El juez Peinado, el mejor aliado de Pedro Sánchez

La instrucción del juez instructor del Caso Begoña Gómez está siendo utilizada por el líder del Partido Sanchista como un nuevo salvavidas político

10 de Octubre de 2024
Actualizado a la 13:24h
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Sanchez Peinado

Pedro Sánchez está recurriendo al juez Juan Carlos Peinado como un elemento troncal para su supervivencia política. Uno más. Los acontecimientos de los últimos meses, sobre todo desde aquellos 5 días de enamorados «asuntos propios» que se cogió para engañar a su militancia, como él mismo reconoció.

En política no sólo se analizan los hechos, sino que es fundamental examinar los tiempos. Si se mezclan ambos conceptos, surgen muchas respuestas y, en este caso, se ha producido un escenario en el que el mejor aliado de Pedro Sánchez es el propio juez Peinado.

Más allá de los métodos de instrucción utilizados por el titular del Juzgado 41 de Madrid, más allá de si han existido presuntos comportamientos delictivos por parte de Begoña Gómez, la realidad es que Peinado le está viniendo muy bien a Pedro Sánchez, puesto que se ha convertido involuntariamente en el paladín togado de las aspiraciones de perpetuarse en el poder, tanto desde lo referente al gobierno como desde un punto de vista del Partido Sanchista.

El pasado 24 de abril, tras la publicación por parte de El Confidencial, de la apertura de una investigación judicial contra Begoña Gómez, Pedro Sánchez publicó su primera carta a la ciudadanía en la que anunciaba que se iba a tomar unos días para reflexionar sobre si continuar o no en la Presidencia del Gobierno.

Sánchez es un hombre con baraka y, casualmente, esos 5 amorosos días coincidían con la celebración de un Comité Federal en el que se iban a analizar los últimos desastres electorales en Galicia y Euskadi. Todo ello, con la Ley Sánchez de Amnistía sobrevolando el ambiente de Ferraz. Lo que se suponía que iba a ser un evento «movidito», se convirtió en una concentración de militantes que suplicaban a su líder supremo que no dimitiera.

El lunes siguiente, tras montar una performance en la que llegó a involucrar al Jefe del Estado, anunció lo que todo el mundo que conozca al personaje sabía: no dimitía. Lo peor fue que no tuvo ningún tipo de inconveniente en afirmar ante millones de personas que había estafado a sus propios militantes, que había jugado con sus sentimientos y que le había importado un carajo ver a personas mayores llorando porque se creyeron su mentira.

A la pregunta de si el día en que escribió la carta a la ciudadanía tenía intención de dimitir, Sánchez respondió de forma contundente: «NO, NO, NO. El miércoles lo que hice fue mandar una carta a la ciudadanía donde yo explicaba mis sentimientos. Estaba buscando la respuesta de la ciudadanía».

Cuando Sánchez habla de ciudadanía, en realidad se estaba refiriendo a los militantes. Las constantes derrotas electorales (y aún quedaba el de las elecciones europeas), la división sobre la Ley Sánchez de Amnistía, las cesiones indiscriminadas al independentismo catalán a cambio de la investidura, además de los tics autoritarios a nivel interno, habían provocado un ruido que no trascendía pero del que Sánchez era perfectamente conocedor porque, como el personaje de Lord Varis de Juego de Tronos, él tiene «pajaritos» en todos los lados que le susurran canciones. Los cantos que recibía últimamente no eran de su agrado. La actuación de Peinado le vino de lujo para, una vez más, intentar ganarse a la militancia a través del victimismo de culebrón venezolano (o turco).

La imputación de Begoña Gómez por la presunta comisión de los delitos de tráfico de influencias y corrupción en los negocios llegó en los primeros días del mes de junio. Faltaban pocos días para las elecciones europeas y Sánchez escribió una segunda carta a la ciudadanía en la que, además de presentarse como víctima, utilizó tanto la situación judicial de su esposa como las decisiones de Peinado como arma electoral. No le funcionó, pero el objetivo era otro.

Las vacaciones de verano se acercaban, el juez cita a Sánchez a declarar, y ahí se inicia otra ofensiva en la que, incluso, llegó a presentar una querella (con dinero público dado que utilizó a la Abogacía del Estado) en la que acusaba a Peinado de ser un prevaricador.

El verano pasó y Sánchez da un paso inesperado pero que, siguiendo la línea cronológica de la instrucción del caso Begoña Gómez y las reacciones del presidente del Gobierno, cobra sentido, sobre todo si se relaciona con la situación política. Sánchez adelanta un año la celebración del 41 Congreso Federal.

Ese movimiento dio sentido a su frase «estaba buscando la respuesta de la ciudadanía». Pedro Sánchez ha pretendido utilizar a Peinado como el «real torcedor» de Baltasar Gracián.

Sin embargo, todo indica que la jugada puede no salirle tan bien como esperaba. Hay demasiados elementos que flotan más allá de la actuación del instructor del caso Begoña Gómez, elementos que amenazan seriamente su permanencia en el poder que, en realidad, es lo único que le importa. Los adictos suelen buscar cualquier forma de encontrar su dosis. Sánchez utiliza lo que haga falta para sobrevivir. Lo hizo en 2016, en 2017, en 2019 y en 2023. Su manual de supervivencia no es más que el libro de la falta de escrúpulos y de la corrupción humana en su grado más alto.

A diferencia de 2021, Pedro Sánchez ahora mismo es un líder débil. Ya no es sólo la aritmética en el Congreso de los Diputados, sino que cada cesión que hace al independentismo catalán o vasco le debilita más, de igual modo que la ausencia de tinta en el diario de Tom Riddle. Sánchez sabe que ha perdido la batalla de la ciudadanía española porque personas de izquierda y de derecha le desprecian.

Sólo se podía refugiar en la militancia del Partido Sanchista. Sin embargo, el ruido interno cada vez es mayor. No se trata solo de Emiliano García-Page o Javier Lambán, ni siquiera de Luis Tudanca. Hay mucho mar de fondo.

Militantes y dirigentes socialistas, que en el pasado han apoyado ciegamente a Sánchez, ahora están despertando de la alienación y del condicionamiento psicológico al que han estado sometidos durante años, sobre todo desde 2017. Desde distintos territorios son muchos los que muestran su descontento, su desilusión y su hastío. Eso sí, piden siempre que se guarde su anonimato o que no se les cite. Tal es el estado de terror impuesto por Sánchez y sus sicarios de Ferraz.

El victimismo esta vez no le está funcionando como él quería cuando escribió aquella primera carta a la ciudadanía. Los militantes ya se han dado cuenta de que han sido utilizados y engañados durante años, de que han defendido lo indefendible e, incluso, descubren que el PSOE al que se afiliaron ya no existe. Los militantes han descubierto que aquello que Sánchez decía de que es la militancia la que decide en el partido es una añagaza, que el único que manda y decide es el secretario general.

Eso sí, Peinado se ha convertido en el mejor aliado de Sánchez, tal y como se vio en la rueda de prensa del Consejo de Ministros en la que una sanchista «pata negra» tergiversó totalmente la decisión de la Audiencia Provincial de Madrid.

La esperanza para el PSOE es que la militancia ya sabe que han sido utilizados como los «militantes de la fe» del Gorrión Supremo. Es tal el ruido interno que, en contra de lo que pueda pensar Sánchez, muchos militantes ya tienen puesto el ojo en nombres propios para acabar con la pesadilla. Ahora llega el momento de los dirigentes valientes que estén dispuestos a ser purgados por el tirano.

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