La DANA descubre un sectarismo letal

Una clase política incapacitada para ejercer el poder se sostiene gracias al sectarismo radical que ha impregnado a una ciudadanía que ha convertido el escenario político en una barra de bar después de un partido de fútbol

05 de Noviembre de 2024
Actualizado a las 9:35h
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DANA España Sectarismo
Mientras los políticos mantienen sus luchas y los sectarios invaden todos los espacios de comunicación posible para atacar al contrario y defender al propio cuando todos tienen el mismo grado de culpabilidad, el pueblo arrima el hombro

De momento, según los datos oficiales, han muerto 217 personas por las consecuencias de la DANA en Valencia, Albacete y Málaga. La gestión política que se está haciendo de la mayor tragedia desde la guerra civil es absolutamente nefasta, tanto por parte del gobierno de la Comunidad Valenciana como del Ejecutivo central.

Sin embargo, nadie reconoce nada y los responsables directos de la inacción se encuentran con un ejército de fanáticos defensores absolutamente inaceptable. Cada cual defiende al suyo y ataca al contrario. Da igual lo que se haya hecho, siempre encontrarán a palmeros y estómagos agradecidos que les sirvan de parapeto para intentar confundir a la opinión pública.

Los culpables son los políticos que ostentan el poder, tanto del PP como del PSOE, no hay más historia y no hay nada que defender. Ninguno es más culpable que el otro, ninguno es inocente. El grado de responsabilidad en la funesta gestión que se está haciendo de la tragedia y de la reconstrucción es exactamente el mismo para Carlos Mazón como para Pedro Sánchez. Es tal el nivel de la incompetencia de los dos presidentes que resulta paradójico que el ministro que mejor está siendo valorado por una parte de la ciudadanía sea Óscar Puente.

La DANA y las consecuencias terribles para decenas de miles de familias han mostrado en su forma más cruel el sectarismo en el que viven la política y la sociedad española. Cada cual pretende justificar la inutilidad de su bando culpando de todo al de enfrente. Eso sí, las declaraciones de Sánchez y Mazón tampoco ayudan porque a cada palabra que dicen, la indignación de los afectados crece y los pretorianos sectarios se enervan más contra el contrario.

Mientras Sánchez se escondió y huyó como un cobarde de la ira ciudadana, Mazón pretendió mostrarse valiente escondiéndose detrás del rey, que fue el único que dio la cara, que se plantó a escuchar las demandas, las quejas y los insultos del pueblo. Sánchez, mientras tanto, se ocultaba en el asiento trasero de un coche oficial. Mazón, siempre detrás del rey, aguantaba pero desde la segunda línea.

Esa cobardía tanto de uno como del otro enerva aún más. Sin embargo, los sectarios han salido en masa a defender al suyo para atacar al de enfrente. Los sanchistas haciendo víctima al culpable y la derecha poniendo como ejemplo a quien utilizó a un señor de casi dos metros de altura como parapeto. La escena fue patética, como lo fue el hecho de que, tal y como se puede comprobar en fotos y vídeos, Sánchez entró en Paiporta riendo, algo que no es la primera vez que hace cuando hay una tragedia.  

España precisa de una situación política estable y eso no se puede lograr jamás con el enfrentamiento constante y, sobre todo, con el sectarismo como bandera. Ahora la tragedia de Valencia, Albacete y Málaga ha demostrado demasiadas cosas que tendrían que ser tomadas en cuenta por una clase política desbordada por su ineptitud, su incapacidad y su falta absoluta de empatía hacia la ciudadanía. PSOE, PP, Podemos y Sumar son igual de responsables de la situación política actual que, por cierto, está sirviendo de trampolín a la extrema derecha, tanto la de Vox como la del otro.

Ha llegado el momento de las decisiones importantes, de hacer política con «P» mayúscula y dejar los sectarismos en el fango. Los políticos tienen que trabajar por el pueblo, esa es su misión, no para sus cálculos electorales y sus intereses partidistas. La única solución posible a esta situación de sectarismo radical es la toma de decisiones y la llegada a acuerdos de difícil comprensión pero que son fundamentales. El ambiente es irrespirable y a un líder se le exige que tome decisiones complicadas, aunque no gusten a los propios.

Sin embargo, tanto los unos como los otros siguen alimentando el enfrentamiento cuando lo que se exige en la actualidad es el consenso. Pero, como son mediocres y cobardes, no lo llegan a comprender. Mientras tanto, los sectarios siguen defendiendo como penalty a favor lo que, cuando sucede en su área, es falta en ataque.  

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