A estas horas, ya son muchos delegados e invitados que han recogido su acreditación para el 41 Congreso Federal del PSOE, al que muchos acuden con la misma ilusión y entusiasmo que los miembros del Comité Central del PCUS.
No habrá ni una voz más alta que otra. Pedro Sánchez se dará otro baño de multitudes, de abrazos, de besos, de selfies en el único lugar en el que puede caminar tranquilo sin que le abucheen o le intenten agredir. El resto de España es territorio vedado para un hombre que, por culpa de sus actos y decisiones erráticas, no puede salir ni a tomar un simple café, como el resto de los mortales. El problema es que él se cree que lo que sucede en los actos de partido es lo que ocurre en el resto de España, que todo el mundo le quiere como lo hace una parte cada vez menor de los militantes del PSOE. Otro problema que tiene es que nadie le cuenta la realidad por miedo.
El 41 Congreso del PSOE volverá a ser un congreso a la búlgara. Todo está controlado por el aparato y se dispondrá lo que haya decidido el líder supremo. No habrá movimientos internos, más allá de las decenas de miles de enmiendas a la Ponencia Marco que, tal y como ocurrió en el 40 Congreso, ni se tramitarán si son delicadas para los objetivos de Sánchez.
Desde sectores de la izquierda, no sólo del PS, se aprueba que todo se haga con la imposición desde el liderazgo. Es decir, se sustenta y legitima la aplicación de sistemas de gobernanza que no se separan mucho del PCUS o del Partido Comunista Chino. Se aplaude que se descabece a la disidencia, mientras se exige al contrario mayor democracia interna.
Los militantes, delegados e invitados acuden a Sevilla bajo el engaño de la mayor falacia. En el PSOE de Pedro Sánchez no hay democracia porque las decisiones importantes se adoptan en base a los intereses y las órdenes del líder supremo. No hay más que analizar los estatutos y los reglamentos para comprender que eso es así. Los militantes en el PS no pintan nada.
Eso sí, cuando se crean corrientes disidentes o de oposición a las decisiones adoptadas por el secretario general, ya sea a nivel interno o de gobierno, entonces se saca la guillotina y se aplican medidas ejemplarizantes.
En las semanas previas al 41 Congreso la oposición al sanchismo estaba creciendo. Había que descabezar a alguien y se aplicó en la figura de Juan Lobato. Medida ejemplarizante que lanza el mensaje de que quien se atreve a cuestionar las políticas del líder, tendrá un final trágico. Esa es la razón por la que nadie se presentó a las primarias para la Secretaría General. El que lo hubiera hecho, habría sido ejecutado políticamente.
Ahora ha sido Madrid, mañana serán Castilla y León, Aragón y Cantabria. En Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page es intocable por ser presidente autonómico.
No se esperan sorpresas. Sánchez será aclamado y él se creerá que el Congreso del PSOE es España. Eso sí, como se señala en algunos círculos de la militancia, este será el último congreso y fuentes socialistas consultadas en las últimas horas no descartan que, tras el Congreso, se tomen decisiones, incluso una convocatoria electoral en la que Sánchez no sea el candidato.