Plan Sánchez de regeneración democrática: mucho ruido y pocas nueces

Las medidas para terminar con la falta de transparencia y el bulo en algunos medios de comunicación no pasan de ser un elenco de buenas intenciones con escasa efectividad práctica

18 de Septiembre de 2024
Actualizado a las 12:21h
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Pedro Sánchez en su escaño del Congreso de los Diputados | Foto: Flickr PSOE
Pedro Sánchez en su escaño del Congreso de los Diputados | Foto: Flickr PSOE

Pedro Sánchez tiene la habilidad (o el mal vicio) de convertir sus problemas personales en problemas de todo el país. Cuando se retiró a los desiertos monclovitas a reflexionar sobre su futuro político, durante cinco días, tuvo una iluminación bíblica: el país había caído en el maligno influjo de la máquina del fango, el bulo, la mentira y la manipulación. En realidad, España lleva medio siglo de democracia chapoteando en ese detritus sin que nadie haya movido un solo dedo para acabar con él. La única diferencia ahora era que le había tocado a él sufrir en sus propias carnes (y en la persona de su esposa, Begoña Gómez), los efectos de la cloaca, el lawfare judicial y la violencia política soterrada. Y por ahí no.

Así que el líder, noqueado por el golpe de la querella contra su mujer, decidió ponerse manos a la obra para limpiar el patio, cambiar el sistema radicalmente, construir un Estado de derecho algo más presentable. Y ayer, por fin, avanzó las líneas maestras de su esperado Plan de Acción Democrática, un título rimbombante que parece sacado del manual populista y cuya eficacia está aún por ver.

De la noche a la mañana, Sánchez constató que en este país hay policías corruptos, jueces falangizados y maniobras orquestales en la oscuridad para derrocar gobiernos. Digamos que se cayó del caballo y vio la luz. Lo ideal hubiera sido que el premier hubiese tenido esa revelación hace años, cuando, por ejemplo, los poderes fácticos representados por las derechas (PP y Vox) destruyeron Podemos, el último intento de articular una izquierda algo más útil y auténtica. ¿Dónde estaba Pedro Sánchez entonces? ¿Dónde estaba cuando se prefabricaban pruebas en el caso Neurona (por la financiación del partido morado), cuando los ultras acosaban al matrimonio Iglesias/Montero a las puertas de su casa, cuando se publicaban noticias falsas en los periódicos de la caverna, cuando le quitaron el acta de diputado a Alberto Rodríguez? ¿Por qué no se remangó el presidente en aquellos momentos críticos para regenerar España y poner en marcha de una vez la Transición necesaria que algunos sectores y estamentos del poder no acometieron a su debido tiempo? Preguntas sin respuestas. Quizá al PSOE no le interesaba un partido fuerte a su izquierda, y dejó actuar a la máquina del fango. Ahí lo dejamos.

Pero aceptemos pulpo como animal de compañía y pensemos como buenos ciudadanos ingenuos que todo este plan cacareado ayer a bombo y platillo por Félix Bolaños lo hace el presidente por el bien del país, no para contrarrestar la brutal ofensiva que los ultras de Manos Limpias y otros (con la inestimable colaboración del juez Peinado) han iniciado contra él y su cónyuge en los tribunales. Demos por bueno que las medidas de regeneración política y social llegan no porque él haya sufrido el bullying de los nostálgicos del régimen anterior –haciéndole sentir como a uno de esos raperos en el exilio por soltar ripios contra el rey, la Iglesia y el Ejército–, sino porque realmente habíamos tocado fondo cenagoso tras décadas de mafias de todo tipo. Hagamos ese ejercicio de comprensión y entremos a analizar en qué consisten las medidas concretas y su eficacia real.

De entrada, el Plan de Acción Democrática debidamente consensuado con el socio de gobierno Sumar (31 medidas a aplicar en los próximos tres años de legislatura, cuan largo me lo fiais) contempla la modificación del Código Penal, la Ley de Secretos Oficiales, la Ley Orgánica del Régimen Electoral y la Ley de Publicidad Institucional. Es decir, ha habido que tocar todas las teclas para supuestamente regenerar algo, lo que da una idea de lo corrupto que está todo. En principio se darán facilidades de transparencia para acceder a los secretos oficiales (a ver si es verdad y salen de una vez las cintas del 23F); se obligará al cara a cara televisivo entre los candidatos a las elecciones; y se ordenará al menos un debate anual sobre el estado de la nación (interesante propuesta teniendo en cuenta que el presidente dijo hace solo unos días que quería gobernar por decreto y a espaldas del Parlamento).

También se blindará el derecho a la libertad de expresión y a la creación artística, restringiendo los delitos de injurias y calumnias contra instituciones del Estado y contra los sentimientos religiosos. Las siervas de la procesión del Coño Insumiso dejarán de estar perseguidas en los tribunales, el actor Willy Toledo podrá blasfemar contra la Virgen si le viene en gana y sin que le caigan encima los de Abogados Cristianos y los pintores vanguardistas de Arco tendrán permiso para exponer sus obras satíricas contra dioses y santos sin miedo a que les llegue una querella de Fiscalía. Todo ello siguiendo la jurisprudencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, que nunca ha visto delito donde los devotos del nacionalcatolicismo español sí. El Código Penal debe juzgar actos y conductas, no pensamientos ni sentimientos, por muy ateos que sean. Queda en el aire el delito de injurias a la Corona, motivo de agrio debate entre sanchistas y yolandistas (cabe esperar que se pueda seguir hablando de las declaraciones de renta del emérito sin que le lleven a uno ante un correcional). Mientras tanto, algún que otro rapero hoy exiliado en el extranjero por su kale borroka musical contra la monarquía espera que se le levante el destierro al fin.

Otro aspecto interesante del plan es que va directamente dirigido contra aquellos medios de comunicación que, formando parte de eso que se ha dado en llamar “fachosfera” o máquina del fango, no cumplan con unos mínimos de estándar de calidad. Hablamos aquí de publicaciones fascistas, conspiranoicas, magufas, anticientíficas, esotéricas y antisistema que practican el bulo trumpista a la española. Todas ellas estarán en la diana a partir de ahora por difundir mentiras, paparruchas o información sin contrastar y podrían quedar marginadas, es decir fuera del registro de medios de comunicación supuestamente serios y de calidad. Por si fuera poco, toda página web o digital oscurantista que no acredite de dónde le llegan los fondos, o sea los recursos para su financiación, terminará reducida a la condición de pseudomedio, de tal forma que podría perder las ayudas oficiales. Algún que otro directivo de periódico financiado con dinero negro de la construcción o con tubería trifásica directamente conectada a los despachos de los gobiernos regionales ha temblado, sin duda, al escuchar esta medida.

Transparencia, independencia, pluralismo y protección de las libertades y el Estado de derecho. Esos son los supuestos valores en los que se inspira la ley Sánchez, una apuesta que en principio suena bien. ¿Cómo vamos a estar en contra de mejorar nuestra maltrecha democracia? Con todo, es casi seguro que la ley llegará al Constitucional más pronto que tarde, ya que las derechas empiezan a ver la instauración de una censura de facto como en los regímenes totalitarios. Lo que le faltaba al premier socialista para que terminen de colgarle el cartel de Maduro ibérico. ¿Servirán estas medidas para hacer del nuestro un país mejor? Lo dudamos, las redes sociales son el Gran Hermano por el que se filtran las ideas fascistas de Elon Musk y estas quedan intactas, sin regular. Aquí manda Alvise con su canal de Telegram. Como bella utopía y propaganda de Moncloa, no está mal el plan, pero mucho nos tememos que no nos sentiremos más regenerados de aquí a tres años.

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