La extrema derecha nos quiere cerrar 'Cachitos'

A la caverna mediática no le han gustado las críticas contra el juez Peinado y algunos artistas hoy señalados como conservadores

02 de Enero de 2025
Actualizado el 03 de enero
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Bárbara Rey en un momento de Cachitos.
Bárbara Rey en un momento de Cachitos.

Cachitos de hierro y cromo es uno de los programas de Nochevieja más populares de los últimos años. Sus ingeniosos y corrosivos guionistas han conseguido situar este espacio de Televisión Española que mezcla música, nostalgia y humor entre los que registran mejores índices de audiencia, tanto es así que ha logrado fundar una especie de alegre movimiento disidente o contracultural capaz de reunir ante el televisor a un perfil muy determinado de espectador inteligente, descreído y algo hastiado de las navidades que huye del cutrerío hortera y del garrafón indigesto ofrecido por las habituales galas de las demás cadenas públicas y privadas. Si no existiera Cachitos, habría que inventarlo.

Mientras en los cotillones de la decadencia ofrecidos por las diferentes televisiones perrea el reguetonero de moda hasta el cuello de tatuajes, joyones de oro y vestuarios estrafalarios, ahí está nuestro último reducto ilustrado, nuestro último programa a salvo de la bazofia y la mediocridad instaurada por el posmodernismo catódico, nuestro entrañable Cachitos especializado en el análisis científico y semiótico, sociológico y hasta político, de la cultura pop desde los años sesenta hasta nuestros días.

Cachitos es mucho más que la mejor opción para cerrar un año de sinsabores, frustraciones y pesares. Se ha convertido en una especie de plácido santuario para críticos rebeldes contra el ciberfascismo de Elon Musk y contra el cáterin frío y despersonalizado que las élites mediáticas nos dan a comer, aborregándonos, en estas fechas tan entrañables, como diría el rey emérito. Cada año son más los fans que se pegan frente a la pantalla del televisor para reírse de las boutades y gamberradas de los creadores del especial fin de año, una mezcla de vídeos musicales sacados del inmenso archivo de TVE y de comentarios cachondos no aptos para ofendiditos. Y la original fórmula sigue funcionando temporada tras temporada (un 14,8% de cuota de pantalla y más de cinco millones de espectadores no es moco de pavo), lo cual demuestra que en este país sigue habiendo lugar para la neurona y que no todo está perdido.

Nada ni nadie queda a salvo de los famosos rótulos sobre el cantante o grupo de turno, ya sea en blanco y negro o en color, de ayer y de hoy, chistecillos que entroncan directamente el pasado con la más rabiosa actualidad donde no podía faltar, cómo no, la política. Este año, algunos de los ilustres despellejados estuvieron de plena actualidad a lo largo de 2024, dando juego a la antología del humor “cachitiano”. Para la pequeña historia del programa quedarán los titulares sobre Bárbara Rey, examante de Juan Carlos I (“Tiene tantas cintas grabadas que podría hacer Cachitos de sexo y trono” o “Aquí, como en su casa, los micrófonos están ocultos”); sobre Bertín Osborne (“La machosfera”); Alaska (“Este cachito demuestra que tuvo un pasado rojo, al menos capilarmente”); o Íker Jiménez (“Lo de mancharse de tierra para aumentar el dramatismo no lo inventó su programa”). Secuencias o escenas cómicas que a buen seguro provocaron retortijones de tripas de los fieles espectadores y no precisamente por el atracón de turrones y licores, sino de la risa.

Entre esa batería de dardos envenenados no podía faltar uno para cierto magistrado erigido en el gran abanderado del lawfare o guerra sucia judicial que se practica en España a calzón quitado. “El interrogatorio que el juez Peinado sueña con hacerle a Begoña Gómez”, rezaba uno de los rótulos, mientras sonaba la canción ¿Y cómo es él?, de José Luis Perales. Una clara alusión a la implacable persecución que el juez lleva a cabo contra el matrimonio monclovita –recuérdese que el polémico instructor irrumpió en el palacio presidencial, por primera vez en democracia, solo para preguntarle a Pedro Sánchez si Gómez es su esposa–, y que no ha gustado ni pizca a la caverna mediática ultraconservadora.

Digitales como OK Diario, sin duda tratando de echarle un capotazo al magistrado, han calificado el programa como propio de la “televisión sanchista”, y todo apunta a que los poderes mediáticos en la sombra han empezado a maniobrar para que Cachitos, el saludable Cachitos tan higiénico y necesario para nuestra maltrecha democracia, se suprima de la parrilla de TVE en cuanto Feijóo llegue al poder. Al mundo ultra no le gusta el humor, como tampoco le gustaba a Franco, que no lo entendía y que censuró toda obra crítica y disidente contra el Régimen. La risa es peligrosa porque libera al ser humano de sus miedos, ya lo dijo Dario Fo. Este país avanza peligrosamente hacia la supresión de la risa, que es lo único que nos queda ya. Anoche, en La revuelta –otro hallazgo televisivo de nuestra cadena pública que está rompiendo el monopolio televisivo facha–, Andreu Buenafuente (acompañado de su inseparable Berto Romero) aparecía por sorpresa en el escenario de Broncano con una camiseta reivindicativa en la que podía leerse: “Reír es la única salida”. Todo un manifiesto cuando la tristeza fascista avanza en Europa.

Nos quieren quitar nuestro mejor programa de Nochevieja, nuestra droga para soportar la noche más decadente y tediosa en la que reina un algo entre melancólico y alcohólico, además de la dialéctica del cuñado que impone su puño de hierro sobre la mesa de polvorón. Ya han puesto el programa en la diana, el siguiente paso será cerrarlo, y el día que lo consigan podremos decir que una dictadura, esta sí de verdad, se habrá consumado al fin. No debemos consentirlo. Uno cree que, llegado el momento, los demócratas de verdad tendremos que salir a la calle a defender Cachitos en una manifestación tan necesaria como la de las pensiones, el no a la guerra o el “Mazón dimisión”.

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