La decisión vital de Pedro Sánchez: o pasar a la historia o convocar elecciones

El gobierno de Pedro Sánchez afronta el nuevo año con una situación complicada, con un Parlamento descontrolado y la extrema derecha creciendo de manera sostenida

01 de Enero de 2025
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Sanchez Decisión Vital
Pedro Sánchez en una sesión del Pleno del Congreso | Foto: Flickr PSOE

El año 2025 se le presenta a Pedro Sánchez con malos augurios. Los pactos parlamentarios que firmó antes de su investidura estaban circunscritos a, precisamente, hacerle presidente, no tienen vigencia para toda la legislatura. Esto le deja en una posición de extrema debilidad, tanto a derecha como a izquierda del arco parlamentario. Nacionalistas e independentistas son impredecibles y, en muchos casos, ya no son tan receptivos a las prebendas millonarias que el Ejecutivo les ofrece. Por otro lado, a Sánchez le ha surgido la amenaza en el lugar que menos esperaba. Podemos cuenta con 4 diputados que son fundamentales y la formación morada ha aprendido el arte del chantaje que tan bien aplica Junts.

Además, todos los grupos del Congreso ya dan por hecho que Pedro Sánchez les va a engañar. No hay más que comprobar cómo el gobierno «pasa olímpicamente» de aplicar las decisiones aprobadas en el Pleno del Congreso.

El Ejecutivo Sánchez inicia el año sin presupuestos y sin que se atisbe posibilidad alguna de que puedan ser aprobados en los primeros meses del año. España va a funcionar con las cuentas públicas de 2023, es decir, absolutamente desactualizadas respecto a la realidad del nuevo año.  La regulación aprobada en el último Consejo de Ministros de 2024 de los criterios de aplicación de la prórroga presupuestaria era necesaria para actualizar partidas como las pensiones, las bases de cotización a la Seguridad Social, las entregas a cuenta del sistema de financiación autonómica o la implementación de los fondos europeos.

No obstante, el gobierno de Pedro Sánchez tampoco ha sido capaz de aprobar la senda del déficit y de la deuda pública que debe acompañar el techo de gasto de 2025. Junts tumbó en julio los objetivos de estabilidad. El Ejecutivo los volvió a presentar en septiembre, pero se vio obligado a retirar su propuesta para evitar una nueva derrota.

España necesita reformas muy profundas y, con la atomización parlamentaria, es prácticamente imposible que se puedan llevar a efecto. Los ciudadanos miran al Congreso de los Diputados con rabia al comprobar que sus representantes no tratan los problemas reales que les afectan. El pueblo contempla estupefacto cómo se prioriza la guerra política, el insulto, el fango lanzado desde todos los escaños, tanto desde la izquierda como desde la derecha (y sus extremos), el «y tú más», mientras los niveles de pobreza se disparan y el bienestar que supuestamente garantiza la Constitución se deteriora.

Pedro Sánchez tiene que elegir entre hacer historia, como en su momento la hicieron personas de ideologías tan dispares como Adolfo Suárez, Manuel Fraga, Felipe González, Alfonso Guerra y Santiago Carrillo. En 2025 se cumplen los 50 años de la muerte del dictador y la apertura de la Transición. Ha llegado el momento de renovar aquel gran pacto nacional y corregir los errores que se cometieron, por acción u omisión.

Pero Sánchez no lo puede hacer solo ni con la estructura parlamentaria creada con los pactos de investidura. Necesita algo más, lo mismo que el pueblo español. En el escenario actual, con la extrema derecha creciendo y la derecha asilvestrándose con el trumpismo de algunos de sus dirigentes, el único modo existente que permita reforzar el sistema democrático es la gestión total en los tres años que restan de legislatura.

Eso sólo será posible con un gran pacto, con la ruptura del acuerdo de gobierno con Sumar y la creación de uno entre el PSOE y el Partido Popular. Sólo desde la estabilidad se puede avanzar. Sólo la estabilidad puede colocar el muro necesario para frenar a la extrema derecha y las locuras sectarias de la extrema izquierda, además de crear una nueva estructura de relaciones territoriales sin que se generen tensiones regionales.

El discurso de Navidad de Felipe VI fue muy claro en este sentido. «Por encima de las eventuales divergencias y desencuentros, prevalece en la sociedad española una idea nítida de lo que conviene, de lo que a todos beneficia y que, por eso, tenemos el interés y la responsabilidad de protegerlo y reforzarlo. Es responsabilidad de todas las instituciones, de todas las Administraciones Públicas, que esa noción del bien común se siga reflejando con claridad en cualquier discurso o cualquier decisión política. El consenso en torno a lo esencial, no sólo como resultado, sino también como práctica constante, debe orientar siempre la esfera de lo público. No para evitar la diversidad de opiniones, legitima y necesaria en democracia, sino para impedir que esa diversidad derive en la negación de la existencia de un espacio compartido», dijo el rey.

Más adelante dejó claro lo que se espera de la clase política. «Un pacto de convivencia se protege dialogando; ese diálogo, con altura y generosidad, que debe siempre nutrir la definición de la voluntad común y la acción del Estado. Por eso es necesario que la contienda política, legítima, pero en ocasiones atronadora, no impida escuchar una demanda aún más clamorosa: una demanda de serenidad. Serenidad en la esfera pública y en la vida diaria, para afrontar los proyectos colectivos o individuales y familiares, para prosperar, para cuidar y proteger a quienes más lo necesitan. La reciente reforma del artículo 49 de la Constitución, referido a las personas con discapacidad, es un buen ejemplo de lo que podemos lograr juntos. Y no podemos permitir que la discordia se convierta en un constante ruido de fondo que impida escuchar el auténtico pulso de la ciudadanía», ha señalado.

Esa referencia directa a la reforma del artículo 49 de la Constitución es un mensaje directo al PSOE y al PP para que actúen, precisamente, con altura de miras, con política de alturas, para que dejen la contienda constante y recuperen el espíritu del consenso, porque, con la atronadora realidad actual, España necesita reformas muy profundas que sólo se pueden lograr a través de la unión en las más altas esferas del Estado de los dos principales partidos.

Por eso, Pedro Sánchez afronta 2025 con la posibilidad de pasar a la historia, no por sus gravísimos errores o por su estilo autoritario de entender el liderazgo político, sino por haber tenido el valor civil de ser el primer presidente del Gobierno de la historia dispuesto a crear un Ejecutivo de gran coalición.

De no hacerse, la debilidad parlamentaria de Sánchez aboca a la ciudadanía a acudir de nuevo a las urnas y, entonces, las argucias sanchistas no tendrán efecto, por más que se estén haciendo cálculos sobre la rentabilización de la caída de Sumar y Podemos.  

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