La pelea doméstica entre españoles que Feijóo pretende llevar a Bruselas a cuenta de la gestión de Teresa Ribera en la riada de Valencia no solo podría obligar a Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, a remodelar su gabinete de comisarios –en el caso de que la ministra de Transición Ecológica sea reprobada en la Eurocámara–, sino que también podría entorpecer o ralentizar la llegada de las anheladas ayudas a las poblaciones afectadas por la dana, que es de lo que se trata ahora. Cientos de miles de valencianos esperan con desesperación el maná de la UE y del Estado, pero la estrategia electoral/partidista del Partido Popular, consistente en erosionar a Sánchez en el club de los 27, podría tener el efecto contrario o adverso: el retraso en la llegada de las subvenciones oficiales, préstamos e indemnizaciones. Primero la cagan con la gestión del temporal y luego torpedean el programa de rescate. Son así.
Pero mientras aterriza el dinero de Europa, sorprende el carácter irrisorio, pírrico, de las ayudas prometidas por la Generalitat Valenciana, un flotador que dará para poco. Hasta donde sabemos, Mazón ha prometido un primer paquete de 200 millones de euros para la reconstrucción de las zonas afectadas y otra partida de 20 millones para recuperar caminos rurales destrozados (sin los cuales los agricultores no pueden llegar a los campos anegados). El decreto no da ni para empezar a poner ladrillos. No es precisamente el plan Marshall que Estados Unidos desplegó para levantar el viejo continente tras la Segunda Guerra Mundial, de modo que el honorable se ha vuelto a equivocar. Primero pecó por exceso cuando lo dejó todo, incluso los avisos de la AEMET, para darse a una comilona mientras los valencianos se ahogaban; ahora peca por defecto, ya que se está quedando corto en el rescate humanitario.
Mazón está adoleciendo de una especie de cicaterismo o tacañería con sus paisanos hundidos en el fango. El señorito no se estira, ni suelta la mosca, ni afloja la panoja que tiene que aflojar. Si Mazón fuese catalán, ya se le habrían echado encima acusándolo de insolidario, de avaro o agarrado, pero como es valenciano se le permite todo. Y no es de recibo. Que una comunidad autónoma como la de Valencia, que maneja la friolera de 30.000 millones de euros anuales en presupuestos generales, destine esas migajas, esa peccata minuta, esa limosna escasa propia de la beneficencia y no de un Estado de bienestar moderno y con recursos, resulta intolerable, un sarcasmo y un insulto a la inteligencia.
En la hermosa tierra valenciana existe la tradición de que el padrino de un bautizo arroje caramelos a los invitados tras la ceremonia y a las puertas de la iglesia. Es entonces cuando los niños le gritan eso de “padrino roñoso”, para que sea más generoso con las golosinas. No parece que estemos ante un padrino espléndido con el pueblo valenciano arruinado, en todo caso ante un padrino con esmoquin siniestro y huraño más propio de la trilogía de Coppola (uno de esos que se pasan la vida en trattorías italianas de lujo, entre entrantes de pasta gansa, vinos carísimos, penumbras y secretos inconfesables). Nos encontramos, sin duda, ante un caso claro de apadrinamiento fallido o fraudulento.
Cuando los valencianos votaron PP (con el kinder sorpresa de Vox para hacer la guerra cultural y recuperar las esencias patrias y las tradiciones), no se imaginaban, ni por asomo, que les iba a caer en desgracia un representante de la cofradía de la Virgen del Puño Cerrado. El votante se tragó el cuento trumpista de más mercado y menos Estado, la fábula engañosa de que en la derechona son expertos en hacer dinero a mansalva, en el pelotazo y en la economía de la mano invisible frente al socialismo intervencionista que en teoría solo trae paro, miseria y ruina. Sin embargo, a las primeras de cambio, las familias damnificadas, los empresarios, agricultores, comerciantes y trabajadores afectados por la espantosa riada, constatan con estupor que aquí, dinero dinero, lo que se dice dinero, lo hacen cuatro gatos del capitalismo de amiguetes y los demás ya se apañarán con el barro de la vida.
Hoy el jardín valenciano floreciente y feliz se ha transformado de la noche a la mañana en un gigantesco pantano maloliente que Mazón quiere limpiar con unas perras de nada. ¿A qué espera el barón popular para abrir el grifo de las ayudas sin escatimar y sin límite alguno? ¿A qué fines piensa dedicar el president todo el dineral de los presupuestos de este año, a dárselo a los falleros, a las verbenas de San Juan, a corridas y bous al carrer, a hacer de À Punt el nuevo Canal 9 zaplanista para seguir lavándole el cerebro a los valencianos y que vuelvan a votar a la gaviota? Nada en la política de este gobierno ultraconservador tiene el menor sentido, y no nos vale ya con la explicación de que estamos ante un presidente de ideología neoliberal detractor del Estado en plan Trump o Milei, ante un fan del sálvese quien pueda, las privatizaciones a destajo y la ley del más fuerte, que en definitiva es la ley de la jungla. También la señora Ursula es conservadora como él y le ha faltado tiempo para ofrecer el maná de Bruselas, y todo lo que haga falta, a los pobres valencianos. Ahí está la gran diferencia entre la derecha europea civilizada y la española carpetovetónica. La primera tiene la humana sensibilidad que no tiene la segunda, formada por patriotas de medio pelo que en cuanto se inunda su tierra, esa que tanto dicen amar, abandonan el timón del barco para darse un festín en sus lujosos camarotes. Confunden liberalismo con codicia, que no es lo mismo.
Avaro es el que no gasta en lo que debe, ni lo que debe, ni cuando debe, decía Aristóteles. Mazón se ha puesto en plan mezquino con las ayudas, de modo que lo tiene todo: negligente, mentiroso y tacaño. Va a hacer falta mucho más dinero de lo que está ofreciendo el honorable para que la provincia de las flores, de la luz y del color vuelva a ser lo que fue. “¡Incompetente! La alarma dos horas tarde y tú con tu amiga”, le grita un vecino al frente de un grupo de indignados de Torrent, epicentro de la zona cero. Mazón, en sus tiempos mozos, iba para cantante y, como tal, está dando el cante. Que firme ya un cheque decente, que presente la honrosa dimisión y se meta en su casa debajo de la cama. Porque allá donde vaya, siempre le perseguirán la vergüenza y la infamia.