El traidor del PSOE

Las informaciones apuntan a que Koldo García captó los audios sobre Santos Cerdán que han reventado el partido socialista desde dentro

13 de Junio de 2025
Actualizado a las 10:45h
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La UCO señala a Koldo García por influir en contratos públicos con apoyo institucional
Koldo García en la Comisión del Senado para dar cuenta de la corrupción del PSOE

La prensa de Madrid da por hecho que Koldo García es el dinamitero que ha apretado el botón para hacer estallar el PSOE. El tercer hombre que grabó las conversaciones a tres bandas, con comisiones y mordidas encima de la mesa, en las que participó junto a Santos Cerdán y José Luis Ábalos. O sea, el traidor.

La historia siempre cambia por la participación trascendental de un traidor. Judas Iscariote vendió a Jesús por treinta monedas de plata, poniendo en marcha la expansión del cristianismo. Bruto y otros conjurados mataron a Julio César en los sangrientos Idus de marzo, transformando el Imperio Romano; Don Julián abrió la puerta a los musulmanes en el 711; y Himmler, jefe de la Policía nazi, intentó negociar la rendición de Alemania con los aliados cuando vio que la guerra estaba irremediablemente perdida para el Tercer Reich. En cada momento o episodio crítico de la historia hay un traidor por medio. Y no necesariamente malo o malvado. Lo que para un bando supone una traición, para el otro es una bendición o liberación. Todo depende.

Una vez más (ocurre casi siempre en casos de corrupción) no es la UCO, ni el CNI, ni siquiera la Policía la que destapa un escándalo de proporciones históricas. Es uno que estaba dentro, uno más de la Familia, uno que estaba en el ajo. Un traidor. Recuérdese cómo el empresario Vicente Vilar largó lo más grande contra su socio y amigo Carlos Fabra, en aquellos años presidente de la Diputación de Castellón. O cómo José Luis Peñas, exconcejal del Partido Popular en el ayuntamiento de Majadahonda, se fue con la grabadora directamente a Fiscalía para denunciar que había recibido miles de euros de la trama Gürtel, tumbando todo el sistema y unas cuantas biografías políticas hasta ese momento ilustres y brillantes. 

El traidor cuenta la verdad. ¿Por qué? Solo el afectado lo sabe. Razones miles. Por venganza contra alguien que le tenía manía, no le quería bien, le debía dinero o se acostaba con su mujer; por miedo a terminar como un cabeza de turco mientras los demás compinches se van de rositas; o simplemente por remordimiento de conciencia, porque el traidor lleva demasiado tiempo en la Organización (en este caso dirigida por Santos Cerdán), porque se le ablanda la voluntad y llega un momento en que no puede dormir tranquilo por las noches viéndose a sí mismo como un delincuente, como un criminal, como un ladrón. Debe ser duro conciliar el sueño sabiendo que tienes un millón sin declarar en esa maleta oculta en el altillo de la habitación.

Habrá que esperar para saber a qué categoría de traidor pertenecía Koldo (dicen que empezó a grabar a sus jefes por canguelo al saberse perseguido por la Guardia Civil), pero lo único que parece claro, según cuentan los medios, es que ha decidido asumir el papel de judas, desleal o felón. Y esa decisión, sin duda cavilada tras largas noches de insomnio, ha alterado el curso de la historia de España. Sus audios lo cambian todo. Entramos en una nueva era. Porque, aunque Santos Cerdán ha sido cesado de forma fulminante, ya nada será lo mismo. La venda se le ha caído de los ojos al votante socialista (una vez más, y van unas cuantas) y ya no podrá ver de la misma manera al presidente del Gobierno, que ayer pidió perdón a los españoles con rostro fúnebre. Algo se ha roto, algo muy profundo.

Los “Cuatro del Peugeot” –Pedro, José Luis, Santos y Koldo, aquel grupo de animosos rebeldes amotinados contra la baronía felipista para reconquistar el poder, casa del pueblo por casa del pueblo–, habían impuesto un relato que no se correspondía con la realidad. La fábula del puñado de resistentes salvadores del socialismo español –empeñados en volver a entronizar al joven líder injustamente depuesto en aquel cruento Comité Federal de 2016– no se correspondía con la realidad. Dentro de ese viejo turismo no había cuatro honrados obreros de tradición socialista, ni cuatro ideólogos del nuevo marxismo enfrascados en la misión imposible de devolver la esencia izquierdista al decadente PSOE, ni siquiera cuatro políticos valientes enfrentados al Leviatán de un sistema podrido hasta la raíz. Qué va. En aquel Peugeot de Pedro había unos fulanos que pensaban solo en lo suyo, en el qué hay de lo mío, en el parné y en forrarse en la vida. En comisiones y mordidas; en licitaciones y contratas. ¿Lo sabía el futuro presidente? ¿Sabía Sánchez que no había hecho precisamente el mejor casting del mundo, que llevaba dentro del auto a tres extraños pasajeros, a tres inquietantes compañeros de viaje, a tres que no eran trigo limpio? “Aunque él no supiera nada, la responsabilidad in vigilando existe”, dice el siempre lúcido Pablo Echenique.

Aquellos cuatro hombres del Peugeot pudieron pasar a la historia como los arquitectos de un nuevo PSOE limpio y renovado y, sin embargo, todo ha terminado chuscamente, como en ese típico chiste malo: van un francés, un inglés y un español en un coche… La odisea del sanchismo termina en broma pesada, macabra y de mal gusto. Un sarcasmo difícil de digerir que deja a la izquierda española en pelotas y a merced de la extrema derecha, que va a llegar a Moncloa como en un paseo militar, sin necesidad de más barricadas, manifestaciones o lawfare. Todos en Ferraz están noqueados. Nadie en la sede socialista sabe responder cómo demonios ha podido caer el partido en manos de juerguistas y bingueros, de cortesanas y porteros de puticlub. Fue el propio Sánchez quien calificó al traidor Koldo como “el último aizkolari socialista”. Fue él mismo quien le confió las actas de las primarias de las que salió vencedor. “Mete las dos papeletas sin que te vea nadie”, le dijo Cerdán a Koldo. “Ya está”, le respondió el guardaespaldas confirmando el pucherazo registrado por la UCO. Si es cierto que el sanchismo se construyó sobre esos pilares infames, al presidente del Gobierno no le quedaría otra salida que la dimisión. Y no cabe la excusa de que fueron dos votos adulterados de nada, como argumentó ayer tratando de quitarle hierro al escándalo. Un solo voto sucio echa por tierra toda la democracia.

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