La gran duda del 19-J queda resuelta de un plumazo y de manera abrumadora: ha sido la derecha y no las izquierdas la que se ha bastado sola para frenar en seco a la ultraderecha. Todas las encuestas otorgaban nulas incógnitas para el resultado final de las elecciones autonómicas andaluzas de este 19-J y no dejaban el más mínimo resquicio para la sorpresa. Pero si había un mínimo margen para dejar con la boca abierta a diestro y siniestro éste ha llegado indudablemente por el carril de la derecha, que ha sido la que ha servido, sorprendentemente, de muro de contención del avance de la ultraderecha en Andalucía.
Los votantes andaluces fueron los primeros que en 2018 decidieron que entrara en su parlamento autonómico un partido de ultraderecha, negacionista del cambio climático y la violencia de género, machista, xenófobo, racista, nostálgico del franquismo y estrecho amigo del neofascismo italiano. Ahora, cuatro años después, son los mismos votantes andaluces los que han puesto el freno a Vox y le han cortado las alas cuando ya se veía Macarena Olona con los pies encima de la mesa de Juan Manuel Moreno Bonilla. Ojo a navegantes para los que se apresuran con ansia a extrapolar estos resultados andaluces a la piel de toro para lo que queda por llegar, electoralmente hablando, en poco más de un año.
Moreno Bonilla obtiene una abrumadora primera victoria después de llegar a la presidencia de la Junta en 2018 con el peor resultado del PP en unas andaluzas y lanza un claro mensaje a Ayuso en la forma de gobernar
No ha sido precisamente la tan cacareada, ansiada y enteléquica movilización de las izquierdas la que lo ha logrado, ni por asomo. La derecha andaluza se ha bastado sola para mandar democráticamente a los de la candidata alicantina ultraderechista al sillón de pensar, si es que logran descifrar qué significa esto. De paso, el resultado de estas decisivas elecciones andaluzas confirman que en ningún caso se puede esperar a estas alturas una supuesta movilización de las izquierdas, por la sencilla razón de que el votante andaluz, granero histórico del socialismo en la historia reciente de nuestra democracia, se ha derechizado descarada e imparablemente sine die.
En la cita electoral del 2 de diciembre de 2018, Andalucía vivió la jornada electoral con más baja participación desde el año 1990. La abstención llegó al 43,44%. Este 19-J el clima electoral en Andalucía era claramente inexistente, como había hilvanado con sumo esmero el equipo electoral del convocante del adelanto electoral, el propio Moreno Bonilla. A las puertas del verano, con unos días caniculares y en clave de festividades varias, con más ganas de playa que de volcar en una urna electoral un deseo político, el votante andaluz ha decidido optar indudablemente por mantener una nueva etapa política, que en 2018 se abrió con el decisivo y trascendental empujón amigo de la ultraderecha en Andalucía después de 37 años consecutivos de gobiernos socialistas.
Moreno Bonilla ha obtenido el mejor resultado histórico del PP en unas andaluzas, con una abrumadora primera victoria después de llegar a la presidencia de la Junta con el peor resultado del PP desde los lejanos tiempos de Gabino Puche y lanza con su incontestable victoria un claro mensaje a la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, en la forma de gobernar para secar la proyección de Vox. Desde este momento, Moreno Bonilla no sólo se ha marcado un Ayuso, como rezaba por alcanzar en esta campaña andaluza, sino que se ha catapultado como principal valido del líder nacional del partido, Alberto Núñez Feijóo.
A estas alturas y mirando estos clamorosos resultados del 19-J, hay dos líderes que no se creen ni por asomo el incontestable triunfo de Moreno Bonilla: su colega Javier Arenas, que se quedó en 2012 con cara de póquer con su inútil triunfo, y Macarena Olona, la efímera vicepresidenta auto in péctore que a estas alturas nadie sabe si mantendrá el alquiler de su vivienda en Salobreña o no durante los próximos cuatro años.
Ah, y otro dato para finalizar: Ciudadanos es ya historia en Andalucía.