de la política. Su interpretación de los acontecimientos históricos que llevaron a la Guerra Civil no solo desafía el consenso académico, sino que también plantea preguntas preocupantes sobre cómo los líderes políticos utilizan, y a veces abusan, del pasado para fomentar agendas contemporáneas. La historia es una herramienta para dividir, sino un medio para entender y aprender. Sin embargo, por ahora, parece que para algunos, es simplemente otra escenario más donde jugar a los juegos del poder. Mientras Aguirre y compañía intentan vestir la historia a su medida, la realidad, esa terca dama, sigue su propio curso, imperturbable y, a veces, decididamente irónica.